PALABRA DOMINICAL: XII Domingo Ordinario Ciclo B ¿Por qué tienen tanto miedo? ¿Aun no tienen fe? Mc  4, 35-41.

XII Domingo Ordinario

Ciclo B

¿Por qué tienen tanto miedo? ¿Aun no tienen fe?

Mc  4, 35-41

 

El Evangelio de este domingo comienza con una ambientación temporal: “Un día al atardecer”, esta expresión, siempre aparece en contextos negativos y refleja la incomprensión de los discípulos al mensaje del Evangelio. En este ambiente, Jesús invita a sus seguidores a ir a la otra orilla del lago, invitación que es presentada haciendo referencia al éxodo, (cf. Dt. 2,7), solo que ahora, la tierra de opresión no es Egipto, sino una actitud equivocada ante la vida y la tierra prometida es una apertura a la universalidad.

La invitación de Jesús se dirige a dos grupos. El primero que acompañará a Jesús en la travesía y se dirigirá a él como ‘Maestro’ (4,38), es el grupo de los discípulos. Estos como la multitud, se habían quedado ‘en la tierra’ (4,1) y desde allí habían escuchado la enseñanza de Jesús. En aquella escena ‘quedarse en la tierra’ significaba estar apegado al territorio y a una cosmovisión particular, razón por la cual Jesús no pudo hablar a la multitud más que en parábolas (4,11). El segundo grupo es de los que se encuentran en las barcas (4,36) y representan a quienes son cercanos y afines a Jesús y su mensaje. Quienes están en las barcas, como Jesús; no se han quedado ‘en la tierra’, es decir, han abandonado sus ideologías; la explicación de Jesús (4,14-20) les ha abierto los ojos y, al contrario que los discípulos, han comprendido el secreto del Reino y no necesitan explicaciones en privado (4,34). Como Jesús, están dentro del mar (4,1), han comprendido el universalismo del Mensaje y están dispuestos a empezar la misión.

En este contexto, los discípulos (el primer grupo) ‘condujeron’ a Jesús a la barca, dejando a lado a los otros (el segundo grupo). Pretenden monopolizar la misión y enfocarla según sus criterios. No les interesan que tomen parte de la misión los miembros del otro grupo, que abandonado sus criterios han comenzado a seguir a Jesús; y aunque la invitación se dirigía a los dos grupos, los discípulos, con una maniobra, excluyen de la misión a quien piensa diferente. No consultan a Jesús ni le permiten tomar decisión alguna.

A partir de este momento aparece el peligro: ‘un fuerte viento y las olas se estrellaban contra la barca y la iban llenado de agua’. La actitud de los discípulos no sólo impide la misión, sino que pone en peligro la existencia del propio grupo. El mundo no tolera a los colonizadores ideológicos y mucho menos aquellos disfrazados de religión, por eso está dispuesto a aniquilarlos. Esta situación de grave peligro contrasta con la acción de Jesús, pues él ‘dormía en la popa’; Jesús está forzado a la inactividad por los discípulos, que han prescindido de él, y no puede colaborar en una misión contraria a su mensaje. Al estar dormido Jesús manifiesta no se sentirse amenazado por la tempestad; pues su programa no quedará frustrado, a pesar de la infidelidad del grupo.

Jesús está dormido, inactivo, como muerto, y sólo podrá intervenir si recurren a él. Pues el Señor solo se muestra vivo cuando la comunidad está unida a él y trabaja en unión con él. Cuando la comunidad actúa prescindiendo de él y de su mensaje, es como si no hubiese resucitado, y la misión, sin él, FRACASA. Cuando nuestros sistemas pastorales no dan fruto, cuando nuestros objetivos y aspiraciones no se logran o incluso se frustran no es culpa del secularismo y mucho menos del poder de maligno, sino del mal enfoque que les damos y la deformación del mensaje del Evangelio. Cuando se busca vivir sin Jesús, o cuando se acepta solo parcialmente su mensaje, o peor aún, cuando en su nombre se pretende colonizar o imponer se produce la hostilidad. Pero por el contrario cuando se le reconoce como el Señor y Maestro cuando se le consulta sobre el modo de actuar es cuando sobreviene la calma que nos permite avanzar.

Casi para concluir el pasaje de este domingo Jesús hace dos preguntas que incluyen extrañeza y reproche: ¿por qué tienen miedo? Si bien el miedo de los discípulos no es por el peligro que acarrea la tormenta, pues aun cesado continúan con su temor. Su miedo consiste en la cobardía para a sumir una nueva identidad, la identidad cristiana. La segunda pregunta ¿Aun no tiene fe?, indica que el miedo es por la falta de adhesión a Jesús, como no han asumido el Evangelio se sienten desorientados e inseguros, les da miedo quedarse sin identidad alguna si renuncian a sus formas de vida. Con esta extrañeza y reproche Jesús intenta hacerles comprender lo equivocado de su actitud y estimularlos a la adhesión plena. Los discípulos tienen motivos más que suficientes para confiar en Jesús, quien les ha demostrado su amor al llamarlos.

La reacción de los discípulos no es de acercamiento y adhesión sino de terror. Antes tuvieron miedo de la tempestad (4,38); ahora tienen miedo de Jesús, que los salvo de ella. No han comprendido su propio error ni el amor de Jesús; siguen en su falta de fe, con su auto referencialidad y ahora al que consideraban maestro ya no saben cómo designarlo: ¿quién es éste? Ellos constatan que el viento y el mar le obedecen, pero no saben decir quién es, o mejor dicho no quieren aceptar la Revelación de Dios en la persona de Jesús.

El mundo de hoy busca en exceso seguridades, el Evangelio en cambio propone retos, ir a la otra orilla, sin miedo, sin miramientos ni reservabas, con la confianza de que él va con nosotros.

+ Faustino Armendáriz Jiménez

Obispo de Querétaro