PALABRA DOMINICAL: DOMINGO 6º DE PASCUA “NOS LOS DEJARE SOLOS” Jn. 14, 15 – 21.

“NOS LOS DEJARE SOLOS”

Jn. 14, 15 – 21

Esta narración está envuelta en una atmosfera de despedida y Jesús prepara a sus discípulos para su partida; les recuerda que la fe es cuestione de amor a Él, pero les anuncia, promete y revela una nueva presencia, tanto en la comunidad cristiana como en cada miembros de ella.  Antes era una relación distante por mediaciones como el Templo y la Ley de cuya asistencia y cumplimiento dependía la relación con El. Ahora la comunidad y cada miembro será morada de Él pues enviara el gran don del Espíritu Santo; ahora somos santuario de Dios, Templos vivos del Espíritu Santo. Así ya no es un Dios lejano, sino que es el Señor que vive en nosotros que somos objeto de su amor. La corresponsabilidad nos lleva a abrirle las puertas de nuestra vida y nuestro corazón de tal manera que se pueda decir: “vino a los suyos y si le recibieron”.

Por ello buscar a Dios conlleva dejarse encontrar por El, descubrir y aceptar su presencia en una relación que ya no es siervo-señor, sino que es de Padre-hijo. Por ello el Papa Francisco nos habla al respecto añadiendo el ingrediente de la alegría: “La alegría del Evangelio llena el corazón y a vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por El son liberados del pecado, de la tristeza, del vacio interior, del aislamiento”. (AG n. 1)

La palabras de despedida de Jesús tienen un tono tranquilizador, ya que a pesar de su ausencia lea promesa es que no los dejara en la orfandad y por ello se resaltan dos elementos fundamentales en el relato: el amor verdadero se manifiesta en guardar sus mandamientos y en la promesa de un Defensor, del Espíritu de la verdad.

No basta haber aprendido muchas cosa de Jesús, lo que les pide y urge a sus seguidores es guardar los mandamientos, es decir ponerlos en práctica; un gran desafío especialmente ahora que regresa al Padre, sin embargo la fuerza y la luz del Espíritu Santo es lo que garantiza que sus seguidores, con pocos años de haberlo tratado pero habiendo sido testigos de su estilo de vida, puedan realizar las mismas obras que su Maestro realizaba.

Las palabras tranquilizadoras de Jesús de que enviara otro consolador, nos clarifica que lo primero es Jesús mismo. El segundo vendrá y llenara de vida a la iglesia continuando la obra de Jesús: iluminar, asistir, llenar de vida.

Estamos ya cercanos a la fiesta de Pentecostés y por ello las narraciones de este domingo miran hacia adelante y proyectan el futuro de la Iglesia; primero se narra la historia del diacono Esteban, hombre lleno de audacia y ardor hasta dar la vida por Jesús, posteriormente se nos invita a vivir con valentía la vida cristiana afrontando los desafíos y dificultades con la fuerza de la fe, y finalmente Jesús nos garantiza que podemos luchar con la esperanza de su promesa: “No les dejare solos”. Así tendrán que vivir los discípulos cuando Jesús se haya ido al Padre. Todo esto da seguridad a la Iglesia, ya que no vamos caminando solos; es el Señor quien la guía y fortalece. Nos toca a todos nosotros caminar con alegría y vivir un Nuevo pentecostés abriendo las puertas, sin encerramientos y miedos a nada y a nadie, para ser una Iglesia en salida misionera. La alegría es el común denominador en toda la obra misionera. Jesús vivo camina con nosotros.