PALABRA DOMINICAL: Domingo 14º del tiempo ordinario Mt. 11, 25 – 30 LA GRANDEZA DE LOS SENCILLOS.

Mt. 11, 25 – 30

LA GRANDEZA DE LOS SENCILLOS

En el evangelio de hoy Jesús pronuncia una oración al Padre, le da las gracias por haber concedido a los pequeños y humildes, en contra de los sabios y entendidos, la verdad sobre su persona y su misión.

Subrayo la oración de Jesús, que San Mateo menciona en un con texto de rechazo e incredulidad:

Es una oración de alabanza porque el Padre es como es, y revela la Buena noticia a los pequeños y sencillos y se la oculta a los sabios y entendidos. La alabanza surge desde su propia vida y experiencia. Él lo ha visto en su misión.

Los sabios y prudentes son, en el contexto de este  evangelio, los maestros de la ley, los fariseos y los sumos sacerdotes; es decir la minoría que detenta el poder social y religiosos;  gente importante y religiosa, segura de sí misma, que desprecia al pueblo marginado. Estos permanecen ciegos ante las palabras de Jesús y rechazan no solo su mensaje sino su persona. En cambio, los pequeños (los sencillos) han sabido acoger la revelación de Jesús.

Nos encontramos hoy con un Jesús que está palpando la grandeza de los sencillos y prorrumpe con una exclamación: “Gracias porque has escondido estas cosas a los sabios y se la has revelado a la gente sencilla”. Hay cosas que no se entienden solo con la inteligencia, ya que es indispensable poner corazón, poner acogida, poner obediencia solo ante el misterio. No se trata de oponer sabiduría a ignorancia, ya que hay una sabiduría arrogante porque esta nos deshumaniza y nos hace que nos pongamos por encima de todos y ante todo. Hay una sabiduría que nos enseña que nunca sabemos todo y que cuando creemos que más sabemos nos queda mucho por aprender. Es una sabiduría que nos ayuda a reconocer que no somos grandes por lo que sabemos sino por los que somos y que al final grande solo es Dios.

Por eso el Espíritu de Jesús hace maestros y evangelizadores de espíritu a aquellos que son escuchadores obedientes de Jesús, como María cuya experiencia nos señala que “a los ricos los despide vacíos”.

Es la gente sencilla la que no tiene problemas en reconocerle y aceptarle y en ver en Jesús al Hijo de Dios, la presencia y la obra de Dios viva y actuante.

Después de la acción de gracias Jesús se ofrece como alivio y como descanso y carga llevadera  y la razón El la señala: “Yo soy manso y humilde de corazón”. Y es que Jesús lo trastoca todo y solicita una relación de amor, siendo cercano. Esto lo hace respetando nuestra libertad y diciendo, “si quieres”, porque donde hay amor no hay peso, o el peso se lleva a cuestas sin que sea una carga.

Al hablar de los sencillos que nos evangelizan, el Papa Francisco señala: “Si esperamos, es porque tantos hermanos y hermanas nuestros nos han enseñado a esperar y han mantenido viva nuestra esperanza; y entre estos, se distinguen los pequeños, los pobres, los sencillos y los marginados. Sí, porque no conoce la esperanza quien se encierra en su propio bienestar, en su propia satisfacción. Mientras quienes esperan son, en cambio, los que experimentan cada día las pruebas, las precariedades y sus propios límites.