Mensaje de Año Nuevo 2018, Mons. Faustino Armendáriz Jiménez IX Obispo de Querétaro.


A todos los sacerdotes,
a los diáconos y seminaristas,
a los miembros de la vida consagrada,
a los líderes y autoridades políticas,
a los adolescentes y jóvenes,
a todos los fieles de la Diócesis de Querétaro,
a todas las personas de buena voluntad:

«El Señor tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros conozca la tierra tus caminos, todos los pueblos tu salvación» (Sal 66, 2-3).

  1. Ante la llegada esperanzadora y alegre de un nuevo año, me dirijo a cada uno de ustedes los invitándoles a que hagamos nuestras las palabras del salmo: «El Señor tenga piedad y nos bendiga». En efecto, invocar la misericordia del Señor nos permitirá contemplar la acción de Dios misericordioso en la historia, y así palpar los efectos salvadores de su Encarnación en todo tiempo y para todo hombre, reconocer que necesitamos de la misericordia de Dios es un acto profundamente humilde de reconocimiento de nuestra fragilidad humana, una profesión de fe, pues solo un corazón sensato y reflexivo es capaz de descubrir los errores cometidos, no para acongojarse y vivir anclado al pasado doloroso, sino para reconocer y, en cierto modo tocar el abismo de nuestro corazón incluso en sus aspectos más oscuros, esto nos ayudará a saber dónde estamos parados, hacia dónde nos dirigimos y así tener la oportunidad proyectar nuevamente nuestra vida, renovando nuestro deseo de conversión y salir al «encuentro con un acontecimiento, una persona» (Benedicto XVI, Carta Encíclica Deus caritas est, 1) que fortalece nuestra fe y anima nuestra esperanza para seguir caminando con redoblado fuerzo en el año que la providencia nos permite iniciar; permitamos hermanos, que el Amor divino, que perdona y transforma, llene nuestros corazones pues «Aunque nuestros pecados sean rojos como la escarlata, quedarán blancos como nieve» (Is1, 18).
  1. Sin duda que en el año que termina, nos hemos encontrado ante auténticos dramas existenciales y espirituales, que no hallan respuesta en las palabras de los hombres, por eso al inicio de este nuevo ciclo al invocar: «el Señor tenga piedad y nos bendiga», hagamos nuestro el lamento de tantos hermanos, la angustia de tantas familias en peligro y desolación, que el estado de necesidad de tantos hombres y mujeres por nuestra oración sea presentado al Dios bueno, deseoso del bien y amante de la vida (cf. Sab 11, 26) dispuesto a ayudar, salvar y perdonar. Pidamos que Dios ilumine su rostro sobre nosotros.
  1. «Conozca la tierra tus caminos, todos los pueblos tu salvación», para hacer posible este deseo sublime del conocimiento de los misterios divinos, en este año que comenzamos hago un humilde llamado a todos los dirigentes y gobernantes, a todos los que tienen en sus manos el destino de nuestro pueblo, y a quienes se les ha encomendado ser los promotores de la justicia y la paz entre los mexicanos, para que no se pierda la credibilidad y confianza en ustedes, sigan dando muestras de un compromiso honesto, ético y patriótico con sus hermanos, que sus acciones promuevan con iniciativas concretas la tutela de los derechos humanos de todas las personas para que se recuperen en nuestra patria condiciones estables de seguridad y de pacífica convivencia. En el nombre del Señor les suplicamos que no excluyan a nadie de sus preocupaciones, cuidando particularmente a los sectores más débiles de la sociedad. No pongan en primer lugar el interés personal, cediendo a la seducción de la corrupción y dinero fácil, sino que con un compromiso y amor por sus hermanos, salgan al encuentro de las situaciones más difíciles, con la creatividad necesaria, para servir a la paz y a la reconciliación. Recuerden las palabras del Papa Francisco en su viaje a nuestra patria «Una cultura ancestral y un capital humano esperanzador, como el vuestro, tiene que ser la fuente de estímulo para que encontremos nuevas formas de diálogo, de negociación, de puentes capaces de guiarnos por la senda del compromiso solidario. Un compromiso en el que todos, comenzando por los que nos llamamos cristianos, nos entreguemos a la construcción de «una política auténticamente humana» (Gaudium et spes, 73) y una sociedad en la que nadie se sienta víctima de la cultura del descarte» (Encuentro con las autoridades, la sociedad civil y el cuerpo diplomático, Palacio Nacional, Ciudad de México, Sábado 13 de febrero de 2016).
  1. A todos los que dirigen y militan en los partidos políticos, a todos aquellos que buscarán postularse para servir a este amado pueblo por medio de un cargo de elección popular, les pedimos: no defrauden a la ciudadanía cuando esta les confía quehaceres de gobierno. Hagan creíbles las convicciones contenidas en sus idearios por la coherencia de sus vidas y de sus compromisos políticos. Escuchen a los ciudadanos, no tomen decisiones que afectan al bien común, respaldados sólo en el apoyo de una frágil mayoría, que muchas veces lejos de buscar el bien del pueblo ven a la nación como un botín del cual hay que tomar parte, más bien que sus anhelos estén basados en la verdad, la libertad, la justicia y la paz.
  1. Me dirijo también a todos los hombre y mujeres de buena voluntad, para recordarles que todos somos responsables de la construcción de una sociedad más justa y prospera, por eso les invito a que en este año nuevo que se nos presenta, seamos protagonistas de nuestra historia, mediante una responsable participación en la vida pública del país, vigilando y verificado a nuestras autoridades para que asuman a cabalidad el compromiso que tienen con nosotros. Recordemos que sin la colaboración de la sociedad responsable, los gobiernos no tienen la capacidad suficiente para abatir los males que hoy aquejan a nuestra nación. Ya nos lo decía el Santo Padre: “El pueblo mexicano afianza su esperanza en la identidad que ha sido forjada en duros y difíciles momentos de su historia por grandes testimonios de ciudadanos que han comprendido que, para poder superar las situaciones nacidas de la cerrazón del individualismo, era necesario el acuerdo de las Instituciones políticas, sociales y de mercado, y de todos los hombres y mujeres que se comprometen en la búsqueda del bien común y en la promoción de la dignidad de la persona” (Francisco, Encuentro con las autoridades, la sociedad civil y el cuerpo diplomático, Palacio Nacional, Ciudad de México, Sábado 13 de febrero de 2016).
  1. Invito a las familias, ‘iglesia doméstica y primera educadora y transmisora de la fe’, a que cumplan con la tarea que la Providencia Divina ha puesto en sus manos. Hoy más que nunca la humanidad necesita de la familia para lograr su cometido; por amor a Dios y a nuestro amado México, transmitan a nuestros niños y jóvenes los auténticos valores de la vida, custodien y aprendan la sabiduría de nuestros hermanos mayores y no se olviden de proteger y promover a nuestros más vulnerables; sean en sus hogares y en la sociedad, un reflejo del amor y del perdón de Dios, haciendo todos los esfuerzos por integrar una familia unida y solidaria y por participar en la vida comunitaria, construyendo, con todas las personas cercanas, condiciones de paz para la vida digna de los mexicanos.
  1. A la nueva generación, el futuro de México y de nuestra Iglesia, a nuestros adolescentes y jóvenes les invito a que alimenten su corazón con grandes aspiraciones, que conozcan los caminos del Señor y amen la verdad. La aspiración a la alegría está grabada en lo más íntimo de su corazón. Más allá de las satisfacciones inmediatas y pasajeras, busquen la alegría profunda, plena y perdurable, que pueda dar ‘sabor’ a su existencia, porque la juventud es un período de un continuo descubrimiento de la vida, del mundo, de los demás y de sí mismo. Es un tiempo de apertura hacia el futuro, donde se manifiestan los grandes deseos de felicidad, de amistad, del compartir y de verdad; donde uno es impulsado por ideales y se conciben proyectos, por eso Jóvenes los invito a que piensen en grande, busquen a Dios y sean protagonistas en la historia. La Iglesia y México los necesita. La historia nos ha mostrado cuántos jóvenes, por medio del generoso don de sí mismos y anunciando el Evangelio, han contribuido enormemente al Reino de Dios y al desarrollo de este mundo.Hay muchos jóvenes que hoy dudan profundamente de que la vida sea un don y no ven con claridad su camino. Ante las dificultades del mundo contemporáneo, muchos se preguntan con frecuencia: ¿Qué puedo hacer? La luz de la fe ilumina esta oscuridad, nos hace comprender que cada existencia tiene un valor inestimable, porque es fruto del amor de Dios. Nuestro Padre Dios ama a quien se ha alejado de él; tiene paciencia y espera, es más, él ha entregado a su Hijo, para que nos libere radicalmente del mal. Y Cristo ha enviado a sus discípulos para que lleven a todos los pueblos este gozoso anuncio de salvación y de vida nueva. Sean ustedes continuadores de esta noble misión.
  1. A todos y a cada uno de ustedes los fieles cristianos que peregrinan en esta Iglesia particular de Querétaro y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, les deseo un feliz año nuevo del Señor 2018, pidiéndole a Dios que «tenga piedad y los bendiga, ilumine su rostro sobre cada uno de ustedes,  conozca la tierra sus caminos, todos los pueblos su salvación» (cf. Sal 66, 2-3). Dios les bendiga.