Los frutos del olivo

Apenas el 25 de Mayo próximo pasado durante su viaje a Tierra Santa, durante la oración del Regina Coeli en Belén, el Papa Francisco pronunció las siguientes palabras: “Señor Presidente Mahmoud Abbas, en este lugar donde nació el Príncipe de la paz, deseo invitarle a usted y al Señor Presidente Shimon Peres, a que elevemos juntos una intensa oración pidiendo a Dios el don de la paz. Ofrezco la posibilidad de acoger este en­cuentro de oración en mi casa, en el Vaticano”. Ambos Presidentes aceptaron la invitación y de este modo el día 8 de Junio se llevó a cabo lo que el Papá llamo: “Invocación por la paz”. Los Presidentes, el Patriarca Bar­tolomé de Constantinopla jefe de la Iglesia ortodoxa y el Papa oraron juntos. Al inicio del acontecimiento el Papa decía: “Gracias desde el fondo de mi corazón por haber aceptado mi invitación a venir aquí para implorar de Dios, juntos, el don de la paz. Espero que este encuentro sea un camino en busca de lo que une, para superar lo que divide”.

El día 12 Junio tres jóvenes israelíes fueron secuestrados y el 30 del mismo mes fueron encontrados muertos. El gobierno de Netanyahu atribuye este horrendo hecho al partido Hamas de inspiración socialista y uno de los dos principales movimientos político-militares de Palestina; el otro es Al Fataha, ligado a la secta fundamentalista de “los hermanos musulmanes”. Días después un joven palestino de Shufat, barrio de Jerusalén fue secuestrado y quemado vivo por extre­mistas de Israel. Crímenes tan horrendos el uno como el otro. El asesinato de los tres jóvenes ha sido considerado por Israel como casus belli (caso de guerra) y es lo que ha desencadenado este conflicto armado que parece no tener fin. Este ancestral con­flicto parece eterno y es complejo desde cualquier punto de vista, cualquier pronunciamiento es tomado por uno u otro bando como en contra propia y a favor del otro. Por una parte, Israel posee uno de los ejércitos más poderosos del mundo que cuentan con armamento sofisticado y poderosa economía; por el otro, los palestinos radicales utilizan un terrorismo constante, sin gran potencial bélico, que más que muertes produce pánico e incertidumbre entre los judíos, utilizan propaganda ideológica que invita a los habitantes a no huir de los lugares que los judíos anuncian serán bombardeados, para convertirse en escudo humano; lo cierto es que no hay muchas opciones y la hasta ahora la mayor parte de los muertos son palestinos. El conflicto parece un laberinto sin salida luego de que la mediación de los Estados Unidos fracasara.

El mismo día que el Papa invitara a los Presidentes terminó su intervención dicien­do: “Todos deseamos la paz; muchas personas la construyen cada día con pequeños gestos; muchos sufren y so­portan pacientemente la fatiga de intentar edificarla. Y todos tenemos el deber, especialmente los que están al servicio de sus pueblos, de ser instrumentos y constructores de la paz, sobre todo con la oración. Construir la paz es difícil, pero vivir sin ella es un tormento. Los hombres y mujeres de esta tierra y del todo el mundo nos piden presentar a Dios sus anhelos de paz”.

Ese tormento del que hablaba el Papa es ahora más evidente que nunca.

Al terminar la “Invocación por la paz” en el Vaticano los cuatro grandes líderes plantaron juntos un olivo signo imperecedero del común deseo de paz entre los pueblos de Palestina e Israel. Dice el Papa que hay que orar, pues la oración siempre da frutos de paz, a veces lentamente, imperceptible casi como lo que tarda un pequeño olivo en dar frutos. El aceite en la Biblia significa entre otras cosas la alegría. Oremos por estos dos pueblos para que cese la barbarie humana o tan inhumana como la que se vive también en los últimos años en nuestra Patria.

Filiberto Cruz Reyes
Publicado en el semanario «Diócesis de Querétaro» el 20 de julio de 2014