La alegría que viene de Dios

Son el Adviento y la Cuaresma tiempos de penitencia y el color morado de la liturgia lo indica. Los dos tiempos preparan otros tantos de alegría; el primero, la llamada desde antiguo Pascua de Navidad y el segundo, la Pascua de Resurrección. Ambos tiempos de penitencia contemplan un domingo llamado de la «Alegría»: el tercero de Adviento se llama en latín domingo del «gaudéte» («gózate») y, el cuarto de Cuaresma, el llamado domingo del «laetáre» («alégrate»).

Ambos domingos inspiran su nombre en la antífona de entrada y las lecturas que se proclaman. El color litúrgico propio es el rosa, un morado atenuado, una penitencia que se diluye por porque es el tiempo propicio que Dios nos da para volver a él, en plabras del Papa Francisco en su nuevo documento “Evangelii gaudium”: “Éste es el momento para decirle a Jesucristo: «Señor, me he dejado engañar, de mil maneras escapé de tu amor, pero aquí estoy otra vez para renovar mi alianza contigo. Te necesito. Rescátame de nuevo, Señor, acéptame una vez más entre tus brazos redentores». ¡Nos hace tanto bien volver a Él cuando nos hemos perdido!” (n. 3).

El mismo Papa afirma en el documento citado: “Pero reconozco que la alegría no se vive del mismo modo en todas las etapas y circunstancias de la vida, a veces muy duras” (n. 6), y él sabe de lo que habla. Vivió bajo el régimen militar por el que atravesó Argentina (1976-1983), y lo hizo de un modo activo a favor de los perseguidos a muerte por el régimen, de ello dan cuenta diversos textos de reciente aparición. Enfrentó no sólo el ataque desde el exterior de la Iglesia, sino lo triste y complicado de la colaboración con el régimen de algunos hombres de Iglesia, como el tristemente conocido caso del Padre Christian Von Wernich, ex capellán de la policía de Buenos Aires, condenado a prisión en 2007, y respecto al cual afirmó en un comunicado de la Arquidiócesis de Buenos Aires: “Oramos por él, para que Dios lo asista y le de la gracia necesaria para comprender y respetar el daño provocado. El dolor que nos provoca la participación de un sacerdote en delitos gravísimos necesita de una reconciliación. Argentina debe liberarse tanto de la impunidad, como del odio y del rencor. 1

Al asomarnos un poco a lo que el Papa Francisco conoce de la debilidad del ser humano y su condición débil y pecadora, podemos tal vez comprender mejor lo que afirma en la Exhortación Evangelii Gaudium: “Insisto una vez más: Dios no se cansa nunca de perdonar, somos nosotros los que nos cansamos de acudir a su misericordia. Aquel que nos invitó a perdonar «setenta veces siete» (Mt 18,22) nos da ejemplo: Él perdona setenta veces siete. Nos vuelve a cargar sobre sus hombros una y otra vez. Nadie podrá quitarnos la dignidad que nos otorga este amor infinito e inquebrantable” (n. 3).

De la alegría y coraje para vivir el Evangelio en la historia al estilo de Francisco, dan testimonio quienes salvaron la vida gracias a su intervención en pleno régimen militar Argentino, entre otros el sindicalista uruguayo Gonzalo Mosca: “Me he preguntado siempre si Bergoglio era consciente del riesgo que asumía. Si os hubieran capturado, lo habrían acusado de proteger a un subversivo, poniendo en peligro al entero instituto de los jesuitas […] No se cuantos otros se habrían comportado del mismo modo. No se si alguien más me habría salvado sin conocerme en absoluto” .2

Reconocido por algunos como el hombre del año, el Papa Francisco no lo necesita, pero no está de más; demos gracias a Dios por este Papa y estemos atentos a sus enseñanzas, leamos su nueva Exhortación para llenarnos de alegría y esperanza.

Filiberto Cruz Reyes

1 SCAVO, NELLO; La lista di Bergoglio. I salvati da Francesco durante la dittatura. La storia mai raccontata. Emi. Bologna 2013. p. 39
2 Ibidem. p. 55.