Hora Santa – Clausura del Año de la Fe

1. EXPOSICIÓN DEL SANTÍSIMO

Canto

 

2. Introducción.

Lector: El Año de la fe fue una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo. Dios, en el misterio de su Muerte y Resurrección, ha revelado la plenitud del Amor que salva y llama a los hombres a la conversión de vida mediante la remisión de los pecados (cf. Hch 5, 31). Para el Apóstol Pablo, este Amor lleva al hombre a una nueva vida: «Por el bautismo fuimos sepultados con Él en la muerte, para que, lo mismo que Cristo Resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva» (Rm 6, 4). Gracias a la fe, esta vida nueva plasma toda la existencia humana en la novedad radical de la Resurrección. En la medida de su disponibilidad libre, los pensamientos y los afectos, la mentalidad y el comportamiento del hombre se purifican y transforman lentamente, en un proceso que no termina de cumplirse totalmente en esta vida.

La «fe que actúa por el amor» (Gál 5, 6) se convierte en un nuevo criterio de pensamiento y acción que cambia la vida del hombre (cf. Rm 12, 2; Col 3, 9-10; Ef 4, 20-29; 2 Co 5, 17).

En esta Hora Santa, momento de oración ante Jesús Sacramentado, queremos presentar nuestro agradecimiento a Dios por todas las gracias derramadas durante este ‘Año de la Fe’, y manifestarle el compromiso de seguir profundizando en el don maravilloso de la Fe.

 

3. Profesión de fe en la Trinidad.

Guía: Creemos, Padre, que en la plenitud de los tiempos enviaste a tu Hijo para nuestra salvación.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

Canto

Guía: Creemos, Jesucristo, que en el misterio de tu Muerte y Resurrección redimiste al mundo.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

Canto

Guía: Creemos, Espíritu Santo, que guías a la Iglesia a través de los siglos en espera del retorno glorioso del Señor.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

Canto

Breve silencio de adoración

 

4. Lectura Bíblica: Hech 3,11-16.  La fe en aquel que Dios resucitó es la que ha curado a este hombre.

Lector: Del libro de los Hechos de los Apóstoles.

Como el paralítico curado por Pedro y Juan no se les despegaba, todo el pueblo, asombrado, corrió hacia ellos al pórtico de Salomón. Al ver a la muchedumbre, Pedro les dirigió la palabra: “Israelitas, ¿Por qué les causa admiración esto y por qué nos miran de ese modo, como si por nuestro poder o nuestra virtud hubiéramos hecho andar a este hombre? El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, a quien ustedes entregaron a Pilato, y a quien rechazaron en su presencia, cuando él ya había decidido ponerlo en libertad.

Rechazaron al santo, al justo, y pidieron el indulto de un asesino; han dado muerte al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos y de ello nosotros somos testigos.

El nombre de Jesús y la fe en Él es lo que han robustecido los miembros de este hombre al que están viendo y todos conocen.

Esta fe es la que le ha restituido completamente la salud, como pueden observar”.

Palabra de Dios.

Breve momento de silencio para meditar la Palabra de Dios

 

5. Reflexión.  EL TESTIMONIO DE LA FE

Lector: El Año de la Fe, nos ayudó a redescubrir gozosamente la fe en Dios e impulsó a todos los creyentes a testimoniarla, lo cual nos permitió “volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe” (PF 7). Este testimonio de los cristianos ha de implicar, en primer término, desarrollar una vida con coherencia en la fe asumida y confesada.

En este sentido el “Año de la Fe fue una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo” (PF 6), y una invitación a asumir la fe en Dios Amor quien nos lleva a una vida nueva, arrancándonos del pecado y dándonos la gracia.

De tal modo que, los cristianos, reconociendo en la fe su nueva dignidad, son llamados a llevar en adelante una “vida digna del Evangelio de Cristo” (Cf. Flp 1,27).

Siguiendo a Cristo y en unión con Él, han de ser “imitadores de Dios, como hijos queridos y vivir en el amor” (Cf. Ef 5,1‐2), es decir, conformando sus pensamientos, sus palabras y sus acciones con los sentimientos que Él tuvo y siguiendo sus ejemplos.

Así quien cree en Cristo es hecho hijo de Dios. La adopción filial lo transforma, pues, le da la posibilidad de seguirlo y lo capacita para obrar con rectitud.

El cristiano, unido a su Salvador, alcanza la perfección de la caridad: la santidad.

Quienes caminan en esta vida nueva de seguidores fieles de Cristo, consecuencia de creer en Él, ejercitan el doble mandamiento del amor a Dios y al prójimo: itinerario único para alcanzar la vida eterna.

Silencio breve de adoración

Canto

6. Salmo 33

Coro 1. Bendeciré al Señor a todas horas, no cesará mi boca de alabarlo.

Yo me siento orgulloso del Señor; que se alegre su pueblo al escucharlo.

 

Coro 2: Proclamemos qué grande es el Señor y alabemos su nombre.

Cuando acudí al Señor, me hizo caso y me libró de todos mis temores.

 

Coro 1: Vuélvanse a Él y quedarán radiantes, jamás se sentirán decepcionados.

El Señor siempre escucha al afligido, de su tribulación lo pone a salvo.

 

Coro 2: A quien teme al Señor, el ángel del Señor lo salva y cuida.

¡Prueben! Verán qué bueno es el Señor; dichoso quien en Él confía.

 

Todos: Que amen al Señor todos sus fieles, pues nada faltará a quienes lo aman.

El rico empobrece y pasa hambre; a quien busca al Señor, nada le falta.

Breve momento de silencio

 

7. Compromiso.

(Se presentan en procesión una vela encendida, el documento del Concilio Vaticano II y el Catecismo de la Iglesia Católica).

Banderín: ‘Gracias por el don de la fe’ o ‘Conserva mi fe’ o ‘¡Señor, aumenta mi fe!’

Lector: Estos signos no son solamente unos recordatorios, han sido una invitación constante para que entremos en el movimiento espiritual que el Concilio Vaticano II ha propuesto, lo conozcamos y lo comprendamos en su verdadero sentido.

Su sentido es y seguirá siendo: la fe en Cristo y la fe apostólica animada por un impulso interior para que comuniquemos a Cristo a todos y a cada uno de los hombres, durante la peregrinación de nuestra Iglesia por el camino de la historia terrenal.

Todos: Hoy queremos Señor, presentar nuestro compromiso de seguir profundizando en el contenido de nuestra fe, en la verdadera fe, en aquella que tiene como fuente a Cristo y por canal el magisterio de la Iglesia.

Canto

 

8. Invocaciones

Lector: Te damos gracias, Padre, por los grandes signos de tu amor, que nos has revelado en la creación, en la historia del ser humano y en la plena revelación de tu Hijo Jesucristo.

Todos: Gracias Padre, por el don de la fe.

Lector: Padre, por la fuerza del Espíritu Santo tu Hijo ha venido a nosotros encarnándose en el seno purísimo de la Virgen María. Él ha hecho del mundo su casa, acogió a los pobres y necesitados, anunció la paz y la reconciliación a todos.

Todos: Gracias Padre, por el don de la fe.

Lector: Padre, tu Hijo por amor vivió entre nosotros, con amor se ha donado a ti y en un gesto supremo de amor, libremente se ha sacrificado por nosotros.

Todos: Gracias Padre, por el don de la fe.

Lector: En la Última Cena, reunido con sus discípulos, después de haberles dado el mandamiento nuevo, nos dejó su Cuerpo y su Sangre para la remisión de los pecados, signo de la alianza eterna.

Todos: Gracias Padre, por el don de la fe.

Lector: Te damos gracias, Padre, por este santísimo signo, lo recibimos como don de tu misericordia que nos transforma y nos da un corazón nuevo, como gracia de reconciliación y como signo de comunión.

Todos: Gracias Padre, por el don de la fe.

Breve momento de silencio

 

9. Confesión de Fe.    (Proclamada por todos)

Creo en Dios, Padre todopoderoso,

Creador del cielo y de la tierra.

Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor,

que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo,

nació de santa María Virgen,

padeció bajo el poder de Poncio Pilato,

fue crucificado, muerto y sepultado,

descendió a los infiernos,

al tercer día resucitó de entre los muertos,

subió a los cielos

y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso.

Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.

Creo en el Espíritu Santo,

la santa Iglesia católica,

la comunión de los santos,

el perdón de los pecados,

la resurrección de la carne

y la vida eterna.

Amén.

 

Canto

 

10. Oración Final.

Guía: OREMOS.

(Se hace una pausa de silencio; luego prosigue)

A quienes creemos y confesamos

que en este Sacramento está realmente presente Jesucristo,

quien para redimirnos nació de la Virgen María,

padeció muerte de cruz

y resucitó de entre los muertos,

concédenos, Dios nuestro,

obtener de Él nuestra salvación eterna.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

Todos:  Amén.

 

Canto Final

 

Reserva del Santísimo