HOMILÍA EN LA MISA EXEQUIAL DEL REV. P. J. FÉLIX CANO RIVAS

Templo Parroquial de la Parroquia de Santa María, Amealco, Qro., jueves 06 de septiembre de 2018.

Año Nacional de la juventud

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Muy estimados hermanos sacerdotes,
Apreciados amigos y familiares,
Hermanos y hermanas todos en el Señor:

  1. Con la esperanza puesta en el cielo, nos hemos reunido esta tarde para ofrecer a Dios el sacrificio de su Hijo Jesucristo en favor de nuestro querido hermano el P. J. Félix Cano Rivas, quien en su ancianidad, después de una larga enfermedad, el día de ayer ha dejado ya esta tierra para presentarse así, ante su Señor y, poder continuar celebrando junto con él, la pascua gloriosa de la resurrección en la eternidad.
  1. En estos momentos tan solemnes para la vida de nuestro presbiterio y de esta comunidad cristiana, nos anima y nos fortalece el hecho se saber que “quienes dejándolo todo por el reino de los cielos, heredarán la vida eterna” (Mt 19, 27-29). Así lo hemos escuchado en la palabra de Dios que acaba de ser proclamada. Jesús, ante la pregunta muy humana de Pedro: “’¿Señor, que nos va tocar?’ —Responde— ‘Yo les aseguro que, ustedes, los que me han seguido, se sentarán en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel’” (Mt 19, 27-29). Esta es la promesa de Jesús, a quienes se han decido por la causa del Reino; sin duda que el sacerdote, es un ícono de esta forma de vida. Su misión y su ministerio, así lo exigen. Dejarlo todo para seguir al Señor, es el camino que el Señor nos propone; dejarlo todo para seguirlo a él, tiene como premio la vida eterna.
  1. De todas estas cosas el padre Félix fue un convencido, pues sin duda que, desde aquel 30 de mayo de 1943 cuando sus padres le dieron la vida, hasta el día de ayer cuando murió, toda su vida estuvo marcada por el deseo contante de ser un hombre de Dios con deseos de llegar al cielo. Estoy seguro que también su ministerio sacerdotal, desde aquel 27 de junio de 1978, cuando fue ungido sacerdote por manos del Exc.mo Sr. Arzobispo de Santa Fe, James Peter Davis, hasta su última oración sacerdotal, su misión evangelizadora siempre estuvo orientada en anunciar que “a quienes hemos sido redimidos por la muerte de su Hijo, por su misma voluntad soberana nos llama a participar de su gloriosa resurrección” (cf. Prefacio de difuntos IV, MR, p. 551). Porque si hemos estado íntimamente unidos a él por una muerte semejante a la suya, también lo estaremos en su resurrección”. Por lo tanto “si hemos muerto con Cristo, estamos seguros de que también viviremos con él” (cf. Rm 6, 3-11).
  1. No podríamos cuantificar las bendiciones y las gracias que Dios a través de su ministerio sacerdotal derramó en algunas de las comunidades de nuestra diócesis. De manera particular como: Vicario Cooperador de la Parroquia de San José, Pinal de Amoles, Qro., a partir del 7 de julio de 1978; Vicario Cooperador de la Parroquia Santa María de Guadalupe, Pedro Escobedo, Qro., a partir del 15 de abril de 1980; Vicario sustituto de la Parroquia de El Espíritu Santo, Mineral del Espíritu Santo, Gto., a partir del 14 de julio de 1980; Vicario Parroquial de la Parroquia de Santa María, Amealco, Qro., a partir del 27 de enero de 1984;m Administrador Parroquial de la Parroquia de La Inmaculada Concepción, La Torre, Qro., a partir del 20 de marzo de 1987; Párroco de la Parroquia de San Antonio, El Doctor, Qro., a partir del 11 de mayo de 1987.; Vicario Parroquial de la Parroquia de Santa María de Guadalupe, Pedro Escobedo, Qro., a partir del 11 de agosto de 1989; Párroco de la Parroquia de San Pedro, San Pedro Escanela, Qro., a partir del 18 de septiembre de 1992; Vicario Parroquial de la Parroquia de La Inmaculada Concepción, La Torre, Qro., a partir del 26 de julio de 2002; Vicario Parroquial de la Parroquia de San Pedro, Tolimán, Qro., a partir del 7 de enero de 2003, donde fue el responsable del Templo de San Pablo, Tolimán, perteneciente a esta parroquia. Finalmente como sacerdote residente en esta Parroquia de Santa María, Amealco. Estoy seguro que muchísimas veces, con su ejemplo y su predicación el Padre Félix enseñó esto, predicó esto, vivió esto.
  1. Hoy le pedimos a Dios que reconozca en él a su Hijo Jesucristo al Gran Sacerdote, que se entregó hasta dar la vida por los demás. De manera que recibiendo el premio de los justos, igualmente le haga sentar a su derecha. Y a nosotros, los que lloramos su muerte, nos confirme en la esperanza plena de saber que algún día, junto con él, cantaremos  eternamente las misericordias del Señor. que la palabra de Dios que acabamos de escuchar nos anime para decidirnos por la causa del Reino y así poder gozar del cielo.
  1. Aprovecho esta oportunidad para agradecer a quienes durante todo el tiempo de su enfermedad cuidaron de él, con tanta dedicación y esmero. El Señor que todo lo ve, sabrá recompensar con abundancia de dones todo esto que hicieron en pro de su hijo sacerdote.
  1. Que la Santísima Virgen María, nuestra Señora de los Dolores de Soriano, nos enseñe a todos a comprender el dolor y el sufrimiento que la muerte nos provoca, de manera que “Haga que nos ampare la muerte de Cristo, cuando en tan fuerte trance vida y alma estén. Porque, cuando quede en calma el cuerpo, vaya mi alma a su eterna gloria”. Amén.
  1. Dale, Señor, el descanso eterno.
  2. Brille para él, la Luz perpetua.
  3. Descanse en paz.
  4. Así sea.
  5. Que el alma de nuestro hermano Feliz Sacerdote, por la misericordia de Dios descanse en paz.
  6. Así sea.

 

 

+Faustino Armendáriz Jiménez

Obispo de Querétaro