Homilía en la Misa del Día del Comunicador

Templo parroquial de la Parroquia Jesús de Nazaret, Col. del Cimatario, 24 de enero de 2015.

Año de la Pastoral de la Comunicación Social – Año de la Vida Consagrada

Muy queridos comunicadores y representantes de los diferentes medios de comunicación social,

hermanos y hermanas todos en el Señor:

En el contexto celebrativo de la memoria de San Francisco de Sales, Patrono de los periodistas y de todos aquellos que se dedican a comunicar la verdad, nos reunimos en esta mañana para celebrar nuestra fe, agradeciendo a Dios todos los beneficios que su bondad nos regala. Con la esperanza que sea el Señor, el modelo en nuestra vida para comunicar siempre la verdad y ofrecer caminos de encuentro y de comunión. Lo hacemos además de manera muy especial en el contexto del Año de la Pastoral de la Comunicación que en la Diócesis de Querétaro este año queremos acentuar guiados por nuestro Plan Diocesano de Pastoral.

He querido encontrarme con todos ustedes en este día en cual celebramos a San Francisco de Sales, en primer lugar para saludarles y al mismo tiempo para confirmar mi respeto y agradecimiento por toda la tarea que hacen en pro del anuncio del Evangelio, especialmente en esta ‘era mediática’ en la cual nos ha tocado vivir. Caracterizada por la paradoja de la comunicación perenne y contante, sin embargo, siendo testigos que “Una de las mayores pobrezas de la cultura actual es la soledad, fruto de la ausencia de Dios en la vida de las personas y de la fragilidad de las relaciones” (cf. XVI Asamblea General ordinaria, Sínodo de los obispos, lineamenta: “La vocación y la misión de la familia n la Iglesia y en el mundo contemporáneo”, n. 6). A diario podemos constatar que el ser y quehacer de las culturas, pueblos y sociedades no es ajeno a nosotros, sin embargo, esto no garantiza un cultura del encuentro y de la cercanía. Necesitamos propiciar que los medios de comunicación favorezcan una real cercanía “Hoy, los medios de comunicación más modernos, que son irrenunciables sobre todo para los más jóvenes, pueden tanto obstaculizar como ayudar a la comunicación en la familia y entre familias. La pueden obstaculizar si se convierten en un modo de sustraerse a la escucha, de aislarse de la presencia de los otros, de saturar cualquier momento de silencio y de espera, olvidando que «el silencio es parte integrante de la comunicación y sin él no existen palabras con densidad de contenido» (Benedicto XVI, Mensaje para la XLVI Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, 24 enero 2012). La pueden favorecer si ayudan a contar y compartir, a permanecer en contacto con quienes están lejos, a agradecer y a pedir perdón, a hacer posible una y otra vez el encuentro. Redescubriendo cotidianamente este centro vital que es el encuentro, este «inicio vivo», sabremos orientar nuestra relación con las tecnologías, en lugar de ser guiados por ellas.” (cf. Francisco, Mensaje para la XLIX Jornada Mundial de las Comunicaciones).

Para que los medios de comunicación social puedan ofrecer un servicio positivo y lograr así este bien, es necesario la aportación responsable de todos y de cada uno. Es necesaria una comprensión cada vez mayor de las perspectivas y de las responsabilidades que comporta su desarrollo ante las repercusiones que tienen para la conciencia y la mentalidad de los individuos, así como para la formación de la opinión pública. No se puede dejar de resaltar la necesidad de referirse claramente a la responsabilidad ética de los que trabajan en ese sector, especialmente en lo que respecta a la búsqueda sincera de la verdad y la salvaguardia de la centralidad y de la dignidad de la persona. Sólo con estas condiciones los medios de comunicación pueden responder al designio de Dios que les ha puesto a nuestra disposición «para descubrir, usar, dar a conocer la verdad, incluso la verdad sobre nuestra dignidad y nuestro destino de hijos suyos, herederos del Reino eterno».

Queridos hermanos y hermanas, en los escasos dos versículos del Evangelio que se ha proclamado en esta celebración, se nos narra una de las escenas más comunes en la vida de Jesús (Mc, 3, 20-21). “Jesús entra en una casa con sus discípulos” (v. 20). Estas palabras encierran una gran enseñanza para nuestro tiempo: Jesús ha venido al mundo porque quiere entrar a cada corazón, a cada familia, a cada sociedad. Consciente que su palabra y su mensaje es el camino para ir al Padre. Hoy estas palabras iluminan y confirman el camino de la Iglesia, es decir, la Iglesia debe ser en el mundo continuadora de la misión de Jesús. Y por lo tanto, Jesús desea entrar en las casas para llevar el mensaje del amor de Dios. Él, quiere entrar en la casa de cada uno de nosotros porque desea comunicarnos el amor del Padre. El evangelio de la vida: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10, 10). El Papa Francisco insistentemente nos ha dicho: “La actividad misionera «representa aún hoy día el mayor desafío para la Iglesia» y «la causa misionera debe ser la primera»…la salida misionera es el paradigma de toda obra de la Iglesia” (EG, 15). Esto sin duda, como hemos venido insistiendo, exige de Iglesia y sociedad, un cambio en las estructuras, de caducas a nuevas. En esta tarea el Señor nos da ejemplo: “Él se involucra e involucra a los suyos”. Es necesario que como comunidad evangelizadora nos metamos con obras y gestos en la vida cotidiana de los demás, achicando distancias, abajándonos hasta la humillación si es necesario, y asumiendo la vida humana, tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo. Jesús entra en las casas es decir, en las familias, porque quiere enseñarnos a comunicarnos entre nosotros, a que aprendamos el lenguaje de la oración, del perdón, de la reconciliación que son modelos de comunicación urgentes para cada uno de nosotros el día de hoy. “El desafío que hoy se nos propone es, por tanto, volver a aprender a narrar, no simplemente a producir y consumir información. Esta es la dirección hacia la que nos empujan los potentes y valiosos medios de la comunicación contemporánea” (cf. Francisco, Mensaje para la XLIX Jornada Mundial de las Comunicaciones). Aprendamos el arte de la comunicación en el seno familiar. Hagámoslo según el ejemplo de Cristo, el Gran Comunicador del Padre.

Llama la atención que el evangelista narra un detalle de la vida de Jesús “no le dejaban tiempo ni para comer” (Mc 3, 20). Es decir, Jesús está convencido que su consagración es total en todo tiempo y para todos los tiempos. Su dependencia no está en sus entrañas y en el sustento cotidiano; su confianza está puesta en Dios, quien le sostiene y le fortalece. “Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a cabo su obra” (Jn 4, 34). “La tarea evangelizadora se mueve entre los límites del lenguaje y de las circunstancias. Procura siempre comunicar mejor la verdad del Evangelio en un contexto determinado, sin renunciar a la verdad, al bien y a la luz que pueda aportar cuando la perfección no es posible. Un corazón misionero sabe de esos límites y se hace «débil con los débiles […] todo para todos» (1 Co 9,22). Nunca se encierra, nunca se repliega en sus seguridades, nunca opta por la rigidez autodefensiva. Sabe que él mismo tiene que crecer en la comprensión del Evangelio y en el discernimiento de los senderos del Espíritu, y entonces no renuncia al bien posible, aunque corra el riesgo de mancharse con el barro del camino” (EG, 45).

En esta era mediática que vivimos debemos buscar caminos para que Jesús, literalmente entre en cada casa, sea por los medios impresos, telefónicos, digitales y electrónicos. Pues como nos ha dicho el Papa francisco en la Exhortación Evangelli Gaudium “Fiel al modelo del Maestro, es vital que hoy la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, sin demoras, sin asco y sin miedo. La alegría del Evangelio es para todo el pueblo, no puede excluir a nadie” (EG, 23). Esto implica queridos comunicadores, “una capacidad para reconocer los nuevos lenguajes, que pueden ayudar a una mayor humanización global” (DA, 479).

Queridos comunicadores, deseo invitarles con toda claridad a dos cosas: 1° ¡Dejen que Jesús entre a su casa! No le cierren la puerta. Les aseguro que si lo dejan entrar, se quedará y pondrá su morada en ustedes. Conocerán la verdad y la verdad les hará libres. Serán felices. 2° ¡Permitan que si trabajo se vea transformado por la experiencia de haberse encontrado con Jesús! Estas dos exhortaciones serán para ustedes, una extraordinaria oportunidad para transformar su vida y ofrecer al mundo por medio de su trabajo. Importa mucho el tenor y la intención de comunicar los hechos que suceden y las noticias, es por ello que un comunicador que se ha encontrado con Cristo, trasmitirá la verdad sin maquillajes, sin dobles intenciones, pero sobretodo, buscando informar con la verdad.

Muchas felicidades en este día en el cual festejamos a San Francisco de Sales, Patrono de cada uno de ustedes. Les invito para que siguiendo su ejemplo de virtud, al servicio del anuncio del Evangelio, cada uno de ustedes realice su tarea convencido que la verdad es un valor necesario y fundamental en nuestros días. Que la Santísima Virgen María, la primera comunicadora del Evangelio a los hombres, les bendiga y acompañe. Amén.

† Faustino Armendáriz Jiménez
Obispo de Querétaro