Homilía en la Misa con motivo de la XXVI Asamblea Diocesana de Pastoral

Plaza “Prebyterorum Ordinis” del Seminario Conciliar de Querétaro, Santiago de Querétaro. Qro.,  17 de noviembre de 2014

 

Queridos hermanos sacerdotes diocesanos y religiosos,
apreciados diáconos,
queridos miembros de la Vida Consagrada,
muy amados hermanos laicos que integran los consejos de las diferentes comunidades parroquiales de nuestra amada Diócesis,
queridos representantes de movimientos y asociaciones, presentes en la Diócesis de Querétaro,
hermanos y hermanas todos en el Señor:

 

1. Jubilosos de compartir la vida juntos durante estos dos días de trabajo, al celebrarse la XXVI Asamblea Diocesana de Pastoral, nos reunimos en torno al Señor resucitado en esta tarde, para celebrar nuestra fe, agradeciendo a Dios la oportunidad que nos ha dado de seguir vislumbrando caminos pastorales que nos permitan continuar fortaleciendo e impulsando nuestro proceso diocesano de evangelización, como discípulos misioneros al servicio del Reino de Dios, especialmente ayudados del Plan Diocesano de Pastoral.

2. Estos dos días de intenso trabajo y reflexión son el reflejo de la madurez pastoral que como comunidad diocesana hemos ido logrando, ayudados principalmente de la gracia del Espíritu Santo, y de la generosidad apostólica de cada uno de ustedes. Nuestra Iglesia diocesana —unida a su pastor—, en su misión de fomentar una comunión dinámica, abierta y misionera, tendrá que seguir alentando y procurando la maduración de los mecanismos de participación que se nos proponen en las normativas y directrices del Magisterio y otras formas de diálogo pastoral, con el deseo de escuchar a todos y no sólo a algunos que acaricien los oídos. El objetivo de estos procesos participativos no es principalmente la organización eclesial, sino el sueño misionero de llegar a todos” (cf. EG, 31). Creo que todos somos conscientes que el resultado del trabajo pastoral no se basa en la riqueza de los recursos, sino en la creatividad del amor. Ciertamente es necesaria la tenacidad, el esfuerzo, el trabajo, la planificación, la organización, pero hay que saber ante todo que la fuerza de la Iglesia no reside en sí misma sino que está escondida en las aguas profundas de Dios, en las que ella está llamada a echar las redes (cf. Francisco, Encuentro con el episcopado brasileño, 27/07/2013).

3. La Asamblea Diocesana de Pastoral es un patrimonio de comunión y participación, que en el caminar de nuestra diócesis debemos apreciar y valorar siempre, como punto de referencia para todas y cada una de las comunidades parroquiales, la vida consagrada, los movimientos  apostólicos y las diferentes asociaciones presentes en la Diócesis, pues es aquí donde se nos brindan las orientaciones y se nos impulsa a poner en práctica los objetivos y estrategias comunes que nos ofrece nuestro Plan de Pastoral. Es aquí donde el Espíritu nos ilumina y nos orienta para “abandonar el cómodo criterio pastoral del «siempre se ha hecho así»” (cf. EG, 33). Valoro sobremanera todos y cada uno de los esfuerzos que se han hecho con anterioridad, desde las sencillas reunión del consejo parroquial de pastoral en cada parroquia, hasta las asambleas decanales el inicio del curso y ahora las pre asambleas en el mes de agosto que nos han preparado para este gran momento.

4. En el Evangelio de esta santa Misa (Lc 18, 35-43) hemos escuchado que, cuando Jesús se acercaba a Jericó, un ciego estaba sentado a un lado del camino, pidiendo limosna. Al oír que pasaba la gente, preguntó que era aquello, y le explicaron que era Jesús el nazareno. Entonces él comenzó a gritar: “¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!”. Sin embargo, es curioso lo que relata el evangelista, “Los que iban adelante lo regañaban  ara que se callara, pero él se puso a gritar más fuerte:¡Hijo de David, ten compasión de mí!” (v. 39) Esta oración toca el corazón de Cristo, que se detiene, lo manda llamar y lo cura. El momento decisivo fue el encuentro personal, directo, entre el Señor y aquel hombre que sufría. Se encuentran uno frente al otro: Dios, con su deseo de curar, y el hombre, con su deseo de ser curado. Dos libertades, dos voluntades convergentes: “¿Qué quieres que te haga?”, le pregunta el Señor. “Que vea”, responde el ciego. “Vete, tu fe te ha curado”. En seguida el ciego cobró a vista y lo siguió.

5. Queridos hermanos y hermanos, para las oraciones de esta Santa Misa hemos elegido el formulario para pedir por la Nueva Evangelización, mediante el cual le pedimos a Dios “haga que nosotros, teniendo los ojos fijos en la Palabra, vivamos siempre con verdadera caridad, como mensajeros y testigos de su Evangelio” (Oración Colecta). Somos conscientes que para poder asumir el desafío de la Nueva Evangelización, lo primero que necesitamos es tener la mirada puesta en Jesús, que nos permita encontrarnos con él y a partir de entonces, vivir siempre con verdadera caridad, como mensajeros y testigos de su Evangelio. Para tener la mirada en Jesús es necesario que de manera personal y de manera eclesial nos dejemos encontrar con Cristo que pasa junto a nosotros y que como el Ciego de Jericó, sin importar los regaños y las críticas, nos atrevamos a gritarle al Señor: “¡Jesús, Hijo de David ten compasión de mí!”. Un grito que supone la fe para tener el coraje de manifestarlo. Jesús sabe lo que necesitamos, sin embargo, exige de cada uno la profesión de la fe,  que garantiza el compromiso con él y con su mensaje.

6. La fe es un camino de iluminación: parte de la humildad de reconocerse necesitados de salvación y llega al encuentro personal con Cristo, que llama a seguirlo por la senda del amor. Según este modelo se presentan en la Iglesia los itinerarios de iniciación cristiana, que preparan para los sacramentos del Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía. Durante este año nos hemos dado cuenta que necesitamos seguir proponiendo a los jóvenes y a los adultos, experiencias de catequesis y espiritualidad que les permiten recorrer un camino de redescubrimiento de la fe de modo maduro y consciente, para asumir luego un compromiso coherente de testimonio. ¡Cuán importante es la labor que realizan en este campo muchos de ustedes y numerosos catequistas! El redescubrimiento del valor del bautismo es la base del compromiso misionero de todo cristiano, porque vemos en el Evangelio que quien se deja fascinar por Cristo no puede menos de testimoniar la alegría de seguir sus pasos.

7. Este año de la Pastoral Litúrgica nos debe dejar una grande enseñanza: “La celebración, plena, activa y consciente de nuestra fe, nos debe ayudar a quitar de nuestros ojos la ceguera que nos impida contemplar a Jesús y, de esta manera, poder seguirle de cerca”. Es necesario continuar con la terea evangelizadora para que de esta manera, sean muchos los que puedan escuchar la presencia de Jesús, y que en el encuentro personal con la palabra, principalmente da en la Eucaristía, sean muchos los que se atrevan gritarle a Jesús: “Señor, que vea”.

8. Al iniciar este año de la Pastoral de las Comunicaciones, queremos comprometernos para responder a los desafíos que surgen de la realidad que vivimos “entre la antena y el campanario” poniendo los Medios de Comunicación Social al servicio del anuncio gozoso de la Buena Noticia de Jesucristo  (cf. PDP, n. 288), es importante que ante este compromiso nos pongamos algunas preguntas: ¿Qué podemos hacer para que valiéndonos de los Medios de Comunicación pongamos en contacto con la persona de Cristo, a tantos ciegos que están en las caminos digitales, pidiendo limosna, con la esperanza de poder ser liberados de la marginación y la pobreza”? ¿La comunicación institucional de la Iglesia sabe convertirse en anuncio de Cristo? ¿Qué impacto tiene la comunicación digital sobre el pensar y vivir la fe? ¿El encuentro virtual puede ser una comunicación y una ocasión de auténtico encuentro? ¿Cómo se traduce el testimonio cristiano en el universo digital? Como Iglesia necesitamos estar convencidos que las comunicaciones sociales “si se utilizan rectamente, proporcionan valiosas ayudas al género humano, puesto que contribuyen eficazmente a descansar y cultivar el espíritu y a propagar y fortalecer el Reino de Dios” (cf. Decreto conciliar sobre la comunicación social Inter mirifica, 2); El Papa Francisco en el mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales de este año, nos ha dicho: “Los medios de comunicación pueden ayudarnos en esta tarea, especialmente hoy, cuando las redes de la comunicación humana han alcanzado niveles de desarrollo inauditos”. Sin embargo, es importante continuar evangelizando a los medios de comunicación primeramente, de manera que se vean impregnados del anuncio kerigmático del amor de Dios y quienes navegan por las carreteras de la informática, puedan encontrarse con este mensaje.

9. Hermanos y hermanos, en la primera lectura hemos escuchado como San Juan (Apoc 1, 1-4; 2, 1-5) narra su experiencia precisamente a partir de lo que ha visto y oído como revelación de parte de Dios. Esto le movió, valiéndose de los medios de su tiempo, a escribir cartas a las siete Iglesias cristianas, con la finalidad de transmitir aquello que para él fue fantástico y maravilloso. Para San Juan el género epistolario fue el instrumento mediante el cual pudo anunciar la buena nueva del Evangelio. Aprovechemos Facebook, twitter, Instagram, la Web y todos aquellos caminos digitales de nuestro tiempo para anunciar la alegría del Evangelio, con creatividad y astucia evangélica. “Si pretendemos poner todo en clave misionera, esto también vale para el modo de comunicar el mensaje” (cf. EG, 34). Es curioso lo que señala el santo Concilio Vaticano II: “Todos los hijos de la Iglesia, de común acuerdo, tienen que procurar que los medios de comunicación social, sin ninguna demora y con el máximo empeño, se utilicen eficazmente en las múltiples obras de apostolado, según lo exijan las circunstancias de tiempo y lugar, anticipándose así a las iniciativas perjudiciales, sobre todo en aquellas regiones cuyo progreso moral y religioso exige una atención más diligente (cf. Decreto conciliar sobre la comunicación social Inter mirifica, 13).

10. Sin embargo, es importante que estemos atentos pues, en el mundo de hoy, con la velocidad de las comunicaciones y la selección interesada de contenidos que realizan los medios, el mensaje que anunciamos corre más que nunca el riesgo de aparecer mutilado y reducido a algunos de sus aspectos secundarios. De ahí que algunas cuestiones que forman parte de la enseñanza moral de la Iglesia queden fuera del contexto que les da sentido. El problema mayor se produce cuando el mensaje que anunciamos aparece entonces identificado con esos aspectos secundarios que, sin dejar de ser importantes, por sí solos no manifiestan el corazón del mensaje de Jesucristo. Entonces conviene ser realistas y no dar por supuesto que nuestros interlocutores conocen el trasfondo completo de lo que decimos o que pueden conectar nuestro discurso con el núcleo esencial del Evangelio que le otorga sentido, hermosura y atractivo (EG, 34).

11. Les animo para que  no  seamos como aquellos que impiden a los ciegos de nuestro tiempo, gritarle a Jesús que los sane, sino que por el contrario valiéndonos de todos los instrumentos de la técnica actual, propiciemos momentos privilegiados para propiciar la fe. Seamos como San Juan quien tras haber visto y oído, se siente deseoso de comunicar el mensaje de salvación a cada una de las comunidades.

12. Gracias a todos ustedes por su entrega y generosidad en esta tarea tan maravillosa. Que la Siempre Virgen María nuestra Señora de los dolores de Soriano, nos ayude siempre a ser comunicadores vivos del Evangelio. Amén.

 

† Faustino Armendáriz Jiménez
Obispo de Querétaro