Homilía en la clausura del Diplomado en Teología de la UNIVA

Capilla del Seminario Conciliar de Querétaro, Hércules, Qro., a 21 de enero de 2014.
Año de la Pastoral Litúrgica – Año Jubilar Diocesano
 
Queridos alumnos y profesores,
hermanos y hermanas todos en el Señor:

 

1. Con alegría les saludo a cada uno de ustedes al reunirnos para celebrar esta Eucaristía y juntos, poder dar gracias a Dios por los beneficios recibidos a lo largo de este año, en el que estos 25 jóvenes estudiantes han podido realizar el Diplomado en Teología. Sabemos muy bien que el acercamiento al estudio de las ciencias sagradas, es una oportunidad de abrir una ventana al misterio de Dios y poder así, comprender lo inconmensurable de su bondad. Saludo de manera muy especial al P. José Moreno, Coordinador académico del diplomado. Al Dr. Gustavo Muñoz Guzmán, Director del Plantel UNIVA de Querétaro, así como a cada uno de los familiares y amigos de estos graduados que se unen a esta celebración.

2. Me alegra poder reunirme con ustedes y celebrar la fe de la Iglesia, la fe que fundamenta el ser y quehacer de los bautizados. Durante este tiempo de estudio ustedes han podido comprender que es aquí donde cada uno de los creyentes en Cristo hemos de encontrar la cumbre de nuestra actividad pastoral y al mismo tiempo la fuente de donde mana toda nuestra fuerza. Pues todos los trabajos apostólicos se ordenan a que, una vez hechos hijos de Dios por la fe y el bautismo, todos nos reunamos para alabar a Dios en medio de la Iglesia, participemos en el sacrificio y comamos la cena del Señor (cf. SC, 9). Nos reunimos en el contexto eclesial de la semana de oración por la unidad de los cristianos y en la memoria de Santa Inés, virgen y mártir de la Iglesia de Roma en los primeros tiempos.

3. Durante estos días hemos venido escuchando en la liturgia de la Palabra, la lectura del Primer libro de Samuel, este libro que forma parte de los libros históricos y que narra una gran parte de la historia del pueblo de  Israel. Esta tarde nos detenemos en una de las páginas más bellas y significativas: el profeta Samuel está ante el más grande de los hijos de Jesé y piensa que sea “su consagrado, porque era un hombre alto, grande”. Pero el Señor, le dice: “No te fijes en su aspecto ni en lo elevado de su estatura, porque yo lo he descartado, porque aquello que ve el hombre no cuenta”. De hecho, “el hombre ve la apariencia, pero el Señor ve el corazón. El Señor elige según sus criterios”. Y elige “a los débiles y a los dóciles, para confundir a los poderosos de la tierra”. Al final, por lo tanto, “el Señor escoge a David, el más pequeño”, que “no contaba para su padre”. “No estaba en casa”, estaba “cuidando las ovejas”. David, agrada a Dios y lo elige como rey de su pueblo Israel. Le ha dado la corona real, le ha ungido con aceite y le sostendrá con su mano (cf. 1 Sam 16, 1-13).

4. Queridos jóvenes, aquí encontramos la primera enseñanza que la Palabra de Dios nos hace en esta noche. “Dios nos llama y nos llama para cosas grandes”, sencillamente porque nos ama y porque se ha fijado en la humildad y pequeñez de nuestra vida y de nuestro corazón. Cada uno de nosotros en el bautismo hemos sido elegidos por Dios para cosas grandes, es decir, para ser sacerdotes, profetas y reyes. Solamente siendo conscientes de esto, es como podemos comprender el que Dios se fije en las creaturas humanas. Dios nos elige hoy, en primer lugar, no para que hagamos “algo” sino para que seamos “alguien”; claro está que la elección conlleva la misión. Ustedes como estudiantes de teología, durante este período han  podido darse cuenta que la “La teología es la reflexión científica sobre la revelación divina que la Iglesia acepta como verdad salvadora universal por medio de la fe”, lo que significa que  Dios se hace comprender por nosotros, no para enorgullecernos con una conocimiento científico e intelectual de su ser y de su naturaleza, sino para que tengamos una experiencia personal con él suscitando la fe.

5. Otra de las enseñanzas en esta tarde al escuchar la palabra de Dios es que debemos aprender a ver la realidad con los ojos de Dios. El estudio de la teología nos debe enseñar a ver con los ojos de Dios, a pensar con el pensamiento de Dios, a discernir con los criterios de Dios, no lo contrario. Es criterio de teología católica tomar la fe de la Iglesia como su fuente, contexto y norma. Expone la enseñanza de los apóstoles, la buena nueva sobre Jesucristo «según las Escrituras» (1 Cor 15,3s), como norma y estímulo de la fe de la Iglesia. Como explica San Agustín, dicho camino deriva del mismo dinamismo de la fe: «el que a través de la razón verdadera comprende ahora lo que tan solo creía, es seguro que será antepuesto al que todavía desea comprender lo que cree; pero el que ni siquiera desea comprender y opina que basta con creer las cosas que se pueden comprender, no sabe aún para qué sirve la fe» (cf. San Agustín, Carta 120 CSEL 34, 2, 704). Este trabajo de comprensión de la fe contribuye a alimentar la fe y permite que esta crezca (cf. San Agustín, De Trinitate, XIV, 1 CCSL, 50A, 424).

6. Cada uno de nosotros quienes hemos tenido la oportunidad de poder estudiar la teología,  hemos de ser conscientes que la teología es imposible sin la fe y forma parte del movimiento mismo de la fe, que busca la inteligencia más profunda de la autorevelación de Dios, cuyo culmen es el misterio de Cristo. La primera consecuencia de esto es que la teología no consiste sólo en un esfuerzo de la razón por escrutar y conocer, como en las ciencias experimentales. Dios no se puede reducir a un objeto. Él es Sujeto que se deja conocer y se manifiesta en la relación de persona a persona. La fe recta orienta la razón a abrirse a la luz que viene de Dios, para que, guiada por el amor a la verdad, pueda conocer a Dios más profundamente (cf. Lumen fidei, 36).

7. Queridos jóvenes, ahora que finalizan este periodo de estudios, quiero invitares a que sus conocimientos los pongan al servicio de la cultura, y de la sociedad. El desafío para cada uno de ustedes es que no se queden con los conocimientos y los guarden para sí mismos. Están invitados a promover una cultura de la experiencia de Dios, una cultura donde la comprensión de Dios deje de ser solamente intelectual y sea más bien experiencial. La antífona del Evangelio decía: “Que el Padre de nuestro Señor Jesucristo ilumine  nuestras mentes, para que podamos comprender cual es la esperanza que nos da su llamamiento” (Ef 1, 17-18). Como hombres y mujeres de fe, necesitamos decirle al que vive a nuestro lado cuál es el fundamento de nutra esperanza.

8. Continúen profundizando en su estudio asumiendo la llamada personal que el Señor les hace a cada uno de ustedes con humildad y sencillez. “la humildad que se deja « tocar » por Dios forma parte de la teología, reconoce sus límites ante el misterio y se lanza a explorar, con la disciplina propia de la razón, las insondables riquezas de este misterio” (cf. Lumen fidei, 36). Déjense tocar por Dios para que Dios haga a través de ustedes grandes cosas. El ejemplo de humildad siempre será la Santísima Virgen María, ella nos enseña como escuchar la voz de Dios y meditarla en el corazón.  Ojalá que en nuestra vida la tomemos como modelo de teóloga y de mujer dócil al Espíritu Santo.

9. Me siento agradecido con la Universidad por ofrecer estos espacios de estudio, que siempre son una fuente muy rica para las jóvenes generaciones. Gracias por estos esfuerzos que se hacen en promoverlos, luchemos por que su difusión se extienda y sean muchos quienes accedan a ella.

10.  Pidamos la intercesión de la Santísima Virgen María, para cada uno de nosotros y nuestras familias Amén.

 † Faustino Armendáriz Jiménez
 
Obispo de Querétaro