HOMILÍA EN LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA CON MOTIVO DEL XXV ANIVERSARIO DE PROFESIÓN RELIGIOSA DE LA HNA. ESTELA FERRUSCA GARCÍA, MM.

Templo parroquial de la parroquia de Santa Ana, El Salitre, Qro.,  sábado 26 de agosto de 2017.                         

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Estimados hermanos y hermanas todos en el Señor,

  1. Con profunda alegría, esta tarde nos hemos querido sentar a la mesa de la Eucaristía para agradecer a Dios la bendición tan grande que nos ha dado, mediante el don la vida consagrada en su Iglesia, especialmente hace 25 años en la persona de la Estela Ferrusca García, MM. Somos conscientes que el ser agradecidos no sólo es un sentimiento noble del corazón, sino también un deber nuestro, cuando nos damos cuenta que Dios ha estado grande con nosotros y su misericordia se ha hecho presente, generación tras generación.
  2. Hace veinticinco la Estela se ha consagrado voluntariamente al Señor, viviendo según el estilo de vida de los consejos evangélicos, especialmente bajo el carisma del Instituto de Misioneras Marianas, en el apostolado con los enfermos, con el firme propósito de hacer presente en medio de ellos, el Reino de los cielos, de manera que buscando la gloria de Dios y la santificación de los hombres, como religiosa, su testimonio de vida sea capaz de iluminar el horizonte, para que tantos hombres y mujeres enfermos encuentren el camino hacia Cristo y le abracen con la fe desde la enfermedad. Hoy, la alegría de aquel día se renueva y se aviva entre nosotros, sobretodo porque el Señor, sigue siendo fiel a sus promesas y, su mano providente no se ha apartado de la Hna. Estela.

  1. En el santo evangelio hemos escuchado como se dirige Jesús a su Padre: “Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has revelado los misterios del Reino a la gente sencilla” (Mt 11, 25). Se dirige a Dios de manera directa, como a su Padre y lo bendice porque ocultó esto a los sabios e inteligentes pero lo reveló a los pequeños: así, el Padre se muestra como el actor cuya acción se dirige especialmente a los pequeños. Que Dios conceda su revelación a los pequeños —y no precisamente a los sabios e inteligentes— no sólo muestra su beneplácito y su inclinación hacia ellos, sino cuál es su voluntad y que le agrada: la revelación vale expresamente para los pequeños. Los pequeños y todos los que ven en Jesús al que revela a Dios reconocen en su acción el Reino de Dios y a Jesús como el Mesías y el Hijo de Dios; y, con ello, también reconocen a Dios como Padre. Jesús deja muy claro que Dios opta siempre en favor de los pequeños, de los que han sufrido perjuicios, de los excluidos y débiles, y que él es misericordioso  con los pecadores para mantener abierta  para ellos la posibilidad de la conversión.

  1. La vida consagrada, haciendo propia la misión del Señor “imita más de cerca y hace presente continuamente en la Iglesia”, por impulso del Espíritu Santo, la forma de vida que Jesús, supremo consagrado y misionero del Padre para su Reino, abrazó y propuso a los discípulos que lo seguían. Siguiendo los pasos del Hijo del hombre, que “no ha venido a ser servido, sino a servir” (Mt 20, 28), al menos en los mejores períodos de su larga historia, se ha caracterizado por este “lavar los pies”, es decir, por el servicio, especialmente a los más pobres y necesitados. Ella, por una parte, contempla el misterio sublime del Verbo en el seno del Padre (cf. Jn 1, 1), mientras que, por otra, sigue al mismo Verbo que se hace carne (cf. Jn 1, 14), se abaja, se humilla para servir a los hombres. La vida consagrada trabaja, suda, padece algunos tormentos a fin de llegar, por el brillo y hermosura de las obras hechas en caridad, a poseer eso que simbolizan los blancos vestidos del Señor». la vida consagrada hace suya la misión de Cristo con una auténtica ‘opción preferencial’, a quienes se encuentran en una situación de mayor debilidad y, por tanto, de más grave necesidad. ‘Pobres’, en las múltiples dimensiones de la pobreza, son los oprimidos, los marginados, los ancianos, los enfermos, los pequeños y cuantos son considerados y tratados como los ‘últimos’ en la sociedad.

  1. Querida Hna. Estela, en esta feliz circunstancia, escuchar estas palabras del evangelio son la prueba de que su vida y su vocación como consagrada, son sin duda un don de Dios para la Iglesia. Dios le ha llamado para seguir atendiendo con solicitud a los pobres, a los pequeños y desvalidos y especialmente a los enfermos. A Usted el Señor le ha permitido “conocer estas cosas” porque confía en Usted y desea que se haga voz de los que no tienen voz, manos del que no tiene manos, salud del que no tiene salud, alegría de los que viven tristes. No dude en seguir respondiendo con firmeza a la llamada de Dios. “La sinceridad de su respuesta al amor de Cristo es lo que le ha conducir a vivir como pobre y con los pobres y abrazar la causa de los pobres (cf. VC, 82). La Iglesia admira y agradece que  personas como Usted, asistan a los enfermos y a los que sufren, contribuyendo de manera significativa a su misión. Prolongando el ministerio de misericordia de Cristo, que pasó  “haciendo el bien y curando a todos” (Hch 10, 38). Siguiendo las huellas de Cristo, divino Samaritano, médico del cuerpo y del alma, y a ejemplo de los su fundador y fundadora, se dedicándose a estos menesteres en virtud del carisma del propio Instituto, perseverando en su testimonio de amor hacia los enfermos, dedicándose a ellos con profunda comprensión y participación. La pobreza de Madre Clemencia, sea para Usted el ejemplo que le lleve hoy a tener y poseer un corazón indiviso solo para el Señor y para los ms pequeños.

  1. En el vigésimo quinto aniversario de su consagración, la invito para que renueve sus votos pensando en que el Señor le ama, como a la esposa fiel y a su corazón le dice: “Levántate amada mía, hermosa mía y ve” (cf. Cantar 2, 10). Querdia Hna. Estela, renueve sus votos con la confianza que el Señor le ha hecho una promesa y la cumplirá. Siga enseñándonos con su ejemplo de vida que el discipulado fiel es gracia y ejercicio de amor, ejercicio de caridad oblativa. Perseverar hasta el Gólgota, experimentar la laceración de la duda y de la negación, gozar de la maravilla y del estupor de la Pascua hasta la manifestación de Pentecostés y la evangelización  de las gentes, son etapas de una fidelidad gozosa  en la lógica de la kénosis experimentada durante toda la vida con el signo incluso del martirio, y del mismo modo partícipe de la vida de Cristo resucitado.

  1. Que el Señor le conceda en la fidelidad a su vocación y que a todos nosotros nos conceda la gracia de amar mucho más la vida consagrada, y aprender que la vida vale la pena vivirla entregados y consagrados a su servicio. Muchas felicidades. Gracias por su servicio y cercanía. Amén.

 

 

+ Faustino Armendáriz Jiménez

Obispo de Querétaro