HOMILÍA EN LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA CON MOTIVO DEL LXXII ANIVERSARIO DE LA CORONACIÓN PONTIFICIA DE NUESTRA MADRE SANTÍSIMA DE EL PUEBLITO.

Patrona Celestial  de la Ciudad Episcopal de Santiago de Querétaro

Templo de San Francisco, Col Centro histórico, Santiago de Querétaro., Qro., Qro., a 17 de octubre de 2018.

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Muy estimados hermanos y hermanas todos en el Señor:

  1. Con gran gozo recurrimos en esta noche, hasta este lugar santo, para celebrar nuestra fe en el Señor resucitado, y al mismo tiempo, refrendar nuestro amor filial y nuestra devoción ferviente, a Nuestra Madre Santísima del Pueblito, quien desde su trono glorioso, intercede por nosotros como Madre y Reina. Esta noche, inspirados por el Salmo 44, queremos «hacer memorable su nombre, generación tras generación, alabándola por los siglos de los siglos» (v.18), renovando el gesto de Coronación, que con la autoridad pontificia de su Santidad el Papa Pio XII, para aumento de la devoción y el culto a Nuestra Señora del Pueblito, ordenó llevar a cabo al Excmo. Sr. Obispo Diocesano D. Marciano Tinajero y Estrada, aquel 17 de octubre de 1946.
  1. Transcurrido el tiempo conviene que nos preguntemos: “¿Qué sentido tiene para nosotros, renovar un acto que nuestros padres realizaron hace 72 años?”. Reza el dicho popular: “Recordar es vivir”. Para responder a esta pregunta y entender hoy, la excelencia y el profundo significado de la Coronación, quiero recordar algunos trozos de la Décima Carta Pastoral que EL Excmo. Sr. Obispo Diocesano D. Marciano Tinajero y Estrada, escribió, el 4 de mayo de 1946, con esta intención, cito:

«Mas a fin de preparar vuestros ánimos al grandioso y esperado acontecimiento de la coronación, queremos manifestaros la excelencia del mismo y su profundo significado; así como los frutos que debe producir en la iglesia y sociedad queretana. En cuanto a lo primero, vamos a demostrar que la coronación de la Santísima Virgen del Pueblito será el homenaje más excelente  de todos los que hasta ahora se le han ofrecido, puesto que significará la entrega que le haremos de nuestras personas, familias, intereses, y de cuanto nos pertenece. En cuanto a los segundo, os haremos notar las copiosas gracias  de orden temporal y espiritual que la Santísima Virgen, que es inefablemente agradecida, nos concederá en recompensa de la humilde diadema con que ceñiremos sus cienes soberanas». —Y prosigue—: «Al coronar a Nuestra Señora del Pueblito, nuestra devoción hacia Ella, habrá alcanzado su perfección desde el punto de vista público y social». Decimos “desde el punto de vista público y social” pues es claro que todos los homenajes que le tributamos y en particular su coronación, para que sean del todo agradables a Dios, y a su Santísima Madre, deben ser acompañados de todas las virtudes que privada y públicamente debemos practicar; de otra suerte, es decir, si nuestra vida no es virtuosa, la Santísima Virgen podría quejarse de nosotros, como Dios cuando dijo de Israel: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí” ».

—Más adelante dirá—: «Así, pues, os lo advertimos en cumplimiento de nuestro deber pastoral: si es la voluntad de Dios que coronemos  a la Santísima Virgen, también lo es que nos preparemos  a tan sublime acto con una vida más cristiana y piadosa. Solamente así la corona que pondremos sobre la frente de nuestra Augusta Reina será en verdad símbolo de nuestros corazones. Porque en efecto la coronación significará que juramos ala Santísima Virgen nuestra Reina, y que nos entregamos a Ella, a fin de que en la diócesis de Querétaro y en toda la V. Provincia Franciscana de San Pedro y San Pablo reine en todos y en todo: en nuestras personas, hogares, familias, talleres, oficinas, escuelas y aún en las altas esferas de nuestros legisladores, gobernantes y militares. Esto quiere decir que debemos conservar fielmente y profesar siempre con valor la santa fe católica que en el bautismo recibimos; que debemos guardar constantemente los mandamientos de Dios y de la Iglesia y las obligaciones de nuestro respectivo estado; que debemos abstenernos de todo lo que es opuesto a la caridad y temor de Dios, como son los espectáculos, la prensa, y las modas inmorales;  que hemos de frecuentar los sacramentos, ser piadosos y procurar abstenernos de todo pecado; en una palabra, vivir en amistad y gracia de Dios, agradándole en todo».

—Continúa diciendo—: «Si con tales disposiciones celebramos la coronación de nuestra amadísima Madre y Reina, ¡oh hermanos y amados hijos, qué frutos tan preciosos producirá en nuestras personas y en la sociedad! La Virgen Santísima es muy agradecida, y se complace en recompensar espléndidamente los servicios que se le hacen. La Iglesia pone en sus labios estas palabras del sagrado Libro de la Sabiduría: “Bienaventurado el hombre que me escucha y vela a mis puertas todos los días… el que me encontrare, encontrará la vida y recibirá a raudales del Señor la salud” ».

—Finalmente, en otro lugar, señala —: «No lo dudéis: a la Coronación de la Santísima Reina nuestra, seguirá una era de  felicidad en que todo cooperará para nuestro bien, así los acontecimientos prósperos, como los adversos. Muchos pecadores se convertirán; muchos justos harán grandes progresos en la santidad; se debilitarán los ataques de los herejes contra la fe de nuestro pueblo; se acercarán una a otra las clases sociales, que el mal espíritu de la época tiene divididas; se alejará de nosotros el peligro del comunismo; se multiplicarán las vocaciones sacerdotales; en una palabra, florecerá el reino de Cristo y de su Augusta Madre en esta tierra bendita».   

  1. Queridos hermanos y hermanas, si bien es cierto que estas palabras fueron escritas como preparación a tan sublime acto, también es cierto que siguen teniendo una vigencia y una vitalidad muy nítida. Son y reflejan una contundente invitación para que, quienes hoy celebramos este septuagésimo segundo aniversario, hagamos un serio examen de conciencia, que nos lleve a darnos cuenta, si en verdad estamos asumiendo y correspondido al compromiso que nuestros padres hicieron, aquel dichosísimo día. Las circunstancias han cambiado, los tiempos son otros, la realidad es muy diferente, sin embargo, el amor y la devoción a nuestra Madre y Reina, siguen siendo los mismos. Como coherederos de una devoción centenaria, no podemos renunciar a ello, menoscabando la integridad de los valores que han forjado nuestra historia y que nos han dado identidad.  Desde nuestra realidad, misión y estado de vida, colaboremos para que los frutos que tan augusto acción prometía, sean una realidad en nuestra vida, familia, Iglesia y sociedad. —Como aquel día se dijo—: «Nosotros somos el gozo y  la corona de la Santísima Virgen María del Pueblito. En realidad el oro y las piedras preciosas, son nuestras almas y nuestros corazones».  Solo así, el honor y la dignidad de lo que ello implicó, será para nosotros, camino que nos conduzca a la gracia y al mismo tiempo a la caridad y al servicio de los demás. «La finalidad última del culto a la bienaventurada Virgen María es glorificar a Dios y empeñar a los cristianos en un vida absolutamente conforme a su voluntad» (Juan Pablo, Exhort. Apostol.  II, Marialis cultus, 39).
  1. Pidámosle a Ella que así como hoy, renovamos el deseo de verla coronada, también un día, cada uno de nosotros, cuando terminada nuestra peregrinación por esta tierra, interceda por nosotros, para que también nosotros seamos coronados por el Padre del Cielo y podamos entonces “cantar eternamente las misericordias del Señor”. Amén.

+ Faustino Armendáriz Jiménez

Obispo de Querétaro