HOMILÍA EN LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA CON MOTIVO DEL INICIO DE LA CUARESMA FERIA QUARTA CINERUM

HOMILÍA EN LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA CON MOTIVO DEL INICIO DE LA CUARESMA FERIA QUARTA CINERUM

Santa Iglesia Catedral, ciudad episcopal de Santiago de Querétaro, Qro.,  01 de marzo de 2017.

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Muy queridos alumnos y profesores de las escuelas: “Clemencia Borja” y” J.  Guadalupe Velázquez”,

Estimados hermanos y hermanas todos en el Señor:

  1. Con la costumbre cristiana de recibir la ceniza sobre nuestra cabeza, el día de hoy comenzamos en toda la Iglesia el santo Tiempo de Cuaresma, en el cual los cristianos buscaremos prepararnos para la celebración anual de los misterios centrales de nuestra fe en la Pascua, renovando solemnemente con toda la Iglesia las promesas de nuestro Bautismo y en donde los catecúmenos que así lo manifiesten, recibirán las gracias de la Iniciación Cristiana.
  1. Desde el s. IV este tiempo litúrgico, está caracterizado por ser un tiempo de penitencia, conversión y renovación espiritual para toda la Iglesia, de manera que reorientando la vida personal y comunitaria, —todos en la Iglesia—,  volvamos la mirada Dios que nos creó y nos llamó a ser sus hijos adoptivos, viviendo según sus mandamientos. Pues desafortunadamente, en muchas ocasiones nos hemos dejado vencer por el tentador y hemos caído en el pecado sea de palabra, de obra o de omisión. En este contexto, las palabras que acabamos de escuchar del profeta Joel: “Todavía es tiempo. Conviértanse a mí de todo corazón, con ayunos, con lágrimas y llanto; enluten su corazón y no sus vestidos” (Jl 2, 12). Son esperanzadores, pues nos dan la certeza de que Dios está dispuesto a recibirnos para perdonarnos y regenerarnos.
  1. Todavía es tiempo”. Debemos sentirnos dichosos de que Dios no vuelve a dar hoy otra oportunidad. No importan lo que hayamos hecho en nuestra historia. Aprovechemos esta nueva oportunidad para hacer un profundo acto de contrición y acercarnos a confesar. No sabemos si el día de mañana nuestra vida tendrá su fin. Nadie sabe ni el momento ni la hora. Por eso aprovechemos este tiempo que nos da Dios como una oportunidad para cambiar. Quizá hay cosas que llevamos cargando y no nos atrevemos a dejar. No dudes. Es tiempo de reconciliarte. De perdonar. De curar las heridas.
  1. Conviértanse a mí de todo corazón”. El llamamiento a la conversión aflora como tema dominante en todos los componentes de la liturgia de hoy. Ya en la antífona de entrada se dice que el Señor olvida y perdona los pecados de quienes se convierten; y en la oración colecta se invita al pueblo cristiano a orar par que cada uno emprenda “un camino de verdadera conversión”. La promesa de Dios es clara: si el pueblo escucha la invitación a convertirse, Dios mostrará su misericordia y colmará a sus amigos de innumerables favores. ¿Cómo hacer posible la conversión en nuestra vida? San Pablo en la carta a los romanos nos da la clave: “Que el pecado no siga dominando su cuerpo mortal, ni sean súbditos de los deseos del cuerpo. No pongan sus miembros al servicio del pecado como instrumentos del mal; ofrézcanse a Dios como hombres que de la muerte han vuelto a la vida, y pongan a su servicio sus miembros, como instrumentos del bien” (Rm 6, 12-13).
  1. El discípulo de Cristo debe hacer suya la victoria de Cristo y esto se realiza ante todo con el Bautismo, mediante el cual, unidos a Jesús, “de la muerte volvemos a la vida”. Ahora bien, para que Cristo pueda reinar plenamente en nosotros, los bautizados debemos seguir fielmente sus enseñanzas; nunca debemos bajar la guardia, para no permitir que el adversario de algún modo recupere terreno. ¿Cómo hacerle? ¿De qué medios nos podemos valer? ¿cómo vencer en la lucha entre la carne y el espíritu, entre el bien y el mal, una lucha que marca nuestra existencia? El profeta Joel señala algunas acciones concretas: “con ayunos, con lágrimas y llanto; enluten su corazón y no sus vestidos”. El elemento esencial de la conversión es en verdad la contrición del corazón: un corazón roto, golpeado por el arrepentimiento de los pecados. Este arrepentimiento sincero incluye de hecho el deseo de cambiar de vida e impulsa a ese cambio real y práctico. Nadie está libre de este empeño: todo hombre aún el más virtuoso, tiene necesidad de convertirse, es decir, volver  a Dios con más plenitud y fervor, venciendo aquellas debilidades y flaquezas que disminuyen nuestra orientación total hacia Él. El Papa Francisco en su visita a México en Ciudad Juárez nos ha dicho: “Llorar por la injusticia, llorar por la degradación, llorar por la opresión. Son las lágrimas las que pueden darle paso a la transformación, son las lágrimas las que pueden ablandar el corazón, son las lágrimas las que pueden purificar la mirada y ayudar a ver el círculo de pecado en que muchas veces se está sumergido. Son las lágrimas las que logran sensibilizar la mirada y la actitud endurecida y especialmente adormecida ante el sufrimiento ajeno. Son las lágrimas las que pueden generar una ruptura capaz de abrirnos a la conversión. Así le pasó a Pedro, después de haber renegado de Jesús; lloró y las lágrimas le abrieron el corazón” (Francisco, Homilía en la Misa en el área de la feria de Cd. Juárez, 02.2016). Pidámosle a Dios el don de las lágrimas, para sanar, para renacer, para vivir.
  1. Jesús en el evangelio (Mt 6, 1-6.16-18) añade algo esencial: “la oración”. “Ustedes hagan oración”. La oración une al hombre con Dios y alcanza su gracia cuando brota del santuario del corazón, peo no cuando se convierte en una vana ostentación o se reduce a un simple decir  palabras. Con respecto a la oración, se nos exhorta a “perseverar” y a “velar en ella, dando gracias” (Rm 12, 12, Col 4, 2), a “orar sin interrupción” (1 Ts 5, 17). Jesús está en el fondo de nuestro corazón. La relación con Dios está presente, permanece presente aunque estemos hablando, aunque estemos realizando nuestros deberes profesionales. Por eso, en la oración, está presente en nuestro corazón la relación con Dios, que se convierte siempre también en oración explícita. Durante estos cuarenta días recemos un poquito más. Al levantarnos. Al salir de casa para el colegio. Al llegar de clases. Al iniciar un examen. Al terminar el día. ¡Recemos! ¡Recemos!
  1. Queridos niños, jóvenes y maestros: mientras nos disponemos a recibir la ceniza en nuestra cabeza como signo de conversión y penitencia, abramos nuestro corazón a la acción vivificadora de la Palabra de Dios. La Cuaresma, que se caracteriza por una escucha más frecuente de esta Palabra, por una oración más intensa, por un estilo de vida austero y penitencial, ha de ser estímulo a la conversión y al amor sincero a los hermanos, especialmente a los más pobres y necesitados.
  1. En la circular que he enviado a todos con motivo de la Cuaresma les he invitado además a seguir algunas cosas muy concretas:
  1. Celebrar el “Día de la Caridad” el próximo 2 de abril, V Domingo de Cuaresma, colaborando mediante nuestras oraciones, ayunos, sacrificios y donaciones;
  2. Poner atención en buscar a los adultos que no han recibido aún la Iniciación Cristiana, para ofrecerles el proceso del Catecumenado y puedan así, recibir en la Pascua, la gracia que nos dan estos sacramentos;
  3. Organizar y predicar los ejercicios espirituales;
  4. Leer en comunidad o con diferentes grupos de la parroquia, el Mensaje del Papa Francisco para esta cuaresma;
  5. Acercarnos —pastores y laicos—, a recibir la gracia de la reconciliación mediante el Sacramento de la Penitencia, especialmente durante la Jornada24 Horas para el Señor”, en la proximidad del IV Domingo de Cuaresma.
  1. Todas estas cosas harán una cuaresma diferente. Les animo para que se atrevan a vivirla: rezando, ayunando, haciendo penitencia, escuchando al palabra de Dios, ayudando a los pobres y necesitados, confesándose y sentido dolor de los propios pecados. No se dejen envolver por una idea falsa de vivir la Cuaresma. Luchen contra todas las asechanzas del enemigo, confiando en la gracia.
  1. Que nos acompañe y nos guíe María, atenta Virgen de la escucha y humilde esclava del Señor. Así renovados en el espíritu, podremos llegar a celebrar con alegría la Pascua. Amén.

+Faustino Armendáriz Jiménez

Obispo de Querétaro