HOMILÍA EN LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA CON MOTIVO DE LA CLAUSURA DEL 2° ENCUENTRO NACIONAL “JUNTOS POR MÉXICO”

Centro de Congresos del Estado de Querétaro, Paseo de las Artes 1531-B, Delegación Josefa Vergara, Querétaro, Qro., a 08 de octubre de 2017.

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Queridos hermanos y hermanas todos en el Señor:

  1. En el evangelio de este domingo (Mt 21, 33-43), Jesús dirigiéndose a los sacerdotes y ancianos del pueblo, les habla alegóricamente de la “imagen de la viña”. Imagen que para ellos representaba una de las figuras más importantes y sobresalientes para referir la predilección de Dios por al pueblo de Israel (Is 5, 1-7). Esta viña, no es cualquier viña, sino que es una viña plantada por el propio dueño, quien tuteló y proveyó de todo lo necesario para que ésta diese frutos dulces. Lo ideal es que a esta viña no le falte nada para que sus frutos sean dulces y sabrosos. Sin embargo, las circunstancias le llevaron a la necesidad de arrendarla a unos viñadores y el dueño se fue de viaje. Al momento de la cosecha el dueño exige, como es debido, las ganancias producidas, enviando en su nombre a los criados para que ellos las reciban. Lo curioso es que ante esto, los viñadores se niegan a dar al dueño lo que es justo, maltratan a los criados e incluso, asesinan al propio hijo.
  2. La imagen de la viña, con sus implicaciones morales, doctrinales y espirituales aparecerá de nuevo en el discurso de la última Cena, cuando, al despedirse de los Apóstoles, el Señor dirá: “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta; y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más fruto” (Jn 15, 1-2). Por consiguiente, a partir del acontecimiento pascual la historia de la salvación experimentará un viraje decisivo, y sus protagonistas serán los “otros labradores” que, injertados como brotes elegidos en Cristo, verdadera vid, darán frutos abundantes de vida eterna (cf. Oración colecta). Entre estos “labradores” estamos también nosotros, injertados en Cristo, que quiso convertirse él mismo en la “verdadera vid”. Pidamos al Señor, que nos da su sangre, que se nos da a sí mismo en la Eucaristía, que nos ayude a “dar fruto” para la vida eterna y para nuestro tiempo
  3. Queridos hermanos y hermanas que han participado en este 2° Encuentro “Juntos por México”, esta viña del Señor es la Iglesia y nos la ha confiado a todos los bautizados, para que trabajando en ella, contribuyendo de tal manera que dé frutos dulces y sabrosos. Sin embargo, podemos correr el riesgo de apoderarnos de ella, destruirla e impedir que dé frutos abundantes, olvidándonos que somos los administradores y no los dueños. En algún momento del día el Señor nos pedirá cuentas de lo que es suyo. ¿Cuál es nuestra actitud? ¿Somos conscientes que si el Señor nos ha confiado su Iglesia es porque realmente sabe que la deja en buenas manos? ¿Somos conscientes que la obra es de Dios y no nuestra?
  4. Sin duda que este Encuentro nos servirá de mucho para que desde la misión, que cada uno de los laicos realiza en su movimiento o asociación, contribuya para cultivar y guardar mejor la viña del Señor. El Señor nos pide que cuidemos de su Iglesia, cultivando y guardando los valores que la han fundado y que la sostienen; valores como la vida desde su natural concepción hasta su muerte natural, la familia entre un hombre y una mujer, la paz, la libertad religiosa y de conciencia, la verdad y sobretodo la fe. Estamos atravesando una etapa coyuntural de la historia donde la familia, sufre una de las perores persecuciones ideológicas, considerándola ésta como una institución que ha pasado de moda y ha perdido su misión. Como se ha afirmado en el pasado Sínodo sobre la familia: existen “tendencias culturales que parecen imponer una afectividad sin límites, […] una afectividad narcisista, inestable y cambiante que no ayuda siempre a los sujetos a alcanzar una mayor madurez” (cf. AL, 41). El debilitamiento de la fe y de la práctica religiosa en algunas sociedades afecta a las familias y las deja más solas con sus dificultades (cf. AL, 42).
  5. Recientemente se hemos celebrado el centenario de la promulgación de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que ha propiciado el nacimiento del Estado; sin duda que ha sido la oportunidad de mirar al pasado y descubrirnos una sociedad in fieri, es decir, en proceso de llegar a ser lo que realmente hemos de ser, pues falta mucho por hacer, sobretodo cuando nos damos cuenta que la desigualdad, la pobreza, la marginación, la dependencia económica y política con el país vecino y otras muchas realidades tristes, merman los ideales y los principios del estado libre y soberano. Sin embargo, como nos ha dicho el Papa Francisco en su viaje a nuestra patria “Esto no es sólo un asunto de leyes que requieran de actualizaciones y mejoras —siempre necesarias—, sino de una urgente formación de la responsabilidad personal de cada uno, con pleno respeto del otro, como corresponsable en la causa común de promover el desarrollo nacional. Es una tarea que involucra a todo el pueblo mexicano en las distintas instancias, tanto públicas como privadas, tanto colectivas como individuales” (Discurso a las autoridades, a la sociedad civil y al cuerpo diplomático, 13/02/2016).
  6. Ante esta realidad tan emergente, san Pablo nos aconseja algo que es fundamental. Para cultivar y guardar bien la viña del Señor en su dimensión humana y divina, es preciso que nuestro corazón y nuestra mente estén custodiados en Jesucristo por la “paz de Dios, que supera todo juicio” y que siguiendo su ejemplo “pongamos por obra cuanto hemos aprendido y recibido de él, todo lo que nos ha dicho y que le hemos visto hacer” (cf. Flp 4,7-9). De este modo, nuestros pensamientos y nuestros proyectos serán conformes al querer de Dios: formar un pueblo santo que le pertenezca y que produzca los frutos del Reino de Dios (cf. Mt 21,43).
  7. El laicado comprometido en México no es poco, el bastión de militantes en los distintos movimientos y asociaciones a las que cada uno de ustedes representa, debe ser hoy para la Iglesia y para la nación mexicana, la esperanza de promover una Iglesia y una sociedad viva que a su debido tiempo, ofrezca al dueño de la mies, los frutos que en justicia le corresponden. Como Presidente de la Dimensión Episcopal para los Laicos, les animo y les exhorto para que ofrezcan todos sus carismas y sus proyectos al servicio de la Iglesia y de la sociedad. No escatimen en la comunión, ni mucho menos en la misión. Es necesario que hagamos de estas dos realidades la distinción de todo el ser y quehacer social y eclesial.
  8. La palabra de Dios en este día nos anima al decirnos con el evangelista: “La viña no será destruida… es una obra del Señor, es un milagro admirable” (cf. Mt 21, 42-43). Mientras abandona a su suerte a los viñadores infieles, el propietario no renuncia a su viña y la confía a otros servidores fieles. Que a todos el Señor nos de la sabiduría necesaria para poder cultivar su viña con sabiduría y con responsabilidad.
  9. Que la Santísima Virgen María, nos enseñe el camino para poder custodiar y cultivar la obra de su Hijo Jesucristo. Amén.

 

+ Faustino Armendáriz Jiménez

Obispo de Querétaro