HOMILÍA EN EL INICIO DE CURSOS ACADÉMICOS DEL SEMINARIO CONCILIAR DE QUERÉTARO (SEMINARIO MAYOR)

Capilla de teología, Seminario Conciliar de Querétaro, Hércules 216 Pte., Hércules, Santiago de Querétaro, Qro., 13 de agosto  de 2018.

Año Nacional de la Juventud

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Muy estimados padres formadores,
Apreciados profesores,
Queridos seminaristas de las etapas “discipular” y “configuradora”:

 

  1. Puesta nuestra confianza en el Señor, esta mañana hemos querido dar inicio, a los cursos académicos en este Seminario, invocando el Espíritu Santo, de tal manera que sea él quien nos auxilie con su gracia para poder continuar formando, según el corazón de Dios, la mente, el corazón y la vida de cada uno de ustedes, futuros pastores.
  1. Los tiempos presentes con sus valores y bondades, desafíos y exigencias, han propiciado que como Iglesia, entremos en un proceso de discernimiento, reflexión y estudio, de tal manera que asimilando los lineamientos dados por el Concilio Vaticano II, la Exhort. Apost. Post. Pastores dabo vobis, y la Ratio Fundamentalis Institutionis Sacedotalis de 1970 y la reciente del 8 diciembre de 2016, hoy podamos entender que quienes aspiran al sacerdocio, han de entrar en un proceso de discipulado y configuración, cada vez más profundo, a partir de cuatro notas características. Estas son: única, integral, comunitaria y misionera.
  • Única: la formación de los sacerdotes es la continuación de un único camino discipular que comienza con el Bautismo y se perfecciona con los demás Sacramentos de la Iniciación Cristiana, es reconocido como centro de la vida en el momento del ingreso al seminario y continua durante toda la vida.  Es esencial entender esta nota, pues sin duda que la primera llamada que Dios nos hizo fue a ser cristianos,  discípulos suyos.  Un seminarista que  ha perdido de vista su ser bautismal, va fraguando su vocación en una idea o en un sentimiento romántico. Por eso jóvenes, tengan siempre presente el día en que recibieron su Bautismo y los demás Sacramentos de la Iniciación Cristiana. Cuando tenga una crisis recurran a su ser bautismal, al Espíritu Santo y por ninguna circunstancia dejen de alimentarse de la Eucaristía.  ¡No se dejen robar la identidad Cristiana!
  • Integral: es decir, que tenga en cuenta las cuatro dimensiones propuestas por la Pastores dabo vobis, que en conjunto componen y estructuran la identidad del seminarista y del sacerdote y, además, lo capacitan para el don de sí mismo en la Iglesia. Por eso, aunque este año estaremos enfatizando la Dimensión Vocacional, bajo el lema: “Escucha, discierne y vive con alegría la llamada del Señor”, no podemos descuidar las otras tres. El entero proceso formativo no se puede reducir a un solo aspecto, en detrimento de los otros, sino que se realiza siempre como un camino integral del discípulo llamado al presbiterado. De nada serviría que se formasen como pequeños seres amorfos; muy espirituales pero poco humanos; muy intelectuales pero poco espirituales; muy humanos pero poco intelectuales; muy convencidos de su vocación pero carentes de cualquiera de estas otras tres dimensiones. Estén atentos para que no vayan a terminar el seminario como sacerdotes hándicap.

Vivimos en la era digital y esto nos debe comprometer para que integralmente, podamos formarnos y sepamos correctamente hacer uso de los medios de comunicación como es el teléfono móvil y las redes sociales como Facebook, Twitter, Instagram, etc. Estemos atentos para este mundo digital, que pareciera nos supera, no nos envuelva y nos haga presa de todas aquellas  realidades que están lejos de los fines para los cuales fueron inventadas, lamentablemente muchas veces, orillándonos a perder la identidad, el respeto y muchas veces la vocación. ¡No se dejen robar la integridad de la formación!

 

  • Comunitaria: la vocación al sacerdocio es don de Dios a la Iglesia y al mundo, es un vía para santificarse y santificar a los demás, que no se reconoce de manera individual, sino teniendo siempre como referencia una porción concreta del pueblo de Dios. Tal vocación es descubierta y acogida en el seno de una comunidad, se forma en el seminario en el contexto de una comunidad educativa, que incluye a los diversos componentes del pueblo de Dios, para que cada uno de ustedes seminaristas,  mediante la ordenación llegue a formar parte de la familia del presbiterio, al servicuo de una comundiad concreta. Por eso jóvenes seminaristas, aprovechen y valoren su familia, la primer comunidad que los vio nacer y donde se gestó su vocación; aprovechen su pequeña comunidad con la cual podrán experimentar  una transformación de su vida y de sus costumbres a la luz de la palabra de Dios, leída y meditada. Aprovechen la gran comunidad, que sin duda es rica y tiene mucho que ofrecerles y la cual cada uno enriquecerá con sus dones y virtudes.  “¡No se dejen robar la comunidad!” (EG, 92).

 

  • Misionera: dado que el discípulo sacerdote proviene de la comunidad cristiana y a ella regresa, para servirla y guiarla, la formación se debe caracterizar por el gran sentido misionero, pues tiene como finalidad la participación en la única misión confiada por Cristo a su iglesia: la evangelización en todas sus formas. Es importante que este Seminario forme discípulos misioneros enamorados del Maestro, “pastores con olor a oveja” que vivan en medio del rebaño,  para servirlo y llevarle la misericordia de Dios. Si hoy son muchas las mega tendencias y los desafíos pastorales, en 20 años que ustedes serán sacerdotes, la realidad será otra. Por eso, desde ahora convénzanse que si algo quieren hacer, el único camino es y será la misión. ¡No se dejen robar la alegría misionera!
  1. Estas cuatro notas esenciales de la formación sacerdotal, deberán ser como un “prisma” de tal manera que cualquiera de sus cuatro lados refleje la totalidad. Así al terminar las etapas de filosofía, a la que hora nos referiremos como etapa “discipular” y la teología a la que nos referiremos como etapa “configuradora”, en la que cada uno de ustedes se encuentra respectivamente, permitirá el paso a la etapa siguiente, solo a aquellos seminaristas que, además de haber superado satisfactoriamente los exámenes previstos, hayan alcanzado el grado de madurez humana y vocacional que se requiere para cada etapa.
  1. Queridos seminaristas, llama la atención que  la lectura del profeta Ezequiel  (1, 2-5. 24-28)  que acabamos de escuchar, es el inicio del libro y lo que vemos es la llamada del profeta, quien se encontraba en una crisis política, deportado al orilla del Río Quebar, allí donde el pueblo se encuentra sumergido en males, y Dios le muestra una visión “una figura de aspecto humano” para darle a entender que es el hombre al que tiene que salvar. Que Dios no es un Dios lejano, sino cercano que está sumergido en la historia.

Ustedes están en la etapa donde su vocación está madurando; la realidad hoy es que muchos  hombres y mujeres viven exiliados, desterrados de sus familias, por la pobreza, la violencia y el sufrimiento. Es a ellos a quienes hay que liberar. Es a ellos a quienes hemos de anunciar un Dios cercano. Un Dios humano, encarnado. Es a ellos a quienes  hemos de anunciarles que Jesucristo “ya pagó por él y por cada uno de nosotros” (cf. Mt 17, 27).

  1. Hoy constatamos cada vez más que el mundo quiere salvarse sin Dios, quiere salir de la crisis sin Dios, quiere vivir sin la vida que nos ofrece Jesucristo; por lo tanto, los futiros sacerdotes deberán ser ministros de la redención. Les animo para que se formen para esto con todas sus fuerzas; el mundo nos necesita, la realidad necesita de Dios. El proyecto formativo les ayudará a reconducir a Cristo todos los aspectos de su personalidad, de tal modo que lleguen a ser conscientemente libres para Dios y para los demás. Si su idea es dedicar su vida para anunciar a Cristo crucificado y resucitado, necesitan previamente, cada uno de ustedes, encontrarse con él y experimentar su pasión, muerte y resurrección.
  1. Que al iniciar este curso, la Santísima Virgen de Guadalupe, sea para ustedes el modelo de la mujer que en la integridad de su fe, supo dejare moldear para llegar a ser la Madre del Salvador. Amén.

 

+ Faustino Armendáriz Jiménez

Obispo de Querétaro