HOMILÍA: CONSAGRACIÓN EN EL ORDO VIRGINUM. Hna. Florencia Nancy Maldonado Rubio.

HOMILÍA EN LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA CON MOTIVO DE LA CONSAGRACIÓN EN EL ORDO VIRGINUM DE LA HNA FLORECIA NANCY MALDONADO RUBIO
Templo parroquial de la Parroquia de Santiago Apóstol, Jalpan de Serra, Qro., 03 de septiembre de 2016.
Año de la misericordia
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Queridos hermanos Sacerdotes,
muy queridas hijas del Orden de las Vírgenes,
queridos consagrados y consagradas,
queridos jóvenes,
hermanos y hermanas todos en el Señor:

1. Rodeados de la belleza natural de estas montañas y custodiados por la herencia arquitectónica que nos dejó como legado espiritual San Junípero Serra, plasmada en esta hermosa misión de Santiago de Jalpan, esta mañana unidos en oración, queremos acompañar a nuestra Hna. Florencia Nancy Maldonado Rubio, quien tras un camino de acompañamiento y de discernimiento, hoy quiere consagrar su vida toda a Dios, para alabanza de su nombre, “siendo en el mundo un signo trascendente del amor de la Iglesia por Cristo e imagen escatológica de la esposa celestial y de la vida futura” (cf. Ritual de la consagración de las vírgenes, p. 235).

2. Jesús en el evangelio propone este estilo de vida no como una renuncia a la conformación de una familia, sino como una vocación que hace brillar la imagen de la Esposa inmaculada unida a su Señor glorioso. Esta renuncia no debe ser en ningún caso, efecto de una mutilación material, reprobada siempre por lo interpretes del evangelio, sino fruto de una decisión enérgica de la voluntad, que deje orientada, siempre la actividad vital del hombre hacia un destino ultraterreno.

3. La Iglesia desde los primeros años de su existencia, ha visto en este carisma un baluarte y una riqueza. Sus raíces son antiguas, se remontan a los inicios de la vida evangélica, cuando, como novedad inaudita, el corazón de algunas mujeres comenzó a abrirse al deseo de la virginidad consagrada, es decir, al deseo de entregar a Dios todo su ser, que había tenido en la Virgen de Nazaret y en su «sí» su primera realización extraordinaria. El pensamiento de los Padres ve en María el prototipo de las vírgenes cristianas y muestra la novedad del nuevo estado de vida al que se accede mediante una libre elección de amor.

4. Hoy, celebramos que una hija de esta comunidad parroquial quiera abrazar este estilo de vida, pues sin duda que es un signo claro que el Espíritu Santo sigue conduciendo a la Iglesia y la sigue enriqueciendo con estos carismas.

5. El rito de la consagración nos permite descubrir de manera clara y hermosa los rasgos esenciales que definen la identidad de una Virgen Consagrada.

a. En primer lugar está el llamamiento de la Virgen: la llamada la hace Dios; es por eso que está después de la proclamación del evangelio. Una llamada para hacer vida el evangelio. en este caso a ejemplo de la Virgen María quien con su sí cambió la historia (Lc 1, 39–56). Una llamada para ser esposa virgen (Cantar 2, 2-18), cuyo a mor sea sincero, limpio, puro, libre, esperanzador (Rm 1, 22-31). Una llamada que exige una respuesta clara y contundente: “Heme aquí porque me has llamado”.

b. Después de la homilía el obispo interroga a la virgen con la intención de poner de manifiesto su sentir y el sentir de la Iglesia. Me fijo solamente en una de las tres preguntas: “¿Quieres emprender el seguimiento de Cristo, propuesto en el Evangelio, de tal manera que tu vida sea un testimonio especial de caridad y un signo del reino futuro?”. El seguimiento de Cristo es según el camino del evangelio, hasta tener los mismos sentimientos de Cristo. No hay séquela Christi sin encutro con el evangelio. Así es Dios nos pide nuestro consentimiento para poder hacer grandes obras por nosotros.

c. Inmediatamente después viene la súplica litánica, mientras la virgen se postra rostro en tierra, unidos la coro de los santos, pedimos a Dios que sea él quien bendiga santifique y consagre a esta elegida. Nada en la vida de los consagrados es sin la oración y la ayuda de Dios. En esta oración los santos son nuestros primeros y principales abogados.

d. Una vez que termina la oración de los santos, la virgen renueva su propósito de castidad, mediante el cual hace su oblación a Dios, para que con su gracia pueda perseverar a lo largo de toda su vida. San Agustín dice: “Haciendo así posible la imitación de la vida celeste en cuerpo mortal, no en virtud de un precepto, sino de una promesa libre. No a consecuencia de una obediencia necesaria, sino de una elección de amor” (cf. Acerca de la santa Virginidad, IV). El propósito incide sobre la castidad (perfecta castitas) y el seguimiento de Cristo (sequela Christi) pero está claro que el seguimiento de Cristo ‘así entendido incluye los otros consejos evangélicos, constitutivos de la vida consagrada (canon 573, 1 )» sin los cuales el propósito no sería verdaderamente evangélico.

e. Viene la oración consecratoria. Esta oración tiene forma de un gran prefacio. Comienza alabando los maravillosos efectos de la Encarnación. Dios no se ha contentado – se dice en la oración – con devolver al hombre su primitiva inocencia, sino que te ha concedido imitar la perfección de los ángeles. La virgen que, en su perfecta integridad se entrega a Dios, realiza este ideal. Dios ha abierto ante el alma humana la posibilidad de un encuentro con su Hijo, y, el matrimonio, por muy grande y santo que sea, sólo es una imagen imperfecta de ese encuentro; por su compromiso, la virgen es admitida en la intimidad del Esposo divino. Pero, continúa el texto, ¿cómo podría una criatura humana aspirar a tal honor si Dios no la inspirase la atracción hacia ello y no la ayudase a realizarlo? En efecto, muchos obstáculos se presentan en el camino de la que abraza tal ideal. Por eso la segunda parte de la oración adopta la forma de súplica: «Te pedimos, pues, Señor, que protejas con tu auxilio y guíes con tu luz a esta hija tuya, que desea que tu bendición confirme y consagre su propósito ». Las virtudes propiamente virginales son, evidentemente, la reserva, pero también la prudencia, la modestia, la dulzura y sabiduría, la gravedad y delicadeza, la casta libertad y, sobre todo, la caridad.

f. Finalmente vienen las entregas de las insignias. Para que se manifieste de manera privilegiada la gracia que ha sido derramada en la virgen recién consagrada, se le entregan el anillo “signo de sus desposorios con Cristo”; la Liturgia de las Horas, mediante las cuales le habrá a Dios; y el velo, signo de la consagración, para que sea reconocida entre las hijas de Dios.

6. Este panorama resumido del Rito de Consagración de vírgenes permite ver que no es fácil ser una auténtica virgen consagrada. Esta vocación supone madurez afectiva y psicológica, capacidad para vivir soledad, aunque se tenga una vida de relación. Hacen falta, igualmente, las virtudes evangélicas que enumera la magnífica oración consecratoria. Sn embargo, es Dios quien da las gracias necesarias.

7. Querida hermana Nancy, con esta consagración Usted está llamada a reflejar todo los aspectos de una esposa, especialmente el amor, la fidelidad y la fecundidad espiritual. En María tendrá Usted el Icono perfecto para que sepa cómo Ella, llevar el evangelio de la alegría. Especialmente en aquellas realidades difíciles en la cuales muchos hombre y mujeres se encuentran. Impulsada por el Espíritu Santo, consagra su castidad para amar más ardientemente a Dios y servir con más libertad a sus hermanos. ¡Lleve con su estilo de vivir la alegría del Evangelio, especialmente a los ancianos y los más alejados física y existencialmente! Es significativo que Usted hace su consagración en el contexto del Jubileo Extraordinario de la Misericordia. Acontecimiento que pone el sello de Dios en su corazón mediante el ejercicio de la misericordia. En días pasados el Papa Francisco decía: “La misericordia no es «buenismo», ni mero sentimentalismo. Es la verificación de la autenticidad de nuestro ser discípulos de Jesús” (Tuit, 21 /08 /2016). Que sea para Usted la misericordia, la clave auténtica de su real y verdadera consagración narración.

8. Que la Santísima Virgen María, Madre de la misericordia, le acompañe a lo largo de toda su vida y que unida a Ella en la oración, la fecundidad espiritual sea capaz de engendrar para Dios.

+ Faustino Armendáriz Jiménez
Obispo de Querétaro