S.S. Francisco recuerda a Wojtyla: ejemplo para jóvenes, enfermos y esposos

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Dialoguemos, no le ladremos al otro; El Papa durante la audiencia jubilar: si los padres y los hijos, maridos y mujeres, profesores y alumnos, “dirigentes y obreros” no se escuchan y se gritan, las relaciones no acabarán bien. El recuerdo de san Juan Pablo II, a 38 años del inicio de su Pontificado

22/10/2016
DOMENICO AGASSO JR.
CIUDAD DEL VATICANO

Escuchen, expliquen con mansedumbre, no griten. Este es el diálogo, que es fundamental en la vida cotidiana para hacer que sean buenas y virtuosas las relaciones de cada día en la familia, en la escuela, en el trabajo. Fue lo que explicó Papa Francisco durante la audiencia jubilar de hoy, 22 de octubre de 2016, en la Plaza San Pedro. El Pontífice invitó a no «ladrarle» al otro», y subrayó que querer frenar al otro mientras está tratando de explicarse es una agresión.

El obispo de Roma reflexionó sobre el Evangelio de Juan, en el que se narra el encuentro de Cristo con la samaritana. «Lo que sorprende -dijo Bergoglio- es el diálogo tan fuerte entre la mujer y Jesús. Esto hoy nos permite subrayar un aspecto muy importante de la misericordia, que es justamente el diálogo, que permite a las personas conocerse y comprender las exigencias los unos de los otros».

«Antes que nada -destacó Papa Francisco- es un signo de gran respeto, porque pone a las personas en actitud de escucha y en la condición de percibir los mejores aspectos del interlocutor. En segundo lugar, el diálogo es expresión de caridad, porque, incluso sin ignorar las diferencias, puede ayudar a buscar y compartir el bien común. Además, el diálogo nos invita a ponernos frente al otro viéndolo como un don de Dios, que nos interpela y que pide ser reconocido».

«Pero si yo -observó el Papa- no dejo que el otro diga todo lo que tiene en el corazón y comienzo a gritar. pero hoy se grita tanto. no acabará bien la relación entre nosotros, no acabará bien la relación entre marido y mujer, entre padres e hijos». Y explotó el aplauso de alrededor de 100 mil personas.

«Cuántas veces -recordó- interrumpimos al otro para decirle: «No, no, no es así». Pero, esta es agresión: dialogar es escuchar lo que me dice el otro y decir con mansedumbre lo que pienso yo».

«Escuchar -insistió-, explicar, mansedumbre, no ladrarle al otro, no gritar, ¿eh?, corazón abierto». Y hubo otro aplauso.

Papa Bergoglio insistió en que hay que «dialogar y escuchar lo que me dice el otro y decir con mansedumbre lo que pienso; si las cosas van así, la familia, el barrio, el lugar de trabajo irán mejor».

De diálogo «vive la Iglesia con los hombres y con las mujeres de todos los tiempos, para comprender las necesidades que hay en el corazón de cada persona y para contribuir en la realización del bien común. Pensemos en el gran don de la Creación y en la responsabilidad que todos tenemos de salvaguardar nuestra casa común: el diálogo sobre un tema tan central es una exigencia ineludible». Francisco exhortó a pensar en el «diálogo entre las religiones, para descubrir la verdad profunda de su misión entre los hombres, y para contribuir en la construcción de la paz y de una red de respeto y de fraternidad».

El diálogo, insistió Francisco, «derriba los muros de las divisiones y de las incomprensiones, crea puentes de comunicación y no permite que ninguno se así, encerrándose en su pequeño mundo».

De ahí que Francisco haya recalcado que «dialogar ayuda a las personas a humanizar las relaciones y a superar las incomprensiones». E insistió en la necesidad de diálogo en las familias, entre los padres y los hijos o entre los maestros y los alumnos e incluso entre los dirigentes y los obreros, a fin de descubrir las exigencias mejores del trabajo.

Tras recordar que la misma Iglesia vive del diálogo con los hombres y las mujeres de todo tiempo, y del mismo diálogo entre las religiones, para descubrir la verdad profunda de su misión, el Pontífice concluyó esta catequesis afirmando que todas las formas de diálogo son expresión de la gran exigencia del amor de Dios, que sale al encuentro de todos y de cada uno poniendo su semilla de bondad para que colaboremos en su obra creadora.

Al saludar al grupo de polacos que estaban presentes en la Plaza San Pedro, dedicó también un recuerdo a san Juan Pablo II. «Exactamente hace 38 años, a esta hora, en esta plaza, resonaban las palabras dirigidas a los hombres de todo el mundo: ¡No tengan miedo!. Es más, abran de par en par las puertas a Cristo. Estas palabras las pronunció al inicio de su Pontificado Juan Pablo II, Papa de profundísima espiritualidad, plasmada por la milenaria herencia de la historia y de la cultura polaca, transmitida en el espíritu de fe, de generación en generación».
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