¿Por qué la Iglesia recuerda el Holocausto?

Luis-Fernando Valdés

 

El Papa Francisco visitó por primera vez la Sinagoga de Roma. Ahí el Santo Padre fue ovacionado cuando saludó a un grupo de sobrevivientes de la Shoa. ¿Por qué es importante para la Iglesia la memoria del Holocausto judío de la Segunda Guerra Mundial?

 

1. Contexto. Se cumplen 50 años de la Declaración “Nostra Aetate” [‘Nuestra época’], que es uno de los documentos del Concilio Vaticano II. Este texto originó un profundo cambio en las relaciones de la Iglesia Católica con el Pueblo Judío.

Como lo recuerda un Documento reciente de la Santa Sede (10 dic. 2015), “la sombra oscura y terrible de la Shoah sobre la Europa del período Nazi” fue lo que “llevó a la Iglesia a reflexionar de nuevo sobre sus vínculos con el Pueblo Judío” (cfr.n. 1).

Juan Pablo II buscó, con otro Documento anterior (16 mar. 1998), contribuir “verdaderamente a curar las heridas de las incomprensiones e injusticias del pasado”, con la esperanza de que la memoria del Holocausto pueda “cumplir su papel necesario en el proceso de construcción de un futuro en el que la inefable iniquidad de la Shoah no vuelva a ser nunca posible.”

90583732. “Hermanos mayores”. Desde Pío XII (1939-1958), la relación de los pontífices con el Pueblo Judío ha buscado tender puentes de entendimiento y solidaridad. Y de una relación conflictiva por parte de la Iglesia, que incluyó conversiones forzadas, se pasó a la búsqueda de la fraternidad.

Así, Juan Pablo II, en su discurso en la Sinagoga de Roma (13 abril 1986), afirmó: “la religión Judía no nos es ‘extrínseca’, sino que en cierto modo, es ‘intrínseca’ a nuestra religión. Por tanto tenemos con ella relaciones que no tenemos con ninguna otra religión. Sois nuestros hermanos predilectos y en cierto modo se podría decir nuestros hermanos mayores”.

3. Las raíces judías del Cristianismo. El reciente 17 de enero, el Santo Padre visitó el Templo Mayor, en el marco de la “Jornada de diálogo entre católicos y judíos”. Francisco en su Discurso recordó que “auténtica transformación que ha tenido en los últimos cincuenta años la relación entre los cristianos y los judíos. La indiferencia y la oposición dieron paso a colaboración y benevolencia. De enemigos y extraños hemos pasado a ser amigos y hermanos”.

Y explicó el camino trazado por la Declaración “Nostra Aetate”: “ ‘sí’ al redescubrimiento de las raíces judías del cristianismo; ‘no’ a cualquier forma de antisemitismo, y en consecuencia la condenación de toda injuria, discriminación y persecución”.

El Papa subrayó los motivos de orden religioso y teológico que tiene la Iglesia para este acercamiento con los judíos. Explicó que “los cristianos, para comprenderse a sí mismos, no pueden dejar de hacer referencia a las raíces judías, y la Iglesia, mientras que profesa la salvación por la fe en Cristo, reconoce la irrevocabilidad de la Antigua Alianza y el amor constante y fiel de Dios por Israel.”

Francisco invitó que esta unidad teológica conlleve a afrontar los desafíos de hoy, como la paz. Y por eso el Pontífice animó a poner alto a los conflictos a nombre de Dios, pues afirmó que “la violencia del hombre contra el hombre está en contradicción con toda religión digna de este nombre, y en particular con las tres grandes religiones monoteístas”.

El acercamiento entre la Iglesia y el Pueblo Judío nos enseña que es posible superar los conflictos a nombre de la religión. La clave está en buscar las raíces religiosas comunes, en vez de buscar las diferencias políticas e históricas. Por eso, para la Iglesia reconocer hoy la Shoa es honrar esas raíces comunes que hacen posible la paz.