Palabra Dominical: ¡Qué bien nos viene el aliento de Jesús!

DOMINGO DE PENTECOSTES

Del santo Evangelio según san Juan: 20, 19-23

 

pentecostes-fanoAl anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros.»

Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».

Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos». Palabra del Señor.

 

Todos hemos recibido el Espíritu Santo desde el día de nuestro Bautismo, la misma fuerza y luz que recibieron los apóstoles en Pentecostés. Sin embargo, en muchas ocasiones no se nos nota. Por ello esta gran solemnidad es una buena oportunidad para retomar responsablemente el compromiso de vivir impulsados y guiados por el Espíritu Santo. Porque ese mismo Espíritu, que procede del Padre y guía a la verdad plena, tiene la misión  de confirmar en la fe y dar valor para proclamar el evangelio. Toca en cada puerta y espera respuesta. Dona fuerza, haciendo llover lenguas como de fuego. En muchos hace renacer la esperanza y es un bálsamo para aquellos que ofrendan la vida en el nombre de Cristo.

El Papa Francisco quiere hacernos reaccionar al respecto diciéndonos: “un cristiano y una comunidad que están ‘sordos’ a la voz del Espíritu Santo que los condujo a llevar el Evangelio a los confines de la tierra y de la sociedad, se convierten también en un cristiano y una comunidad ‘muda’ que no hablan y no evangelizan”.

Pentecostés, celebración cincuenta días después de la pascua, era en Israel una fiesta agraria. Hoy los cristianos conmemoramos  la donación del Espíritu Santo, que llevó a sus discípulos a proclamar la buena nueva a todos aquellos que se encontraban en la ciudad. Además Pentecostés es también la fiesta del nacimiento de la Iglesia.

En Pentecostés aparecen elementos que nos ayudan a describir la fuerza de la vida, que aparecen en el acontecimiento que hoy celebramos: fuego, aliento, soplo y la fuerza que hace todo nuevo. Cuando alguien ha estado dispuesto a recibir el Espíritu Santo y es consciente de ello, se le nota  enseguida. Tienen un aire distinto que no huele a amargura, mas en ellos todo es novedad, frescura y llegamos a preguntarnos ¿De dónde le viene a esa persona ese rostro de alegría y esa fuerza permanente para la entrega envuelta en esperanza? Le vienen del Espíritu que él nos envía y que ayuda a quietar los miedos y la falta de audacia y valentía.

Las mujeres y los discípulos recibieron la noticia de la resurrección, sin embargo no se les quito el miedo, y se nos dice que vivían muertos de miedo, lo cual les llevo a encerrarse a cuatro paredes. Conocían la noticia pero no la creían, o si la creían era con una fe que no les modificaba la vida. ¿Nos pasara a muchos algo semejante? ¿Somos creyentes que decimos que creemos y seguimos llenos de miedo, sin Espíritu? ¿Vivimos un cristianismo apagado, más edificado sobre temores que sobre la alegría y la fuerza de  la vida nueva?

Afortunadamente, solo en Pentecostés, cuando recibieron el Espíritu, todo cambio. Por eso los Obispos en el documento de Aparecida expresamos con esperanza: “¡Necesitamos un nuevo Pentecostés! ¡Necesitamos salir al encuentro de las personas, las comunidades y los pueblos para comunicarles y compartirles el don del encuentro con Cristo… ¡ No podemos quedarnos tranquilos en espera pasiva en nuestros templo, sino urge salir en todas las direcciones…”

Confiemos en Jesús que se hace presente a los amedrentados discípulos y les da la paz. Después, como en una nueva creación, exhala su aliento. Este día de Pentecostés es otro día de creación, la nueva creación. Les da su aliento para una existencia nueva. ¡Qué bien nos viene el aliento de Jesús!, sobre todo cuando nos quedamos sin respiración. Jesús nos dice ¡Mucho ánimo! Esto es Pentecostés en medio de los miedos y cerrojos de los discípulos. Esto es Pentecostés en medio de nuestras resistencias y pastorales de conservación que frenan la transmisión de la alegría del evangelio. En Pentecostés, recibamos el aliento de Jesús.

 

† Faustino Armendáriz Jiménez

Obispo de Querétaro