Orientaciones Pastorales para la mejor vivencia y aprovechamiento del Año de la Pastoral Litúrgica

Plaza “Presbyterorum Ordinis”, Seminario Conciliar de Querétaro, lunes 18  de noviembre de 2013.
Annus Fidei – Año de la Pastoral Litúrgica– Año Jubilar Diocesano

Hace tiempo, el entonces Cardenal J. Ratzinger escribió un libro que tituló  “Un canto nuevo para el Señor. La fe en Jesucristo y la liturgia hoy” donde afirmaba: “En el trato que le demos a la liturgia se decide el destino de la fe y de la Iglesia” (Salamanca 1999). Lo que refleja una convicción en su formación y forma de pensar y, que más tarde, cuando asumió el pontificado con el nombre de Benedicto XVI, marcó un estilo de celebrar la liturgia. Esto no quiere decir que la celebración sea cuestión de estilos, o cuestión de modas, sino el hecho de comprender  y ser conscientes de las cosas que en la vida de a iglesia son esenciales; resalto la frase pues considero que es iluminadora y profética ahora que nos disponemos a continuar con nuestro procero evangelizador mediante el año de la Pastoral Litúrgica.

La Iglesia se hace visible a los hombres en muchas cosas, en la acción caritativa, en los proyectos de misión, pero el lugar donde más se la experimenta realmente como Iglesia es en la liturgia. Y eso es correcto de ese modo. En definitiva, la Iglesia tiene el sentido de volvernos hacia Dios y de dar entrada a Dios en el mundo. La liturgia es el acto en el que creemos que Él entra y que nosotros lo tocamos. Es el acto en que se realiza lo auténtico y propio: entramos en contacto con Dios. Él viene a nosotros, y nosotros somos iluminados por Él. De dos maneras recibimos en ella instrucción y fuerza: por una parte, en cuanto escuchamos su palabra, de modo que realmente lo oímos hablar, recibimos de su parte orientación para el camino. Por la otra, en cuanto Él mismo se nos regala en el pan transformado. Naturalmente, las palabras siempre pueden ser diferentes, las actitudes corporales pueden ser diferentes. Lo que importa es que la palabra de Dios y la realidad del sacramento estén en el centro; que no desintegremos a Dios a fuerza de palabras y pensamientos y que la liturgia no se convierta en una presentación de nosotros mismos.

Esto, como afirma el concilio Vaticano II no quiere decir que en la liturgia se agote el quehacer de la Iglesia (cf. SC 9). La misión dada a los apóstoles, después de la resurrección, nos hace ver la liturgia también como término o meta de un trabajo misionero  y también como punto de partida  de una tarea pastoral. La Liturgia es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y al mismo tiempo la fuente de donde mana toda su fuerza (cf. SC 10)  y al mismo tiempo compromete e implica íntegramente la vida del hombre que hace experiencia de Dios. En esta óptica se expresa y se revela como fuente  de salvación, cuya dimensión primaria es precisamente  la celebración de la fe,  en su contenido de misterio.

Deseo señalar  10 líneas de acción que pudieran ayudarnos a vivir de la mejor manera este año de la Pastoral Litúrgica:

  1. Es necesario ser conscientes que la vida cristiana encuentra su fundamento en la vida en Cristo, para ello es necesario que cultivemos una auténtica “Espiritualidad litúrgica”, que surja de nuestra participación en la liturgia; que nutra sólidamente a cada bautizado.  El cristiano está llamado a expresar en cada acto de su vida el verdadero culto a Dios. por lo que necesitamos valorar y conocer aquello que celebramos. Por ejemplo la estructura del año litúrgico. Los sacramentos en sus aspectos celebrativo. Deseo que se conozca y se promueva cada vez más la Liturgia de las Horas, uniéndonos  en comunión con toda la Iglesia especialmente por la misión. De manera especial en la comunidades donde no te tiene la celebración cotidiana o en domingo. Es muy loable que la gente tome conciencia del valor sacrificial de la oración de los labios.

  2. Retomar los procesos de la Iniciación Cristiana, de manera especial en los tiempos fuertes del año litúrgico (Adviento y Navidad – Cuaresma y Pascua).

  3. Promover una catequesis mistagógica, de manera especial con los adultos que se preparan a recibir los sacramentos de iniciación cristiana. De esta estructura fundamental de la experiencia cristiana nace la exigencia de un itinerario mistagógico, en el cual se han de tener siempre presentes tres elementos (cf. Benedicto XVI, Exhort. Apost. Post. Sacramentum Caritatis, 64) :

    1. Ante todo, la interpretación de los ritos a la luz de los acontecimientos salvíficos.

    2. Además, la catequesis mistagógica ha de introducir en el significado de los signos contenidos en los ritos. Este cometido es particularmente urgente en una época como la actual, tan imbuida por la tecnología, en la cual se corre el riesgo de perder la capacidad perceptiva de los signos y símbolos. Más que informar, la catequesis mistagógica debe despertar y educar la sensibilidad de los fieles ante el lenguaje de los signos y gestos que, unidos a la palabra, constituyen el rito.

    3. Finalmente, la catequesis mistagógica ha de enseñar el significado de los ritos en relación con la vida cristiana en todas sus facetas, como el trabajo y los compromisos, el pensamiento y el afecto, la actividad y el descanso. Forma parte del itinerario mistagógico subrayar la relación entre los misterios celebrados en el rito y la responsabilidad misionera de los fieles. En este sentido, el resultado final de la mistagogía es tomar conciencia de que la propia vida se transforma progresivamente por los santos misterios que se celebran. De manera especial a los sacerdotes les invito a poner especial énfasis en la preparación de la predicación homilética.

  1. Favorece la celebración eucarística que los sacerdotes y los responsables de la pastoral litúrgica se esfuercen en dar a conocer los libros litúrgicos vigentes y las respectivas normas, resaltando las grandes riquezas de la Ordenación General del Misal Romano y de la Ordenación de las Lecturas de la Misa. En las comunidades eclesiales se da quizás por descontado que se conocen y aprecian, pero a menudo no es así. En realidad, son textos que contienen riquezas que custodian y expresan la fe, así como el camino del Pueblo de Dios a lo largo de dos milenios de historia. Les exhorto a que durante este año tengamos un conocimiento y estudio de los libros litúrgicos. Que cada comunidad tenga su Biblioteca litúrgica, donde se cuente con los libros necesarios para la celebración de los sacramentos.

  2. La belleza de la liturgia es parte del misterio de Cristo; es expresión eminente de la gloria de Dios y, en cierto sentido, un asomarse del Cielo sobre la tierra. El memorial del sacrificio redentor lleva en sí mismo los rasgos de aquel resplandor de Jesús del cual nos han dado testimonio Pedro, Santiago y Juan cuando el Maestro, de camino hacia Jerusalén, quiso transfigurarse ante ellos (cf. Mc 9,2). La belleza, por tanto, no es un elemento decorativo de la acción litúrgica; es más bien un elemento constitutivo, ya que es un atributo de Dios mismo y de su revelación. Conscientes de todo esto, hemos de poner gran atención para que la acción litúrgica resplandezca según su propia naturaleza. Por lo tanto,  les invito a que durante este año, promovamos en nuestras comunidades parroquiales el gusto por el arte litúrgico y el arte en las celebraciones litúrgicas especialmente en las imágenes que mostramos y ofrecemos para el culto divino. “la sacralidad de las imágenes consiste precisamente en que procede de una contemplación  interior, y por lo mismo lleva a una contemplación interior” (J. Ratzinger, Introducción al espíritu de la liturgia, Cristiandad, Madrid 20074 p. 173). Hagamos el esfuerzo en promover verdaderas obras de arte cristiano. Lo mismo vale para los ornamentos y los objetos litúrgicos que usamos en las celebraciones..

  3. “La tradición musical de la Iglesia universal constituye un tesoro de valor inestimable, que sobresale entre las demás expresiones artísticas, principalmente porque el canto sagrado, unido a las palabras, constituye una parte necesaria o integral de la Liturgia solemne” (SC, 112). Les invito a que aprovechemos el curso básico de liturgia que  la Dimensión Diocesana de Música Litúrgica, ha ofrecido a nivel nacional para la formación e nuestros coros. Aprovechemos la escuela de música, promoviendo alumnos que estudien en ella. No es lo mismo música litúrgica que música religiosa. La música litúrgica, es aquella que se ha compuesto específicamente para el culto divino.

  4. El concilio enseña que “la Iglesia procura que los cristianos no asistan a este misterio de fe como extraños y mudos espectadores, sino que comprendiéndolo bien a través de los ritos y oraciones, participen conscientes, piadosa y activamente en la acción sagrada, sean instruidos con la palabra de Dios, se fortalezcan en la mesa del Cuerpo del Señor, den gracias a Dios, aprendan a ofrecerse a sí mismos al ofrecer la hostia inmaculada no sólo por manos del sacerdote, sino juntamente con él, se perfeccionen día a día por Cristo mediador en la unión con Dios y entre sí, para que, finalmente, Dios sea todo en todos (SC, 48) . Es por ello que debemos garantizar la formación profesional de los equipos y animadores litúrgicos.

La verdadera formación litúrgica no puede consistir en el aprendizaje  y ensayo de las actividades exteriores, sino en el acercamiento a la actio esencial, que constituye la liturgia, en el acercamiento al poder transformador de Dios que a través del acontecimiento litúrgico quiere  transformarnos a nosotros mismos y al mundo. Es por ello que les invito a retomar y continuar con la formación de los agentes:

  • De manera especial con los “MEC” (que no existan ninguna parroquia sin este ministerio);

  • Con los “proclamadores” necesitamos impulsar el estudio de la lectura litúrgica de la Palabra de Dios, para ello es necesario conocer físicamente el  Leccionario del Misal Romano;

  • Con los “monaguillos” necesitamos ayudarles a que cada vez más se conviertan en amantes asiduos de las cosas de Dios mediante una formación adecuada a su edad motivándoles a servir en el altar con maestría y con sencillez;

  • La buena vivencia y participación de una celebración litúrgica tiene  mucho que ver en su preparación y ella depende en gran medida de quien preside y de los “sacristanes”, por lo tanto, les animo a que ofrezcamos a nuestros sacristanes  una formación versada en la Sagrada liturgia. Pues el cuidado de un templo implica desde la limpieza hasta la conservación de los templos. Ellos necesitan conocer el valor artístico y cultural de muchas de las obras. (Curso para sacristanes).

  1. Es importante que la celebración de la fe no se reduzca a unos cuantos o a los de siempre, por ello les animo a que abramos los horizontes de manera especial ampliando la gama de nuestros servicios como por ejemplo los enfermos, los presos, y los turistas (misa en inglés). Es importante que los sacerdotes dediquemos más tiempo para ofrecer el Sacramento de la Reconciliación y de la Dirección Espiritual.

  2. Durante este año la Comisión el Clero en coordinación con la Comisión de Pastoral Litúrgica Diocesana, nos ofrecerá una serie de cursos en el proceso de la formación permanente, es por ello que les exhorto a todos los presbíteros a que aprovechemos los esfuerzos que se harán en este acampo, con el afán de que nuestros laicos  participen de celebraciones más dignas.

  3. Finalmente,  todo esto tiene que favorecer para que la Eucaristía sea y esté en el centro de toda nuestra acción misionera.

 

† Faustino Armendáriz Jiménez
Obispo de Querétaro