Homilía en la Misa del XXV Aniversario de Ordenación del Pbro. Efraín Martínez Navarrete

Templo Parroquial de la Divina Providencia, Santiago de Querétaro, Qro., 11 de mayo de 2015.

Año de la Pastoral de la Comunicación  – Año de la Vida Consagrada

 

Estimados señores obispos,

queridos sacerdotes,

queridos miembros de la vida consagrada,

queridos hermanos laicos,

hermanos y hermanas todos en el  Señor:

 

1. Con inmensa alegría nos reunimos en esta tarde para darle gracias a Dios por su “fidelidad y por su amor” (Sal 137), al confiar a su Iglesia el don de la vocación sacerdotal. Regalo mediante  el cual el corazón y la misericordia de Dios se hacen palpables a nuestros ojos y que cada uno podemos experimentar para tener vida y vida en abundancia.

2. Esta tarde como comunidad de fe que ama, valora y respeta el sacerdocio, queremos celebrar este regalo, confiado especialmente a nuestro hermano el Efraín Martínez Navarrete, por manos del ahora Santo Juan Pablo II, en aquel viaje apostólico, que como peregrino de la fe, realizó a nuestra querida patria en mayo de 1999. En este contexto, guiados en primer lugar por la palabra de Dios que acabamos de escuchar y la homilía del Santo Padre San Juan Pablo II en la fecha dichosa de la ordenación, deseo reflexionar con ustedes sobre la importancia de celebrar este acontecimiento, para que valoremos más y comprendamos la grandeza de tal regalo que Dios nos da con el don el sacerdocio.

3. Celebrar el sacerdocio es reconocer que Dios ha sido fiel a su promesa de salvación, y que su Hijo Jesucristo, continúa llevando a cabo la obra redentora en medio de los hombres. Así lo hemos escuchado en la liturgia de la Palabra que acabamos de escuchar. El profeta Isaías meditando sobre la historia de Israel, ilumina este acontecimiento, poniendo en nuestra boca la acción de gracias y el motivo de nuestra alegría: “Voy a recordar la misericordia del Señor y a cantar sus alabanzas, por todo lo que ha hecho por nosotros, y por todos los muchos beneficios a la casa de Israel; que nos ha concedido por su inmensa compasión y misericordia” (Is, 63, 7). San Juan Pablo II en la homilía de la ordenación dijo: “La vocación sacerdotal es un don incomparable para toda la Iglesia, y ustedes han sido elegidos para ser, en la comunidad eclesial, signo personal y sacramental de la presencia, de la acción salvífica y del amor del Buen Pastor, “para edificación del Cuerpo de Cristo” (Ef 4, 12)”. —Y prosiguió el santo Padre— “Esta elección es para siempre. Es una opción de amor, fuente de su alegría y de su santidad” (Juan Pablo II, Homilía en las ordenaciones sacerdotales en la plaza de la soriana, 09 de mayo de 1990). Queridos hermanos y hermanas ¿Quién de nosotros no se ha visto beneficiado por la caridad pastoral de un sacerdote?  Desde el inicio de nuestra vida, ahí ha estado presente  alguno para sumergirnos en las aguas del Bautismo e iniciarnos en la vida de la Gracia; animarnos y fortalecernos con la fuerza del Espíritu Santo en la Confirmación; alimentarnos con el pan vivo de la Eucaristía; perdonar nuestros pecados; ungirnos en la enfermedad; bendecir a nuestros padres en el matrimonio y más aún, instruirnos en los caminos de Dios, haciendo de cada uno de nosotros un  discípulo misionero del Señor.

4. Celebrar el sacerdocio es darnos cuenta que la salvación es una realidad que está alcance de nuestra vida, de nuestra realidad y de nuestra historia y que pasa por mediación de las manos sacerdotales. Pues “Todo sumo sacerdote es un hombre escogido entre los hombres y está constituido para intervenir en favor de ellos ante Dios, para ofrecer dones y sacrificios por los pecados. Él puede comprender a los ignorantes y extraviados, ya que él mismo está envuelto en debilidades” (Hb, 5, 1). “de ahí que —como señaló el Papa san Juan Pablo II— el sacerdote debe ser siempre “el hombre de la caridad”. “Como pastor de la grey de Cristo, él no puede olvidar que su Maestro ha llegado a dar la propia vida por amor. A la luz de este ejemplo, el sacerdote sabe que ya no es dueño de sí mismo, sino que se debe dar todo a todos, aceptando cualquier sacrificio vinculado con el Amor” (cf. Juan Pablo II, Homilía en las ordenaciones sacerdotales en la plaza de la soriana, 09 de mayo de 1990). En este sentido los sacerdotes tenemos ante nosotros una gran responsabilidad pastoral que necesita ser asumida con alegría. Dar la vida pro los demás no es una bella poseía, o un bonito proyecto. Es realmente una misión. Prosiguió diciendo el Papa: ¡Ustedes son  los sacerdotes de una nueva etapa de esperanza para México! Sean siempre testigos de la verdad, de la justicia, del amor, especialmente hacia los más necesitados. Su vida sacerdotal es una exigente vocación de servicio, de entrega, de dedicación plena a la obra de la nueva evangelización de México” (Ibid).

5. Celebrar el sacerdocio es renovar el don que se ha recibido, volviendo a descubrir la necesidad de estar a los pies del Maestro, para después continuar anunciando y predicando a todos que el Señor está vivo. Así lo hemos escuchado en la lectura del Santo Evangelio (Mc 3, 19-13). Es a los pies de Jesús donde se da la renovación del don que se ha recibido. Es laos pes del Maestro donde se vuelve a descubrir el amor de la primera vez. Solo así la Nueva evangelización se hará una realidad. La nueva evangelización necesita de cada uno de nosotros. Necesita que realmente seamos ese puente entre Dios y los hombres. Y para ello necesitamos tener una constante comunicación con Dios, con el hombre, la cultura y el contexto que nos rodea. “Una sociedad, como la nuestra, que tiende al materialismo de la vida, mientras por otra parte siente ansia de Dios, necesita testigos del misterio. Una sociedad que está dividida, sintiendo al mismo tiempo las ansias de unidad y solidaridad, necesita servidores de la unidad. Una sociedad que olvida frecuentemente los auténticos valores, mientras pide autenticidad y coherencia, necesita signos vivos del evangelio” (Ibid).

6. Padre Efraín, hoy nos unimos en la fe y en la gratitud a tu acción de gracias, celebrando que Dios te ha elegido como testigo de su amor. Que esta celebración renueve en ti el don hermoso de ser consagrado para Dios y para su pueblo. El mundo te necesita, especialmente los jóvenes te necesitan. Tu experiencia de formador en el seminario, de vicario y de párroco en varias comunidades parroquiales de nuestra diócesis, es una riqueza que estás invitado a compartir especialmente con tantos jóvenes de nuestra diócesis. Ahora específicamente de esta comunidad parroquial. Recuerda lo que el Papa te decía a ti y a los demás ordenandos aquel día dichoso: “¡México necesita sacerdotes santos! ¡México necesita hombres de Dios que sepan servir a sus hermanos en las cosas de Dios! ¿Serán ustedes de esos hombres? El Papa, que les ama entrañablemente, así lo espera. ¡Sean los santos sacerdotes que necesitan los mexicanos y que anhela la Iglesia!” (Ibid). Felicidades es este aniversario.

7. Que nuestra Señora la Santísima Virgen María, la “Tres Veces Admirable” de Schoenstatt te siga acompañando en tu vida y en tu ministerio. Y que san Juan Pablo II, de quien recibiste la imposición de las manos, siempre interceda por ti. Amén.

 

† Faustino Armendáriz Jiménez

Obispo de Querétaro