Homilía en la Misa del V Taller de Consejos Parroquiales de Pastoral

Santa Iglesia Catedral, 25 de octubre de 2015.

Año de la Vida Consagrada – Año de la Pastoral de la Comunicación

 

Estimados hermanos sacerdotes,

muy queridos agentes y miembros de los Consejos Parroquiales de Pastoral,

hermanos y hermanas todos en el Señor:  

 

1. Con alegría nos hemos reunido en esta mañana de domingo para celebrar nuestra fe, escuchar la palabra de Dios y fortalecer con la Eucaristía nuestra esperanza en la vida futura, anhelando el domingo sin ocaso. Lo hacemos en el contexto del V Taller de Consejos Parroquiales de Pastoral y como preparación remota a la XXVII Asamblea Diocesana de Pastoral a celebrarse los días 15 y 16 de noviembre próximos. Agradezco la presencia de cada uno de ustedes, pues es una presencia comprometida y esperanzadora para la vida pastoral de nuestra Diócesis. Saludo al Sr. Vicario de Pastoral el P. Rogelio Olvera Vargas, quien con solicitud colabora con un servidor en esta noble tarea de pastorear las comunidades cristianas en esta amada diócesis de Querétaro.

2. El día de hoy la palabra de Dios que hemos escuchado nos relata en el evangelio un  episodio fantástico y muy iluminador: “El milagro de la curación del ciego Bartimeo” (Mc, 10, 46-52). Jesús se dirige hacia Jerusalén y en su pasó por Jericó a las afueras de la ciudad, se encuentra con un ciego llamado Bartimeo, quien se encuentra sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que quien pasaba junto a él era Jesús, el ciego comenzó a gritar: “¡Hijo de David, ten compasión de mi!” (Mc 10,47). Muchos lo regañaban para que se callara pero él gritaba más. “¡Hijo de David, ten compasión de mi!” (v. 48). Y cuando Jesús lo llama y le pregunta qué quiere de él, responde: “Maestro, que pueda ver” (v. 51). Bartimeo representa al hombre que reconoce el propio mal y grita al Señor, con la confianza de ser curado. Su invocación, simple y sincera, es ejemplar. En el encuentro con Cristo, realizado con fe, Bartimeo recupera la luz que había perdido, y con ella la plenitud de la propia dignidad: se pone de pie y retoma el camino, que desde aquel momento tiene un guía, Jesús, y una ruta, la misma que Jesús recorre. El evangelista no nos dice nada más de Bartimeo, pero en él nos muestra quién es el discípulo: aquel que, con la luz de la fe, sigue a Jesús “por el camino” (v. 52).

3. Esta es la última curación prodigiosa que Jesús realiza antes de su pasión, y no es casual que sea la de un ciego, es decir una persona que ha perdido la luz de sus ojos. Sabemos también por otros textos que en los evangelios la ceguera tiene un importante significado. Representa al hombre que tiene necesidad de la luz de Dios, la luz de la fe, para conocer verdaderamente la realidad y recorrer el camino de la vida. Es esencial reconocerse ciegos, necesitados de esta luz, de lo contrario se es ciego para siempre (cf. Jn 9,39-41).

4. Queridos hermanos y hermanas agentes de pastoral, este pasaje del evangelio que acabamos de escuchar es de una enseñanza profunda y extraordinaria para nosotros el día de hoy:

a. En primer lugar es una invitación para que cada uno de nosotros entremos dentro de sí mismos y nos reconozcamos en la figura de Bartimeo. Muchas veces vivimos como «ciegos», sin luz para mirar la vida como la miraba Jesús. «Sentados» instalados en una vida sin esperanza y sin un cambio radical que transforme nuestra vida.  Desencaminados «al borde del camino» que lleva a Jesús, sin aceptarla como guía de nuestra vida.

¿Qué podemos hacer? El evangelio nos da la respuesta: Bartimeo era ciego pero no sordo, lo que significa que  pudo escuchar con claridad la voz de Jesús. Su oído le permitió darse cuenta que quien pasaba junto a él era Jesús. Esto significa que  necesitamos abrir los oídos del alma para escuchar la voz de Jesús que viene a nuestro encuentro pasando junto a nosotros. Esto es siempre lo primero abrirse a cualquier llamada  o experiencia que nos invita a curar nuestra vida. Bartimeo no puede  dejar de escapar la oportunidad de encontrase con Jesús y le grita: “¡Hijo de David, ten compasión de mi!”. Este grito humilde y sincero, repetido desde el fondo del corazón. Aún en el suelo, lejos de Jesús, escucha atentamente lo que  le dicen los enviados “¡Ánimo¡ Levántate que te llama” Jesús loe esta llamado eso lo cambia todo.

Bartimeo da tres pasos: “soltó el manto”, pues le estorbaba para encontrarse con Jesús;  “dio un salto”, es decir no titubea y así finalmente “se acercó a Jesús”. Es lo que necesitamos muchos de nosotros: libarnos de ciertas ataduras que paralizan nuestra fe, tomar por fin una decisión sin dejarla para más tarde y ponernos ante Jesús con confianza sencilla y nueva.

Cuando Jesús le pregunta que quiere que haga por él,  el ciego no duda  no duda. Sabe muy bien lo que necesita: “Maestro que pueda ver”. Es lo más importante. Cuando uno comienza a ver a realidad como es,  la vida cambia, la vida se transforma.

b. En segundo lugar,  la figura de Bartimeo, podría ser a representación de tan ts hombres y mujeres a quienes la luz de la fe se ha debilitado, y se han alejado de Dios, ya no lo consideran importante para la vida: personas que por eso han perdido una gran riqueza, han «caído en la miseria» desde una alta dignidad –no económica o de poder terreno, sino cristiana –, han perdido la orientación segura y sólida de la vida y se han convertido, con frecuencia inconscientemente, en mendigos del sentido de la existencia. Son las numerosas personas que tienen necesidad de una nueva evangelización, es decir de un nuevo encuentro con Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios (cf. Mc 1,1), que puede abrir nuevamente sus ojos y mostrarles el camino.

5. Durante este Taller pretendemos establecer los caminos que nos permitan a la luz de la Palabra de Dios y del Magisterio, ser una Iglesia en salida que pase como Jesús junto a los “Bartimeos” de nuestro tiempo. Tantos hombres y mujeres que en el caminar de la vida han perdido la luz de la fe. Necesitamos hacer eco del mensaje de Jesús, de manera que sea su voz la que penetre el odio de tantos ciegos desencaminados al borde del camino. por el contrario ninguna estrategia pastoral y será eficaz. En este sentido deseo recordar las palabras del Papa Benedicto XVI que nos señaló en la Exhortación apostólica Verbum Domini: es necesario “un particular esfuerzo pastoral para resaltar el puesto central de la Palabra de Dios en la vida eclesial, recomendando «incrementar la “pastoral bíblica”, no en yuxtaposición con otras formas de pastoral, sino como animación bíblica de toda la pastoral». No se trata, pues, de añadir algún encuentro en la parroquia o la diócesis, sino de lograr que las actividades habituales de las comunidades cristianas, las parroquias, las asociaciones y los movimientos, se interesen realmente por el encuentro personal con Cristo que se comunica en su Palabra. Así, puesto que «la ignorancia de las Escrituras es ignorancia de Cristo», la animación bíblica de toda la pastoral ordinaria y extraordinaria llevará a un mayor conocimiento de la persona de Cristo, revelador del Padre y plenitud de la revelación divina” (n. 73). De  esta manera —como nos  ha señalado el Papa Francisco— “Una pastoral en clave misionera no se obsesiona por la transmisión desarticulada de una multitud de doctrinas que se intenta imponer a fuerza de insistencia. Cuando se asume un objetivo pastoral y un estilo misionero, que realmente llegue a todos sin excepciones ni exclusiones, el anuncio se concentra en lo esencial, que es lo más bello, lo más grande, lo más atractivo y al mismo tiempo lo más necesario. La propuesta se simplifica, sin perder por ello profundidad y verdad, y así se vuelve más contundente y radiante” (Evangelii Gaudium, 35).

6. Les pido que como Consejos Parroquiales de Pastoral, no pierdan de vista estos  elementos que nos ofrece hoy a palabra de Dios: dejemos que  el Señor nos cure de nuestras cegueras y podamos iluminar las tinieblas de neutra vida con la claridad de la verdad: Jesucristo. Bartimeo, una vez recuperada la vista gracias a Jesús, se unió al grupo de los discípulos, entre los cuales seguramente había otros que, como él, habían sido curados por el Maestro. Así son los nuevos evangelizadores: personas que han tenido la experiencia de ser curados por Dios, mediante Jesucristo. Y su característica es una alegría de corazón, que dice con el salmista: «El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres» (Sal 125,3).

7. Que a todos nosotros nos acompañe el testimonio de San Junípero Serra, a quien nombraremos patrón de la misión permanente para que como él, no dudemos de poner nuestra vida y nuestra tarea pastoral al servicio de la humanización de los hombres y mujeres de nuestras comunidades parroquiales. Amén.

 

† Faustino Armendáriz Jiménez

Obispo de Querétaro