Homilía en la Misa del Día de la Madres

Santa Iglesia Catedral, Ciudad Episcopal de Santiago de Querétaro, Qro., 10 de mayo de 2015

Año de la Pastoral de la Comunicación – Año de la vida Consagrada

 

Queridos sacerdotes,

muy queridas mamás,

hermanos y hermanas todos en el Señor: 

 

1. Jubilosos de celebrar nuestra fe en este tempo pascual nos reunimos en esta mañana para agradecer a Dios el gran don de la maternidad. Una realidad sumamente esencial en la vida de la persona, de la sociedad y de la cultura. Pues sin duda que la terea de las madres no se reduce sólo a engendrar hijos y traerlos al mundo. El Papa Francisco nos lo ha dicho: “Una sociedad sin madres sería una sociedad inhumana, porque las madres saben testimoniar siempre, incluso en los peores momentos, la ternura, la entrega, la fuerza moral. Las madres transmiten a menudo también el sentido más profundo de la práctica religiosa: en las primeras oraciones, en los primeros gestos de devoción que aprende un niño, está inscrito el valor de la fe en la vida de un ser humano. Es un mensaje que las madres creyentes saben transmitir sin muchas explicaciones: estas llegarán después, pero la semilla de la fe está en esos primeros, valiosísimos momentos. Sin las madres, no sólo no habría nuevos fieles, sino que la fe perdería buena parte de su calor sencillo y profundo. Y la Iglesia es madre, con todo esto, es nuestra madre”. (Francisco, Audiencia general,  miércoles 7 de enero de 2015).

2. Al escuchar en este domingo la palabra de Dios Jesús en el evangelio (Jn 15, 9-17) nos da una gran lección: insiste, en que permanezcamos en su amor, porque solo así es posible cumplir el mandamiento del amor y dar muchos frutos, pero además nos exhorta al amor mutuo. Este texto nos presenta a Jesús que desvela el motivo último que ha guiado e impulsado toda su vida: el amor.  Usa la imagen de los amigos elegidos para colaborar en su trabajo, de tal manera que ser de la comunidad de Jesús es cuestión de amor y nuestra relación con él ha de ser a ejemplo de la suya con el Padre. Por eso Jesús desarrolla  la idea de la permanencia en él, cómo medio y modo de vida para los discípulos; Jesús insiste en esta permanencia en el amor, como si intuyera que a los suyos les costaría permanecer en el amor ya que el amor es una de las lecciones más complicadas en la escuela del seguimiento de Jesús.

3. Mientras que en no pocas ocasiones nosotros llamamos amor a cualquier cosa y detrás solo hay egoísmo y reserva del corazón a entregarse, en la vida de Jesús hay una opción por permanecer en el amor del Padre, amando al Padre. Para que aprendamos que permanecer en el amor es lo único esencial Jesús se pone como modelo. Escuchar este mandamiento en una sociedad acomodada a su bienestar y hacer lo que convenga por intereses o según me apetezca, es una noticia importante y de contracorriente; vamos acostumbrándonos a poner caducidad a muchas cosas incluso a los valores. Por ello el cuestionamiento a permanecer, es decir que dure.

4. Para Jesús es claro que el amor es permanencia, no es caduco y lo dice de manera tan contundente que se lo da como un mandamiento, o sea como norma referencial de conducta y como algo distintivo, por eso señala: “En esto les reconocerán”. Es cierto que tenemos que rezar, ir a la Santa Misa, pero estos preceptos se pueden cumplir sin amor, pero no se puede amar sin rezar y sin alimentarse de la Eucaristía.

5. El ser humano está orientado de una manera natural y necesaria hacia el amor, por ello una de los grandes lamentos de una persona es sobre todo de no ser amado. Esto lo percibió claramente Beata Madre Teresa de Calcuta cuando fundó a las Misioneras de la Caridad, después de abrazar al hombre tirado en la calle, que al abrazarlo muere en sus brazos con una sonrisa, sintiéndose amado. Vio en aquella persona maltrecha a Jesús mismo en la cruz gritando: “Tengo sed”; aquí, una sed de amor. Por eso el amor que Jesús pone como mandamiento no es solo el amor que el corazón humano siente y necesita. Hay un modelo y una forma de amar original: amar como Jesús ha amado. Hay que estar continuamente referidos a Jesús para captar su modo de amar, para aprender la profundidad de su estilo de amor. Este amor al estilo de Jesús no se aprende copiando, sino interiorizándolo. Es un amor que llega a entregar la vida. ¡Qué gran desafío!

6. El principio interior, la fuerza permanente y la meta última de tal cometido es el amor: así como sin el amor la familia no es una comunidad de personas, así también sin el amor la familia no puede vivir, crecer y perfeccionarse como comunidad de personas (cf. Familiaris consotio, 18). Dejemos que sean las madres con su ternura y cariño las que nos enseñen a amar; no les robemos ese privilegio y esa misión en el mundo. Si la mamá no está presente en la vida del ser humano desde su gestación, lo condenamos a vivir una vida triste, amargada y sobretodo sin esa capacidad de saber amar. “Las madres son el antídoto más fuerte ante la difusión del individualismo egoísta”.

7. Felicidades a todas las mamás en este día. Gracias por su generosidad y entrega siempre. Las 24 horas del día, incluso sin vacaciones. Queridísimas mamás, gracias, gracias por lo que son en la familia y por lo que dan a la Iglesia y al mundo.

8. Que la Santísima Virgen María, les bendiga siempre y que su maternal protección les enseñe a formar en sus hijos el corazón de Cristo. Amén.

† Faustino Armendáriz Jiménez

Obispo de Querétaro