Homilía en la Misa de la Peregrinación a la Basílica de Soriano de los Consejos Parroquiales de Pastoral

 

Basílica de Nuestra Señora de los Dolores de Soriano, Colón, Qro., 1° de febrero de 2016
Año Jubilar Extraordinario de la Misericordia

 

Estimados hermanos sacerdotes y diáconos,
queridos miembros de la vida consagrada,
muy queridos laicos quienes integran los consejos parroquiales  de pastoral,
hermanos y hermanas todos en el Señor:

 

1. Como tradicionalmente lo hemos venido haciendo durante ya muchos años, este día hemos peregrinado hasta los pies de Nuestra Señora la Santísima Virgen de los Dolores de Soriano, « Madre de la Misericordia », para encomendar nuestra tarea pastoral a lo largo del año, conscientes que su maternal intercesión nos obtendrá del Señor, las gracias necesarias para seguir haciendo visible el Reino de los cielos, experimentando la misericordia del Padre y ser testigos de esta misericordia a todos aquellos quienes vivimos alejados del Padre o nos hemos extraviado en el camino de la vida.  

2. Este año, gozosos por la celebración del Jubileo Extraordinario de la Misericordia, nuestra peregrinación diocesana de los consejos parroquiales de pastoral, adquiere una peculiar característica, pues nos encamina hacia la ‘Puerta Santa de la Misericordia’, donde cada uno estamos invitados a pasar por ella y poder así experimentar y profundizar en la misericordia de Padre, que acoge a todos y sale personalmente al encuentro de cada uno, para ser partícipes del ‘misterio del amor de Dios’.  

3. Es por ello que esta tarde quiero reflexionar con ustedes en la importancia y en la riqueza que encierra el hecho de peregrinar. Todos somos testigos del sin fin de peregrinaciones que nuestro pueblo, que nuestra gente, que nosotros mismos realizamos aquí y en varias partes del mundo hacia los diferentes lugares santos que custodian el tesoro espiritual y  el patrimonio de nuestra fe. La peregrinación cristiana es, desde siempre, una experiencia privilegiada de bondad y misericordia, que ha trazado sobre la tierra una densa red de itinerarios sagrados que se extienden no sólo en el espacio sino en el tiempo. En la realización de la peregrinación cristiana, la guía sabia e inteligente valora mucho la fase del viaje, tanto de ida como de vuelta, como una oportunidad para tomar distancia de la vida rutinaria de cada día, tal vez recurriendo a la oración, a la reflexión, a la penitencia , al sacrificio  y al canto sacro. Además de ofrecer un testimonio edificante de comportamiento cristiano, esta fase de la peregrinación es de gran utilidad  para que cada persona  y cada grupo se preparen  para pedir y acoger la misericordia divina al llegar la meta del viaje. En este contexto, la peregrinación considera varias etapas que es importante tomar en cuenta y aprovechar cada una de ellas: la salida, la llegada, la visita al santuario y el regreso. Cuatro etapas que se articulan y se entrelazan entre sí para lograr el objetivo de encontrarse con el misterio de Jesucristo: camino y fuete de toda santidad.

4. La « salida », es decir, el inicio de una esperanza hacia una meta establecida donde, anhelamos encontrarnos con la persona de Cristo y experimentar su gracia que santifica y que salva; sea en su persona o mediante la intercesión de su Madre Santísima o de alguno de los santos. Es importante estar preparados para el camino. Usemos la extensión del camino para entrar dentro de sí, recogiendo las cosas que se han dicho; inundando el camino con suaves perfumes; procediendo bien ordenados; exhortándonos mutuamente para caminar de modo correcto y causar asombro, a quienes nos mire no sólo por el número, sino  también por el modo de proceder.

5. La « llegada », es decir, el momento anhelado ya no es una ilusión, es una realidad que abraza, sorprende y cautiva. Es importante por tanto, que este momento se viva con intensidad de manera que logre satisfacer aquello que el corazón y el alma necesitan y le han motivado a caminar. Para muchos hombres y mujeres  este momento es decisivo, pues que puede dejar señales  profundas y determinar en gran medida algunas opciones para el futuro.  

6.  La « visita al santuario », no podremos prescindir en este momento de acercarnos al misterio de fe presentes en los  sacramentos de la Reconciliación y la Eucaristía. Por ello, es conveniente que se viva este momento con plena lucidez y con gran serenidad. El encuentro con la gracia permitirá al peregrino encontrar  la luz  a las interrogantes más apremiantes  de su existencia, el consuelo  a sus sufrimientos, la plenitud de sus alegrías, la claridad a sus confusiones, la oportunidad propicia para su acción de gracias,  la serenidad ante sus preocupaciones y la fortaleza ante sus fragilidades. En Cristo encontrará su camino, verdad y vida.

7. El « regreso ». Si el camino, la llegada y la visita al santuario, conforman las etapas más significativas  de la peregrinación, la espiritualidad del regreso corona todo el itinerario. Para el peregrino cristiano, en efecto le regreso no coincide con el simple volver hacia atrás. La experiencia de la misericordia  lo ha cambiado  todo y deja señales evidentes  al retomar los ritmos cotidianos. El regreso también forma parte de la peregrinación, comprometiendo al peregrino  a vivir cristianamente la fe, la esperanza y la caridad.

8. Queridos hermanos y hermanas, la peregrinación cristiana pone de relieve algunos aspectos de la misericordia que son frutos que ella produce, solicitando nuevas formas de compromiso y responsabilidad,  a fin de que la experiencia de la bondad divina se traduzca en otros tantos  gestos de misericordia  hacia le prójimo. “La Iglesia tiene la misión de anunciar la misericordia de Dios, corazón palpitante del Evangelio, que por su medio debe alcanzar la mente y el corazón de toda persona” (cf. MV, 12). Es por ello que la Iglesia, debe aprovechar las peregrinaciones para ofrecer un camino de conversión que nos conduzca a vivir y experimentar la misericordia del Padre. Mediante las peregrinaciones  la Iglesia manifiesta la misericordiosa bondad de Dios, a través de los tres elementos que constituyen  la identidad cristiana: la enseñanza de los apóstoles,  la comunión en la oración y en la fracción el pan  la comunión de  la vida y de los bienes (Hch 2, 44-47). En la Iglesia el peregrino como nos ha dicho el Papa Francisco adquiere la conciencia de que “La misericordia es la viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia. Todo en su acción pastoral debería estar revestido por la ternura con la que se dirige a los creyentes; nada en su anuncio y en su testimonio hacia el mundo puede carecer de misericordia” (MV, 10). Como diócesis que se distingue por ser una diócesis que ama la peregrinación, hagamos de ella una ‘escuela de la misericordia’, de manera que nos distingamos por ser misericordioso como el Padre.

9. Hemos elegido para esta Santa Misa el esquema mariano de la Santísima Virgen, María Madre de la Misericordia, precisamente para entender que hoy más que nunca resulta muy apropiado invocar a la Virgen María como Madre de la Misericordia, y que al atravesar la puerta de la misericordia, María nos espera para llevarnos a su Hijo. A los pies de la cruz, María vio a su Hijo ofrecerse totalmente así mismo y así dar testimonio de lo que significa amar como Dios ama. Para nosotros, María se convierte en un ícono de cómo la Iglesia debe extender el perdón  a cuantos lo piden. Pidámosle a Ella que durante este año de evaluación y programación de nuestro Plan Diocesano de Pastoral,  nos enseñe a ver y leer la realidad con los ojos de Dios, para que podamos entender los desafíos que como Iglesia estamos llamados a asumir;  pidámosle a Ella que nos ayude a entender cómo podemos hacer de la iglesia, una Iglesia cada vez más misericordiosa y misionera. De manera que sean muchos lo que se sientan atraídos por el amor y la ternura de Dios. Pongamos en su manos de madre, todas nuestras programaciones y actividades pastorales para que con su intercesión se vean bendecidas por Aquel que nos ha llamado a ser discípulos misioneros d de la misericordia.

10.  Invito a todos para que cada día de nuestra vida nos dirijamos a Ella como la Madre de la Misericordia, como la Medre del Amor y de la Santa Esperanza. Amén.

† Faustino Armendáriz Jiménez
Obispo de Querétaro