Homilía en la Misa de la 56 Peregrinación de Mujeres de Querétaro

Insigne y Nacional Basílica de Guadalupe, México, D.F., 26 de julio de 2015

Año de la Vida Consagrada  – Año de la Pastoral de la Comunicación Social

 

Queridas hermanas peregrinas,

hermanos y hermanas todos en el Señor:

1. Con júbilo y alegría llegamos a este lugar santo para visitar a nuestra Madre del cielo, después de haber peregrinado durante todos estos días desde nuestra amada diócesis de Querétaro. Lo hacemos porque de esta manera queremos manifestar nuestro amor y nuestra gratitud a la Virgen Santísima de Guadalupe. Sabiendo que es Ella la Madre que el Señor nos ha dado como abogada nuestra. En Ella, ponemos las preocupaciones de nuestra vida para que las ofrezca al Hijo, a Ella, le agradecemos sus favores para que nos ayude a ofrecer a su Hijo nuestra gratitud y con Ella, nos alegramos de ser sus hijos como su Hijo.

2. Esta mañana, al concluir esta hermosa peregrinación, la palabra de Dios nos anima y nos impulsa para continuar la peregrinación de nuestra vida, alimentados con el alimento que el mismo Jesús nos da: su cuerpo y su sangre. Así lo expresa la temática en la liturgia de la palabra que hemos escuchado y con la cual damos inicio a una serie de seis domingos que tendrán como objetivo reflexionar sobre el así llamado “discurso del pan de vida”, mediante el cual Jesús se revela como el verdadero Pan del cielo, para la vida de los hombres. Llevando a cabo de esta manera, el cumplimiento de la promesa mesiánica, donde Jesús se presenta como el Moisés definitivo quien con su propia vida alimentará al nuevo Israel por el desierto de la vida.

3. El texto de este domingo (Jn 6, 1- 15), es el inicio de esta gran narración. El evangelio comienza diciendo que Jesús se fue a la otra orilla del mar de Galilea, pues lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos y prodigios que él hacía. Además estaba cerca la fiesta de la Pascua. Jesús aprovecha este contexto, para dar una gran enseñanza a sus discípulos sobre la urgencia y el compromiso que tiene de alimentarles y saciar su hambre. No hay alma que no interese a Cristo. Consciente de su misión y sabiendo lo que quería hacer, pregunta a Felipe para ponerlo a prueba: “¿Cómo compraremos pan para que coman estos?” (v.5a). La ingenuidad de Felipe le lleva a responder: “Ni doscientos denarios de pan bastarían para que a cada uno le tocara un pedazo de pan” (v.7), es decir, Felipe no ha entendido lo que Jesús necesita, lo que Jesús quiere hacer. Felipe no ha entendido que Jesús es el nuevo Moisés que viene para saciar al pueblo numeroso y hambriento. Queridas hermanas, esto nos enseña que no por el hecho de ser discípulos de Jesús, entendemos y comprendemos qué cosa es lo que él quiere hacer. Necesitamos sintonizar con su pensamiento, con su misión y con su visión de pastor. Necesitamos profundizar en su palabra y en su misterio. ¿Cuántas veces ustedes como mujeres del hogar, del trabajo, de la oficina, del mundo laboral, ante la angustia y ante la incertidumbre se han visto abrumadas sin saber qué hacer? Jesús les invita a que le conozcan a él  para que ante estas circunstancias de la vida y de la misión, como esposas, como madres, como hijas, como profesionales, encuentren su respuesta y su actuación en el deseo y la voluntad de Dios.

4. Volviendo al texto evangélico escuchamos como otro de los discípulos, Andrés el hermano de Simón, al conocer la realidad de la gente, sabe que entre la muchedumbre hay un muchacho que tiene cinco panes y dos pescados. Pero también dudoso de su fe se pregunta: “Pero, ¿qué es eso para tata gente? Jesús le respondió “Dígale a la gente que se siente” (v.10). Y tomando los cinco panes y los dos pescados y, después de dar gracias a Dios, se los fue repartiendo a los que se habían sentado a comer. Jesús realiza un milagro, sin embargo no lo produce a partir de la nada, se vale de la modesta aportación de un “muchacho”, sencillo que comparte lo que tenía consigo. Esto nos enseña que Jesús nos pide que lo que tenemos, lo pongamos a servicio de las necesidades de los demás; que cada uno de nosotros aunque seamos  como el “muchacho” del evangelio, ofrezcámonos nuestros cinco panes de cebada y nuestros dos pescados: Dios es capaz de multiplicar nuestro pequeño gesto de amor y hacernos partícipes de su don.

5. Queridas peregrinas, Jesús sabe muy bien que cada uno de nosotros le seguimos porque tenemos necesidades físicas, espirituales y existenciales, y que sin él nada podemos hacer, sin embargo, hoy nos enseña que cada uno de nosotros tenemos mucho que ofrecer al servicio de los demás. De manera muy especial el ‘genio femenino’. Cada una de ustedes peregrinas, el día de hoy cuenta con cinco panes y dos pescados que está llamada a ofrecer al Señor. ¿Cuáles son estos cinco panes y estos dos pescados? Los cinco panes: La maternidad, la fe, la generosidad, el amor, la ternura, y los dos pescados: la educación y la alegría. Estas siete realidades, muy propias de ustedes, forman una totalidad que está llamada a ser puesta en las manos de Jesús para que él las bendiga y las jóvenes generaciones puedan saciar su hambre de Dios, de existencia de plenitud. Estas siete realidades  son el camino para llevar al hombre a saciar su hambre de Dios, de felicidad y sobre todo de eternidad.    Especialmente cuando en el cansancio de la historia y de la cultura las ve como insignificantes, obsoletas y carentes de sentido. Siéntanse orgullosas de ser mujeres al servicio de la vida, de la familia, de la Iglesia, de la cultura de la humanidad. Nadie y ninguna otra realidad podrá sustituir aquello que sólo ustedes pueden ofrecer. Sin la figura materna, la educación de los hijos quedaría mutilada. Quizá como el Apóstol San Andrés, hoy más de alguna de ustedes piense: “¿Qué es eso para tanta gente?” La respuesta nos la da el Señor. Si pones tus cinco panes y tus dos pescados en las manos de Jesús, él los bendecirá y con ellos podrán comer las nuevas generaciones hasta saciarse. Es decir, hasta llegar la plenitud de  la vida.

6. La Iglesia confía en que cada una de ustedes queridas peregrinas, serán como aquel muchacho que tiene cinco panes y dos pescados y los pondrá al servicio del hombre de la historia de la vida y de la familia. Confíen en que Jesús tomará sus cinco panes y su dos pescados  en sus manos, los bendecirá y de ellos podrán saciarse muchos, incluso hasta sobrar doce canastos.

7. La peregrinación física ha llegado a su término, sin embargo la peregrinación de la vida y de la fe no. Es necesario que continúen con su vida espiritual detrás de Jesús. Pídanle a él que les alimente con el alimento que sólo él puede darnos y con el cual nos podremos saciar. Este alimento es la Eucaristía. El verdadero pan del cielo.

8. Feliz regreso a sus hogares. Lleven de parte del Señor Obispo un saludo a sus familiares. Que Nuestra Señora de Guadalupe, les acompañe siempre y que su maternal intercesión les proteja. Amén.

 

† Faustino Armendáriz Jiménez

Obispo de Querétaro