DOMINGO DE RAMOS, Mt. 21, 1 – 11 EL UNICO CAMINO A SEGUIR, ES EL DE JESUS.

 

EL ÚNICO CAMINO A SEGUIR, ES EL DE JESÚS

En este domingo comenzamos la Semana Santa, la que la tradición de la Iglesia denomina Semana Mayor por la grandeza del misterio pascual que celebramos y en ella se nos marca la ruta que el cristiano debe seguir, como Jesús, y culminar en una nueva vida, en la resurrección.

En este texto se nos narra una escena muy conocida para todos y donde se da una autentica manifestación popular, pero también donde se mezclaba una fe profunda en Dios y  muchos sentimientos nacionalistas de los más diversos signos; pero además contemplamos un tumulto con gestos muy significativos para comprender el mensaje y la vida de Jesús.

Esta liturgia del Domingo de Ramos nos narra este acontecimiento en la vida de Jesús, y comienza conmemorando la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén y acaba narrando la historia dolorosa de su pasión y muerte en el evangelio de San Mateo, y en la que resuena aquella otra narración del justo sufriente, tal y como ha quedado plasmada en los “Cantos del Siervo” de Isaías.

Fijándonos en el texto de la entrada de Jesús en Jerusalén notamos que se resalta el nombre de la ciudad santa como queriendo subrayar que, a partir de este momento y hasta el desenlace final de su vida, Jerusalén será el lugar en el que Jesús  desarrollara su actividad.

Jesús conoce lo que le espera, pero no se echa a atras, sino que se enfrenta a la muerte con total lucidez y libertad en actitud de obediencia al Padre. En vez de aparecer montado sobre un caballo, típica cabalgadura de guerra, el Señor entra en Jerusalén en lomos de una borrica. Jesús aparece como el rey que viene, el Mesías esperado, del que se habla en el profeta Zacarías, pero su modo de manifestarse no corresponde con las expectativas de quienes esperaban la restauración política de la nación. No viene para imponer su reino con la violencia y el poder. Su modo de manifestarse se realizara como lo señala el profeta Zacarías, como “un rey justo y victorioso”; sin embargo estos dos calificativos Mateo los elimina para subrayar la actitud humilde y pacífica de Jesús. Es aclamado como rey, como “hijo de David”, como el Mesías, el Salvador. Sin embargo al entrar en la ciudad,  su presencia causa una fuerte “sacudida” en “toda la ciudad”, como en el día en que se anunció su nacimiento.

La gente sencilla sabe que es un profeta y por ello le aclama, sin embargo los habitantes de Jerusalén, especialmente sus autoridades denotan hostilidad hacia el Señor, la cual ira creciendo hasta provocar su muerte.

Sin duda, la humildad del Mesías no corresponde a la idea de un Salvador que viene y se acomoda a los intereses de quienes, cumpliendo unas reglas y practicando un culto se sentían salvados y diferentes a los demás, a los considerados pecadores. Jesús estorba a los intereses de algunos que no quieren seguirle con un estilo su vida, que se acomoda más a los sencillos del pueblo, quienes tienen una sensibilidad más grande para acoger la propuesta del Señor.

Hoy gritamos gozosos la presencia del salvador y lo expresamos con nuestro cantico y el batir de las palmas, pero al mismo tiempo nos corresponde caminar detrás de El como verdaderos discípulos dispuestos a hacer su voluntad, recorriendo el camino que el mismo realizó, el de la cruz. Es una invitación a meditar nuestro caminar a lo largo de esta Semana Santa.