PALABRA DOMINICAL, DOMINGO 16° DEL TIEMPO ORDINARIO, Mt 13, 24-43. “Arbustos de Dios”

 

En la lectura del Evangelio de este Domingo, San Mateo (13, 24-43) nos presenta tres parábolas, con la intención de  enseñarnos qué cosa es el Reino de los Cielos: 

 

En primer lugar, Jesús compara el Reino de los cielos con un campo de trigo, para darnos a entender que dentro de nosotros se ha sembrado algo pequeño y escondido, que sin embargo tiene una fuerza vital que no puede suprimirse. A pesar de todos los obstáculos, la semilla se desarrollará y el fruto madurará. Este fruto sólo será bueno si se cultiva el terreno de la vida según la voluntad divina. Por eso, en la parábola del trigo y la cizaña (Mt13, 24-30), Jesús nos advierte que, después de la siembra del dueño, “mientras todos dormían”, intervino “su enemigo”, que sembró la cizaña. Esto significa que tenemos que estar preparados para custodiar la gracia recibida desde el día del Bautismo, alimentando la fe en el Señor, que impide que el mal eche raíces.

En la segunda parábola, Jesús compara el Reino de los cielos con la semilla de mostaza que un hombre siembra en un huerto, para darnos a entender que el Reino de Dios contiene un enorme potencial que se desarrolla tanto en sentido cuantitativo como cualitativo. En esto se muestra el poder efectivo de Dios que hace crecer su Reino de los cielos como un grano de mostaza que llega a ser un árbol en el que anidan las aves.

Finalmente, la tercera parábola acentúa la acción oculta de la levadura en la masa de harina. De nuevo el acento recae en el potencial que puede desarrollar algo tan pequeño como la levadura en una gran cantidad de harina. Es decir, como una fuerza oculta de transformación: el Reino de los Cielos tiene la misma la potencia enorme para transformar el mundo  y las personas, aunque no siempre esto se haga de manifiesto.

De estas tres parábolas, quisiera invitarles a centrar la mirada en la segunda: “La semilla de mostaza que un hombre siembra en un huerto y que puede llegar a ser un gran arbusto”. Así es Dios. La vida de la gracia que el Señor ha depositado en cada uno de nosotros, —que si bien es pequeñita—, es de un potencial cuyas dimensiones son extraordinarias. Actúa en nosotros no desde lo grandioso o extraordinarios de las cosas. Sino desde lo pequeño y lo sencillo. La debilidad es la fuerza de la semilla, el despedazarse es su poder”. Dios nos va llevando en la simplicidad de la fe y de la vida, de tal manera que cuando dejamos que su gracia aumente en nosotros, ésta se trasforma en algo tan grande que pueda ser una bendición para muchos, como lo hace simbólicamente el árbol de mostaza en el que los pajarillos del campo pueden habitar.

El Reino de Dios es un fenómeno de humanidad y crece en cualquier rincón oscuro del mundo donde se ama al ser humano y donde se lucha por una humanidad más digna. Al Reino de Dios le abriremos camino dejando que la fuerza del evangelio transforme nuestro estilo de vivir, amar, trabajar, disfrutar, luchar, y ser.

Nuestra pequeña fuerza, aparentemente impotente ante los problemas del mundo, si se inmerge en la de Dios, no teme ningún obstáculo, porque la victoria del Señor es segura”.