Homilía en la Misa de acción de gracias por la XXXIV Asamblea Nacional de Voluntarias Vicentinas

Santa iglesia Catedral, ciudad episcopal de Santiago de Querétaro, Qro., a 9 de marzo de 2016
Año de la misericordia

 

Muy estimados hermanos sacerdotes,
queridas hermanas Voluntarias Vicentinas,
hermanos y hermanas todos en el Señor:

 

1. Con júbilo y alegría nos reunimos en esta tarde para celebrar  en comunión esta santa Misa, en el contexto de la XXXIV Asamblea Nacional de las Voluntarias Vicentinas, en la cual queremos seguir encomendando a Dios la misión que Voluntarias Vicentinas ha venido realizando a lo largo ya de casi cuatro siglos en diferentes partes del mundo, donde inspirados en el carisma de San Vicente de Paul, se han preocupado especialmente de los pobres y de los que menos tienen. Me alegra que en su programa hayan considerado  peregrinar hasta esta iglesia catedral, y poder así para usufructuar con la Indulgencia Plenaria, que el Año de la Misericordia nos ofrece, a todos y cada uno de nosotros, al cruzar el umbral de la puerta santa de la misericordia. Conscientes que para poder ser misericordiosos como el Padre, es necesario que antes, cada uno haga suyo el amor y la misericordia del Dios. La misericordia que recibimos del Padre no nos es dada como una consolación privada, sino que nos hace instrumentos para que también los demás puedan recibir el mismo don. Existe una maravillosa circularidad entre la misericordia y la misión. Vivir de misericordia nos hace misioneros de la misericordia, y ser misioneros nos permite crecer cada vez más en la misericordia de Dios.

2. Me complace poder encontrarme con ustedes y, poder de manera formal, externar mi saludo de bienvenida a todas ustedes, especialmente a quienes se hacen presentes de otros estados de la República Mexicana. Saludo con especial afecto a la Sra. María de la Luz Lejarza Gallegos de López, presidenta nacional de Voluntarias Vicentinas, a  quien le agradezco su empeño y generosidad por impulsar toda la misión de esta noble asociación de mujeres laicas en el país. siéntanse en su casa. ¡Bienvenidas!

3. Tengo entendido que esta Asamblea, es ya una preparación para celebrar, el próximo año 2017, el IV centenario de la fundación, lo cual es una oportunidad muy propicia para detenerse un momento y reflexionar sobre la identidad y la misión que san Vicente de Paúl quiso y poder así, seguir respondiendo a los desafíos que la nueva cultura y la nuevas sociedades enfrentan, especialmente con tantas y tantas nuevas formas de pobreza material y espiritual. San Vicente, “hizo que con su incesante acción apostólica, el Evangelio fuera cada vez más un faro luminoso de esperanza y amor para las personas de su época y, en especial, para los más pobres en el cuerpo y el espíritu”. De hecho, como sacerdote, tuvo ocasión de frecuentar tanto los ambientes aristocráticos como los campos, igual que las barriadas de París. Impulsado por el amor de Cristo, supo organizar formas estables de servicio a las personas marginadas, dando vida a las llamadas «Charitées», las «Caridades», o bien grupos de mujeres que ponían su tiempo y sus bienes a disposición de los más marginados. De estas voluntarias, algunas eligieron consagrarse totalmente a Dios y a los pobres, y así, junto a santa Luisa de Marillac, san Vicente fundó las «Hijas de la Caridad», primera congregación femenina que vivió la consagración «en el mundo», entre la gente, con los enfermos y los necesitados. (cf. Benedicto XVI,  Ángelus domingo 26 de septiembre de 2010).

4. Hoy, considero que necesitamos ser conscientes que las líneas de acción en  la misión están marcadas por la fidelidad al evangelio para no correr en vano, —como nos lo ha señalado el Papa Francisco—: “El imperativo de escuchar el clamor de los pobres se hace carne en nosotros cuando se nos estremecen las entrañas ante el dolor ajeno” (EG, 193). El corazón de Dios tiene un sitio preferencial para los pobres, tanto que hasta Él mismo «se hizo pobre» (2 Co 8,9). La nueva evangelización es una invitación a reconocer la fuerza salvífica de sus vidas y a ponerlos en el centro del camino de la Iglesia. Estamos llamados a descubrir a Cristo en ellos, a prestarles nuestra voz en sus causas, pero también a ser sus amigos, a escucharlos, a interpretarlos y a recoger la misteriosa sabiduría que Dios quiere comunicarnos a través de ellos.

5. Queridas Vicentinas: nuestro compromiso no consiste exclusivamente en acciones o en programas de promoción y asistencia; lo que el Espíritu moviliza no es un desborde activista, sino ante todo una atención puesta en el otro «considerándolo como uno consigo». Esta atención amante es el inicio de una verdadera preocupación por su persona, a partir de la cual deseo buscar efectivamente su bien. Esto implica valorar al pobre en su bondad propia, con su forma de ser, con su cultura, con su modo de vivir la fe. El verdadero amor siempre es contemplativo, nos permite servir al otro no por necesidad o por vanidad, sino porque él es bello, más allá de su apariencia: «Del amor por el cual a uno le es grata la otra persona depende que le dé algo gratis». El pobre, cuando es amado, «es estimado como de alto valor», y esto diferencia la auténtica opción por los pobres de cualquier ideología, de cualquier intento de utilizar a los pobres al servicio de intereses personales o políticos. Sólo desde esta cercanía real y cordial podemos acompañarlos adecuadamente en su camino de liberación. Únicamente esto hará posible que «los pobres, en cada comunidad cristiana, se sientan como en su casa. ¿No sería este estilo la más grande y eficaz presentación de la Buena Nueva del Reino?». Sin la opción preferencial por los más pobres, «el anuncio del Evangelio, aun siendo la primera caridad, corre el riesgo de ser incomprendido o de ahogarse en el mar de palabras al que la actual sociedad de la comunicación nos somete cada día».

6. En el evangelio que acabamos de escuchar Jesús, nos ha dicho algo muy importante: “Les aseguro que el Hijo no puede hacer nada por sí mismo sino solamente lo que ve hacer al Padre; lo que hace el Padre, lo hace igualmente el Hijo. Porque el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que hace” (Jn 5, 17-30). Aquí está la clave en el quehacer de las Voluntarias Vicentinas. Si realmente queremos colaborar con la misión del Padre en favor de los pobres y de aquellos sus preferidos, necesitamos estar en intima comunicación con él. Necesitamos estar totalmente unidos a él, que de él bebamos la sabia que alienten nuestros proyectos y nuestras acciones. En días recientes, el Padre Rainiero Cantalamessa, predicador de la Casa Pontifica decía: “Cuanto mayor sea el volumen de la actividad, más debe aumentar el volumen de la oración, en intensidad si no en cantidad. Después de rezar, —indicó que por experiencia personal— se hacen las mismas cosas en menos de la mitad del tiempo”. Debemos amar a Jesús, porque solo los que están enamorados de Jesús lo puede anunciar al mundo con profunda convicción

7. La inmensa mayoría de los pobres tiene una especial apertura a la fe; necesitan a Dios y no podemos dejar de ofrecerles su amistad, su bendición, su Palabra, la celebración de los Sacramentos y la propuesta de un camino de crecimiento y de maduración en la fe. La opción preferencial por los pobres debe traducirse principalmente en una atención religiosa privilegiada y prioritaria. Hablemos de nuestra experiencia de fe, de oración y de amistad con Dios. Transmitámosles aquello que le escuchamos decir a Dios en la intimidad del encuentro.

8. Muchas felicidades a todas ustedes por todo el trabajo que realizan día con día. Sepan que si lo hacen de corazón y realmente convencidas que a quien sirven es a Cristo, no quedará en el olvido y sus nombres estarán inscritos en el libro de la vida.

9. Que el ejemplo de San Vicente de Paul, siga siendo para ustedes, el motivo de sus inspiraciones y el intercesor ante el cansancio y ante la duda. Pidámosle a él para que nos ayude a no tener asco, miedo o vergüenza para tocar las miserias físicas y existenciales de tantos y tantos hombres que buscan el alimento físico y el alimento espiritual. Amén.

† Faustino Armendáriz Jiménez
Obispo de Querétaro