Educar para una sociedad nueva. Reflexiones y orientaciones sobre la educación en México

Presentación del Documento:
Educar para una sociedad nueva. Reflexiones y orientaciones sobre la educación en México
(Conferencia del Episcopado Mexicano)
Universidad Contemporánea de Querétaro

 

Muy apreciados maestros y agentes del sector educativo,
Dr. Rodrigo Guerra López y Dra. Lourdes Caudillo,
sacerdotes y agentes de la Pastoral Educativa en nuestra Diócesis,
estimados hermanos y hermanas:

escudo_armendarizMe complace esta noche el poder estar con ustedes y compartir juntos la presentación oficial del documento: Educar para una sociedad nueva. Reflexiones y orientaciones sobre la educación en México, que el Episcopado Mexicano ha preparado y que ofrece al pueblo de México, como su aporte ante la emergencia educativa a la cual se enfrenta nuestra nación.

Quiero iniciar mi intervención trayendo a colación las palabras de Concilio Vaticano II, que en el documento sobre la educación, de manera sintética y diría yo profética en el proemio cita:

“El Santo Concilio Ecuménico considera atentamente la importancia decisiva de la educación en la vida del hombre y su influjo cada vez mayor en el progreso social contemporáneo. En realidad la verdadera educación de la juventud, e incluso también una constante formación de los adultos, se hace más fácil y más urgente en las circunstancias actuales. Porque los hombres, mucho más conscientes de su propia dignidad y deber, desean participar cada vez más activamente en la vida social y, sobre todo, en la económica y en la política; los maravillosos progresos de la técnica y de la investigación científica, y los nuevos medios de comunicación social, ofrecen a los hombres, que, con frecuencia gozan de un mayor espacio de tiempo libre de otras ocupaciones, la oportunidad de acercarse con facilidad al patrimonio cultural del pensamiento y del espíritu, y de ayudarse mutuamente con una comunicación más estrecha que existe entre las distintas asociaciones y entre los pueblos”.

He dicho de manera sintética, porque expresan el sujeto y el objeto de la educación, es decir, el hombre mismo, destinado a vivir una vida plena, mediante el progreso social. Sin embargo, son proféticas porque representan un desafío en nuestros días para la Iglesia y para la cultura. Hoy más que nunca, ciertamente hoy más que ayer, América Latina, y México en ella, tiene tanta urgencia de educación como la tiene de evangelización. Más aún, me atrevería a afirmar que será eficaz la evangelización si es educativa; de hecho, “el desafío educativo interpela a nuestras Iglesias como una verdadera emergencia”[1]. Pues la Iglesia existe para evangelizar y evangelizar es educar. En efecto, y es Benedicto XVI quien lo afirma: “Para nosotros, los obispos, para nuestros sacerdotes, para los catequistas y para toda la comunidad cristiana, la emergencia educativa asume un aspecto muy preciso: el de la transmisión de la fe a las nuevas generaciones”[2].

Los Obispos de América Latina y el Caribe reunidos en Aparecida, Brasil en Junio del 2007, después de analizar la realidad y descubrir el alto porcentaje de católicos con una identidad cristiana débil y vulnerable (cf. DA 286), “consideramos urgente cuestionar a fondo, la manera que estamos educando en la fe y como estamos alimentando la vivencia cristiana (cf. DA 287). Nuestra conclusión fue esta: “O educamos en la fe, poniendo realmente en contacto con Jesucristo, e invitando a su seguimiento, o no cumpliremos nuestra misión evangelizadora” (cf. ibidem)[3].

Esto nos ha llevado a pensar y a proyectar como conferencia episcopal una mirada más amplia sobre la realidad, y al mismo tiempo una actitud crítica  y propositiva  sobre la situación educativa en México, para presentar grandes causes, como grandes criterios, inspirados desde la propia identidad cristiana  a fin de avanzar por mejores caminos.

El documento pretende presentar una reflexión desde la realidad que vivimos, abriendo la interlocución hacia los distintos sectores  involucrados en al e educación formal y no formal de nuestro país. Una reflexión sobre la situación educativa de nuestra patria con sus indudables logros históricos  pero desde las coordenadas  sociales que nos definen. Hay rostros que nos dueles como personas que viven en la calle en las grandes urbes, los migrantes, los enfermos, adictos dependientes, menores delincuentes (Cf. Documento de aparecida, Plan Diocesano de Pastoral, Providencias de la primera visita pastoral a los decanatos de la diócesis de Querétaro). No podemos quedarnos indiferentes como Iglesia, es necesario primero señalar las fallas estructurales  en el ámbito educativo  de nuestro país,  que no se limita a una cuestión de presupuestos  y recursos, sino a la implementación  de los mismos. Toca a la misión profética de la Iglesia señalar los grandes vacíos de la propuesta educativa  o las grandes contradicciones culturales de nuestro tiempo  que va provocando un desajuste en el desarrollo  de las persona y de la sociedad. A la Iglesia y junto con ella a cada bautizado nos toca entrar en los nuevos areópagos y ofrecer el mensaje del evangelio que humaniza, educa y socializa. La propuesta del evangelio ofrece una visión del hombre, del mundo y de Dios  tan vigente como siempre.

La propuesta del documento que ahora presentamos está en el campo de antropología cristiana, porque la crisis de nuestro tiempo  tiene su origen en el error  de una mala valoración del hombre y su realización.  Por ello, se busca favorecer en el hombre un nuevo encuentro con el Señor, el único que llena de significado profundo y de paz nuestra existencia; para propiciar el redescubrimiento de la fe, fuente de gracia que trae alegría y esperanza a la vida personal, familiar y social. El desafío no se afronta reivindicando la prioridad de la evangelización sobre la educación, sino dando calidad educativa al acto mismo del anuncio evangélico, es decir, promoviendo una evangelización que salvaguarda, conjuntamente, “la integridad del anuncio y la gradualidad de la propuesta”. Ni la educación debe marginar o silenciar el anuncio, ni la evangelización puede descuidar su intencionalidad educativa. Jamás podrá faltar el evangelio, anunciado y practicado, pero el testimonio y la vida evangélica habrán de presentarse también como propuesta educativa. Si es obvio que la educación que lleva adelante un cristiano ha de inspirarse en el evangelio, no es menos necesario que la evangelización sepa adaptarse a la situación concreta en que se encuentra el evangelizado, a sus urgentes necesidades y a sus legítimas aspiraciones.

Dicho diversamente, todo cristiano está llamado a vivir evangélicamente y a evangelizar siempre testimonialmente. No se trata, pues, de educar y, después, evangelizar, ni de evangelizar y, después, educar, sino de educar con el evangelio como viático y meta, y de evangelizar con sensibilidad pedagógica y procesos educativos concretos. Que entre evangelización y educación no haya espacio para un antes ni un después es el necesario corolario de ese axioma cristiano, según el cual la creación existe en orden a la gracia y, por tanto, la realidad creada goza de una cierta, relativa, autonomía, no siendo fin en sí misma sino habiendo quedado radicalmente ordenada a la salvación.

“No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva.”[4] Y es que el evangelio “no es un sistema de artículos de fe y de preceptos morales ni, menos aún, un programa político, sino que es una persona: Jesucristo, como Palabra definitiva de Dios, hecha hombre”[5].

En consecuencia, evangelizar tiene por objetivo conducir al encuentro personal con Cristo Jesús quien, además de contenido del evangelio, es su agente y promotor. Pues bien, si “transmitir la fe significa crear en cada lugar y en cada tiempo las condiciones para que este encuentro entre los hombres y Jesucristo se realice” y asuma “la forma de una relación con él, de la memoria de él y de la formación en nosotros de la mentalidad de Cristo”[6], habrá que dudar de una evangelización que no incluye junto a la presentación de la persona de Cristo un camino de acceso a ella.

Termino retomando las palabras que se encuentran en la presentación al interno de documento, las cuales afirman: “pensamos que la emergencia educativa que padece México, no deja lugar a justificaciones  e inacciones o actuamos ahora o las próximas generaciones nos lo van a reclamar con vehemencia y acritud”[7]. Sin duda palabras duras y apremiantes, que ojalá escuchemos y asumamos Iglesia y sociedad.

Agradezco a cada uno de ustedes su presencia esta tarde y les auguro que las reflexiones que ahora se nos expones, a partir de este importante documento, les favorezcan sobremanera en su tarea cultural y educativa, a fin de mostrar al hombre su verdad y su sentido pleno.

Gracias.

† Faustino Armendáriz Jiménez
Obispo de Querétaro

 

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[1] Sínodo de los Obispos. XIII Asamblea General Ordinaria, La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana. Lineamenta, Ciudad del Vaticano, 2011, p. 60.

[2] Benedicto XVI, Discurso a la 58ª Asamblea General de la Conferencia del Episcopado Italiano (29 de mayo 2008).

[3] Faustino Armendáriz Jiménez, Exhortación pastoral con ocasión del año de la fe, 8/oct/2012, n. 17.

[4] Benedicto XVI, Deus caritas est. Encíclica sobre el amor cristiano (25 diciembre 2005), 1.

[5] Lineamenta, 11. “No hay evangelización verdadera, mientras no se anuncie el nombre, la doctrina, la vida, las promesas, el reino, el misterio de Jesús de Nazaret, Hijo de Dios” (Benedicto XVI, Verbum Domini, 97). Cfr. Pablo VI, Evangelii Nuntiandi 22.

[6] Ibídem, 11

[7] Educar para una sociedad nueva. Reflexiones y orientaciones sobre la educación en México, CEM, p. 10-11.