DESDE LA CEM: El Santísimo Nombre de Jesús.

3 Enero

I San Juan 2, 29-3, 6: “El que permanezca en Dios no peca”

Salmo 97: “Aclamemos con júbilo al Señor”

San Juan 1, 29-34: “Este es el Cordero de Dios”

 

Recordemos un poco aquella la fábula, adaptada a las diferentes culturas, que cuenta cómo los huevos de un águila (o de un cóndor, según la versión) fueron a parar a un gallinero. Empollados por una gallina, nacieron “las aguilitas” creyéndose polluelos, caminaron, se alimentaron y trataron de cantar como las propias gallinas. El día que con espanto vieron a un águila volar por las alturas, solamente suspiraron y continuaron su vida de gallinas, olvidándose de que estaban llamadas a surcar los espacios. Como si las lecturas de este día quisieran que nosotros los cristianos dejáramos de vivir “acorralados”, con miedo y con vida de gallinas, hoy nos recuerdan las lecturas nuestro origen, nuestro linaje y nuestra misión. La hermosa primera carta de San Juan no se cansa de repetirnos que hemos nacido de Dios, que no solamente nos llamamos hijos de Dios, sino que en verdad lo somos aunque el mundo no lo reconoce porque tampoco lo ha reconocido a Él. Y nos lleva más lejos al afirmar: “Ahora somos hijos de Dios, pero aún no se ha manifestado cómo seremos al fin… Cuando Él se manifieste, vamos a ser semejantes a Él, porque lo veremos tal cual es”. Así, San Juan nos lanza a dejar el corral de gallinas, recordar nuestra dignidad de águilas y abrir nuestras alas, con los riesgos de la aventura, y lanzarnos a surcar los espacios. Desde las alturas el mundo se ve diferente, desde nuestra dignidad de hijos de Dios, el mundo aparece distinto. Si seguimos pegados al suelo, con la cabeza gacha, con la mirada clavada en la tierra, no descubriremos nuestra verdadera identidad y nuestra verdadera dignidad. En el evangelio el mismo San Juan nos presenta a Jesús y su personalidad. La descubre en el bautismo en el Jordán cuando desde los cielos abiertos el Bautista ve posarse al Espíritu sobre Él y da testimonio de que “éste es el Hijo de Dios”. Jesús, hijo de Dios, viene a hacernos  partícipes de la misma dignidad. Hoy, reconociéndonos hijos de Dios, levantemos nuestra mirada, emprendamos nuevos vuelos y vivamos nuestro día con valentía, dignidad y amor de acuerdo a nuestro linaje.

+ Mons. Enrique Díaz Díaz

Obispo de Irapuato