DESDE LA CEM: Abrir nuestra mente, nuestros oídos, nuestros ojos.

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de Enrique Díaz Díaz
Obispo Coadjutor de San Cristóbal de las Casas

10 Enero

AUDIO

Hebreos 2, 5-12: “Convenía que Dios consumara en la perfección, mediante el sufrimiento, a Jesucristo, autor y guía de nuestra salvación”

Salmo 8: “Diste a tu Hijo el mando sobre las obras de tus manos”

San Marcos 1,21-28: “No enseñaba como los escribas, sino como quien tiene autoridad”

¿Qué tiene de especial el mensaje de Jesús que toca el corazón de todos los que lo escuchan? ¿Por qué sus palabras suenan tan diferentes a las de los escribas, tan eruditos y enterados, pero tan lejos de la situación en que vive el pueblo? Ahora también llega Jesús para cada uno de nosotros y también para nosotros tiene una palabra muy concreta.

Viene a manifestarnos una realidad diferente: el Reino de Dios. Un Reino que manifiesta la gran misericordia de Dios y que se hace cercano a todos los que caminamos en esperanza y ponemos nuestra confianza en el Señor.

El inicio del año nos trae nuevas esperanzas, aunque también se anuncian fuertes nubarrones, pero el discípulo  contempla a Jesús, escucha su Palabra y asume como propia la misma misión. Dejar penetrar la Palabra en el corazón es el primer paso para la conversión propia y de nuestras estructuras. Abrir nuestra mente, nuestros oídos, nuestros ojos, y tratar de captar qué es lo que pide Jesús será la tarea principal de este año que vamos comenzando.

Las consecuencias son claras. Después de que San Marcos nos presenta la forma en que Jesús predica, nos hace notar que no sólo predica sino que expulsa un espíritu inmundo. Es signo de todo el mal: físico, moral y social que afecta a la comunidad. Quizás también hoy nuestro  mundo exclame que qué quiere Jesús de Nazaret con estos ambientes y que no está dispuesto a aceptar su evangelio.

Pero el verdadero discípulo se comprometerá a anunciar un Reino que propicie una nueva generación donde se viva en paz, armonía y fraternidad. Jesús tiene autoridad en nuestros días. No la autoridad del poder o del dinero, no la autoridad de las armas o de la fuerza, sino la autoridad que le da el amor que se entrega hasta las últimas consecuencias.

Nos acercamos este día a Jesús, meditamos cada una de sus palabras, contemplamos sus acciones y nos comprometemos a llevar también nosotros buena nueva y a expulsar a los espíritus inmundos de nuestro ambiente.