Conquista, pacificación y evangelización de la Sierra Gorda: Los Agustinos

LOS AGUSTINOS DE LA PROVINCIA DE MÉXICO, recibieron de los FRANCISCANOS DEL SANTO EVANGELIO la vértice oriental de la Sierra Gorda a partir de 1570.

El Virrey Don Álvaro Manríquez de Zúñiga, Marques de Villa Manrique le encargó a Fray Cornelio Bye, que enterase a los chichimecas, que los apaciguase y los redujese. En tal ocasión el encargo era pesado, pero Fray Cornelio se ofreció a Dios por su amor y servicio entregaba a la jornada y anduvo entre aquellos bárbaros sin más armas que un rayo que le cubría su pecho y la espalda; los apaciguo y los redujo a pueblos que aún duran. Pero el riesgo de andar entre bárbaros se añadió el de andar a pie de una a otra ranchería subiendo asperísimas cuestas en arriscados montes, descendiendo a profundos valles, quebradas y desiertos en todo el rigor de la palabra, todo habitado de fieras carniceras cebadas de sangre humana, habiendo sido como un milagro su ida y vuelta feliz, trayendo sobre sus hombros tantas ovejas descarriadas y readuciéndolas bautizadas al aprisco de la Iglesia.

Fray Cornelio fue prior en Tutotepec, después se volvió a Roma y fue Vicario provincial en Irlanda, en Escocia, en Inglaterra y en Flandes, vivió cinco años en Bruselas, ahí murió el 26 de julio de 1614. Muy posiblemente los lugares tan desvalidos a donde entró Fray Cornelio son los ubicados en la Sierra Gorda en los actuales municipios de Cadereyta, San Joaquín, Pinal de Amoles Arroyo Seco, Jalpan y Landa. La labor evangelizadora de los agustinos se caracterizó por la entrega de sus misioneros y por la aplicación de una metodología menos compulsiva. Los chichimecas y los agustinos lograron reciproca comprensión, por eso dice el cronista: «aunque es nación tan fiera, es dócil y amorosa con los religiosos, recibieron la fe y son buenos cristianos». Los conventos son pobrísimos porque los indios no dan obención, ni limosnas, antes saquean o se les da lo que piden, ya sea por caridad o por miedo.

Los Ermitaños de San Agustín con bondad, paciencia y perseverancia, convivieron con los bárbaros pames en la Sierra Gorda y se ganaron su afecto filial; en acuerdo entre ellos, las cuadrillas asentaron sus rancherías en lugares que eran queridos, sembraron maíz, frijol, calabazas, criaron ganillas, cabras, cerdos, ovejas, asnos y caballos, estaban pasando de recolectores cazadores a cultivadores criadores. Los Ermitaños de San Agustín respetaron la cultura e idiosincrasia de los jonaces y pames; los acostumbraron a sembrar maíz, frijol, calabaza, así como criar gallinas, ganado menor y equinos. Los agustinos se encuentran entre los primeros instructores de una teoría y práctica elemental para una agricultura y ganadería de autoconsumo. Durante 173 años administraron la doctrina en esta región, con gran celo apostólico. No se concibe la idea de fracasando en su empresa, tonto los RELIGIOSOS FRANCISCANOS COMO LOS AGUSTINOS, lucharon con gran celo por conquistar espiritualmente a los nativos, fundado misiones, atrayéndolos y ayudándoles en todo lo que podían… Posiblemente los procedimientos que emplearon no fueron eficaces. Pasaron largos años y la Sierra no se doblegaba al Evangelio ni a la vida civilizada. En el siglo XVIII la Sierra Gorda seguía siendo, «una mancha de gentilidad en el centro de la Nueva España».

A fines del siglo XVI y principios del XVII los chichimecas, pames, guancancores, samuses y otras tribus de indios salvajes, iban extendiendo sus depredaciones hasta más allá de Concá y Xilitla, agregando el «manchón de gentilidad», de manera que casi todo el territorio queretano estaba de hecho sustraído a la autoridad virreinal. Favorecidos por las asperezas de las montañas de la Sierra Gorda y de la falta de comunicaciones, su principal defensa era lo inaccesible de los parajes que ocupaban, por lo cual se hacía imposible su reducción y exterminio. En ese mismo año de 1682 el Protector de los indios capitán don Jerónimo de Labra, desde Zimapan y Cadereyta, intentó pacificar la región, sin haber logrado mucho éxito.

En 1721 los franciscanos reclamaron la devolución de Jalpan, con el pretexto de que los agustinos habían fracasado en la evangelización del corazón mismo de la Sierra. Triunfaron los franciscanos y, obligados por un real decreto inapelable, los Agustinos de la Provincia de México abandonaron en 1743 aquella región.