CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA, Santa Iglesia Catedral, III Domingo de Cuaresma.

Santa Iglesia Catedral, Av. Madero esq. calle Ocampo. Santiago de Querétaro, Qro.,  19 de Marzo de 2017.

El día 19 de Marzo de 2017, los Miembros del Movimiento  Reparador Mariano, asistieron a la Santa Iglesia Catedral, para participar de la Sagrada Eucaristía presidida por Mons. Faustino Armendáriz Jiménez, con motivo de la celebración del III Domingo de Cuaresma, en la cual Mons. Faustino, en su homilía  los animo a “Que todos en este camino cuaresmal, sepamos encontrarnos con Cristo y tras descubrir que él es el agua viva que sacia todos los anhelos del corazón, seamos capaces de atrevernos a decirle como la mujer samaritana “dame de esa agua””.

Cabe mencionar que los Miembros del Movimiento  Reparador Mariano, son una asociación pública de fieles, sin ánimo de lucro; de confesión católica y apostólica; en plena comunión con el Romano Pontífice y los obispos en comunión con él,  en cuanto legítimos sucesores de los Apóstoles; con personalidad jurídica pública canónica; erigida por el Obispo de la diócesis de Lurín, Lima Sur, República del Perú, de conformidad con el vigente Código de Derecho Canónico.

  1. Pueden ser miembros del  Movimiento Reparador Mariano, los fieles laicos, religiosos o clérigos que, como personas privadas o públicas, acepten los presentes Estatutos y su espíritu fundacional.
  1. Para ser admitido como miembro ordinario de este Movimiento, son requisitos básicos ineludibles:
  1. a) ser bautizado en la Iglesia Católica Romana, lo cual se prueba con el respectivo registro eclesiástico parroquial.
  1. b) Tener el deseo de reparar el Sagrado Corazón de Jesús y el Inmaculado Corazón de María, orar y ofrecer sacrificios por la conversión de los pecadores.
  2. No pueden ser admitidos como miembros de la Asociación, en modo alguno, aquellos que han abandonado públicamente la fe católica o se han alejado de la comunión eclesiástica; ni tampoco quienes se hallaren incursos en una excomunión impuesta o declarada por la Iglesia.

Son una familia espiritual constituida por personas de edad, vocación y estados de vida diversos que, a la luz del Evangelio, con la ilustración del Magisterio eclesiástico y con espíritu de reparación, nos consagramos de modo particular y libremente, por medio de promesa pública a los Sagrados Corazones de Jesús y de María en el ejercicio del testimonio evangélico y de la caridad.

Somos cristianos católicos –hombres y mujeres, jóvenes y adultos de todas las condiciones sociales, de los distintos estados o géneros de vida cristiana, laicos, clérigos o religioso– que queremos seguir a Jesucristo y cooperar a la edificación del Reino de Dios dando testimonio de la propia fe en todas las esferas de la vida y comprometiéndonos a llevar al corazón de la cultura humana las enseñanzas de la Iglesia, guía segura para la construcción de una sociedad más justa, más fraterna y más solidaria.

Los fines del  Movimiento Reparador Mariano son amplios y diversos en su género para que nadie se sienta ajeno o excluido del llamado de Dios desde su propio estado de vida cristiana, con su edad, su formación académica, su condición social, su origen étnico, su nacionalidad, sus costumbres o tradiciones culturales, sus talentos o predisposiciones naturales, su voluntad de servicio a la Iglesia y su deseo de adorar, alabar, bendecir y glorificar a Dios tanto a nivel personal privado como a nivel comunitario, de asamblea o de pequeños grupos de fe.

Son objetivos comunes de todos los miembros del  Movimiento Reparador Mariano, los siguientes:

1º.         Reparar el Sagrado Corazón de Jesús y el Inmaculado Corazón de María mediante una conversión total de nuestra vida y el continuo ejercicio de las oraciones del libro Apostolado de Reparación.

2º.         Promover la vida de santidad entre sus miembros, tributando a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, de manera prioritaria, explícita y directa, el culto de adoración, honra y alabanza filial que el mismo Dios nos inspira y mueve, que el Magisterio de la Iglesia nos orienta, y nuestros Estatutos nos exigen, de manera especial mediante la evangelización del propio ambiente de vida cotidiana.

3º.         Realizar de manera personal y de grupo frecuentes actos de reparación a los Sagrados Corazones de Jesús y de María, mediante el Apostolado de Reparación.

4º.         Divulgar, promover y motivar efectivamente a los fieles de cada parroquia para que surja donde no exista y se fortalezca la encomiable práctica de la adoración permanente del Santísimo Sacramento de la Eucaristía.

5º.         Dirigir, promover, y fomentar Vigilias y cruzadas de reparación a los Sagrados Corazones de Jesús y de María.

6º.         Promover el rezo del santo Rosario en familia y en la parroquia.

7º.         Liderar la constitución de cenáculos de oración en familia, mediante las reflexiones del Libro de Oro.

8º.         Apoyar, promover, difundir y explicar el valor espiritual y la utilidad cristiana del Apostolado de Reparación.

9º.         Alimentar la fe de los propios miembros y de los católicos en general, animándoles a participar generosamente en la vida y en la misión de la Iglesia, favoreciendo, de modo especial, la unidad de la familia, la oración personal, la oración de grupo y la oración en la comunidad parroquial.

10º.       Seguir a Jesús pobre y siervo, y trabajar constantemente en la corrección de las costumbres y conformar nuestra propia vida con Cristo que cumple siempre la voluntad del Padre.

11º.       Crear entre sus miembros vínculos afectivos y de confianza que se funden y consoliden en Jesús.

12º.       Amar con fidelidad a la Iglesia, defender sus derechos, cultivar y difundir sus tradiciones.

13º.       Divulgar el valor de la figura y la misión del laico en la Iglesia diocesana, a través del compromiso de descubrir la grandeza de la vocación cristiana en el misterio de la comunión eclesial.

14º.       Hacer presente el Evangelio en todas las dimensiones de la vida de tal forma que incluso los alejados puedan encontrar o reencontrar acceso a la Iglesia.

15º.       Profundizar en la toma de conciencia de la plena pertenencia a la Iglesia católica; garantizando la plena adhesión a la doctrina y al magisterio de la Iglesia especialmente en lo referente a la eclesiología, la centralidad de los sacramentos y la devoción a la Virgen y a los santos.

16º.       Llevar y defender un estilo de vida sencillo, alegre y trabajador, contribuyendo efectivamente a la construcción de una sociedad más justa y solidaria.

17º.       Estar siempre dispuestos a actuar en la Iglesia según las enseñanzas del Concilio Vaticano II, el legado espiritual de los Santos Padres, y el Magisterio vivo de la Iglesia, y de manera más específica, de mostrar este positivo acatamiento a la Iglesia, manifiesto en la obediencia afectiva al Romano Pontífice cuando enseña en materia de fe, moral y disciplina eclesiástica.

18º.       Permitir y favorecer la convivencia y culto cristiano católicos en las reuniones de los miembros del movimiento, en franca y explícita armonía con la pastoral litúrgica de la diócesis, y en plena comunión con el Romano Pontífice y los Obispos en comunión con él.

19º.       Fortalecer las relaciones interpersonales de los miembros a nivel de esposos, padres, hermanos y familiares, tornando cada hogar y núcleo familiar socios en modelos de convivencia cristiana parroquial y diocesana.

20º.       Incentivar en la familia y en la parroquia la práctica de las obras de misericordia.

21º.       Promover y difundir la santa costumbre cristiana católica de la consagración de las personas al Inmaculado Corazón de María y al Sagrado Corazón de Jesús.

Nuestro propósito consiste esencialmente en ser fieles católicos que nos esforzamos en vivir radicalmente la opción del seguimiento de Jesús, con el supremo ideal y compromiso de fortalecer nuestra vida espiritual personal mediante la oración, la adoración eucarística y los actos de reparación por nuestros propios pecados, y los del mundo entero, mediante el Apostolado de Reparación, así:

  1. a)           Frecuentando asiduamente los sacramentos de la Penitencia y de la Sagrada Comunión.
  2. b)           Ofreciendo frecuentes actos de amor y reparación al Sagrado Corazón de Jesús y al Inmaculado de María.
  3. c)            Viviendo  y dando a conocer el Apostolado de Reparación.
  4. d)           Promoviendo la adoración Eucarística en todos los sagrarios.
  5. e)           Estudiando con disciplina los documentos oficiales del Magisterio de la Iglesia, particularmente las enseñanzas de los Pontífices, a quienes debemos toda obediencia y sumisión en materia de fe, moral y disciplina eclesiástica.
  6. f)            Prestando particular atención a las urgencias de la Iglesia y de la sociedad, teniendo a Nuestra Señora la Virgen Madre de Dios, como modelo a imitar a partir del Mensaje de Fátima en su llamado a la permanente conversión y corrección de las costumbres.

Todos los miembros del Movimiento Reparador Mariano han de involucrarse activamente en la consecución de sus fines, siendo los principales, entre otros:

1º.         Difundir el culto al Santísimo Sacramento de la Eucaristía mediante la práctica frecuente de la comunión reparadora, de modo especialísimo los primeros jueves, los primeros viernes y sábados de mes, y la visita asidua a Jesús Eucaristía en el templo más cercano a la residencia personal de cada socio o familia miembro del movimiento.

2º.         Dar a conocer la devoción y reparación a los Sagrados Corazones de Jesús y de María entre los miembros, amigos y allegados, y fieles de la iglesia, particularmente a los miembros del movimiento.

3º.         Practicar obras de caridad sobre todo con los más necesitados, sin excepción ni distinción alguna de personas por credo, raza o condición social.

4º.         Colaborar estrechamente con las actividades pastorales de la diócesis y de la parroquia en que se hallaren insertos.

5º.         Hacer presente el Evangelio en todas las dimensiones de la vida, de tal forma que incluso los alejados puedan encontrar o reencontrar acceso a la Iglesia.

6º.         Evangelizar el propio ambiente de vida que constituye el ámbito normal de nuestro testimonio cristiano, definidos por los cuatro ejes de nuestra identidad eclesial: ADORACIÓN, CONTEMPLACIÓN, REPARACIÓN, y MISIÓN entendida como la pasión de llevar el anuncio cristiano a la vida de los hombres, encontrándolos sobre todo en los lugares de trabajo o actividad cotidiana de cada quien.

7º.         Anunciar a los jóvenes que la libertad y la felicidad auténticas residen en la verdad de la vida, muerte y resurrección de Jesucristo, en el don del Espíritu Santo, y de actuar para su verdadera liberación, dando testimonio de la presencia de Dios en el mundo.

8º.         Organizar y promover jornadas de retiros espirituales (desiertos de amor) para los miembros del Movimiento y para todos los cristianos.

9º.         Despertar la devoción mariana mediante la peregrinación de Imágenes de la Santísima Virgen María en las familias, invitándolas al rezo del Santo Rosario y a la reparación.

10º.       Dictar conferencias sobre temas relacionados con los valores de la vida asociativa, según el Magisterio de la Iglesia.

11º.       Incentivar en los niños el amor por Jesús en la Eucaristía y la devoción mariana.

12º.       Presidir reuniones y charlas en las familias de los miembros o de aquellos que deseen conocer y profundizar sobre la reparación al Sagrado Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María, de las enseñanzas del Magisterio eclesiástico,  liturgia,  devociones, piedad popular y adoración Eucarística, que se constituyan en verdadera escuela de reparación.

14º.       Dirigir talleres y/o encuentros con jóvenes para estudiar y explicar la doctrina pontificia sobre los valores morales de la vida familiar,  el valor de la castidad de los laicos por el reino de los cielos , la dignidad de las relaciones entre hombre y mujer cristianos a la luz del Evangelio.

15º.       Liderar semanalmente el piadoso ejercicio de la “Reparación”, en la residencia familiar de uno de los miembros del movimiento, para orar en familia cada jueves en la noche por los sacerdotes, por toda la Iglesia; por la corrección de las costumbres de los miembros del movimiento, y por el mundo entero.

16º.       Mediante el acompañamiento personal a una familia determinada en un día de cada semana, incentivar y habituar los hogares católicos al rezo diario del santo Rosario en familia.

17º.       Fomentar y defender, bajo la guía del obispo diocesano, todas las formas de piedad popular legítimamente reconocidas por la Iglesia, pues constituyen un “un acervo de valores que responde con sabiduría cristiana a los grandes interrogantes de la existencia”.

18º.       Constituir y organizar cenáculos de oración  entre jóvenes y adultos, profesionales y trabajadores, amas de casa, educadores, universitarios, pensionados y tercera edad, con el objeto de contribuir al crecimiento de la fe en el único Dios verdadero y en Jesucristo su Hijo, nuestro Señor, mediante los ejercicios de piedad popular ampliamente conocidos en el mundo católico  y altamente recomendados por el Magisterio de la Iglesia, procurando “purificar y rectificar el sentido religioso que subyace en estas devociones”  , y para hacer progresar  en el conocimiento del Misterio de Cristo, a quienes las practican.

19º.       Cada año, organizar jornadas de promoción y difusión del culto al Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María en los hogares cristianos católicos.

20º.       Entronizar las imágenes de  los Sagrados Corazones de Jesús y de María en la residencia de quien lo solicite y manifieste el deseo de consagrar su vida a rendir culto al único Dios verdadero, y veneración especialísima a Nuestra Señora la Virgen Santa María, y a su glorioso y castísimo esposo San José.

21º.       Organizar vigilias y jornadas de oración con el expreso objetivo de pedir por la santificación del clero, los religiosos, y la conversión de todos los pecadores

22º.       Promover y dar a conocer el valor, la importancia y significado de la ayuda espiritual que representa la devoción a los Sagrados Corazones de Jesús y de María, en los términos que el Magisterio de la Iglesia reconoce y recomienda, mediante la meditación de los libros propios de la espiritualidad.