CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA CON MOTIVO DEL XXXV ANIVERSARIO SACERDOTAL DEL REV. P. BERNARDO GONZÁLEZ SOBREVILLA.

Templo parroquial de la Parroquia de San Miguel Arcángel, Carillo Puerto, 28 de octubre de 2017.

La Comunidad parroquial de  San Miguel Arcángel, ubicada en la Col. Carillo Puerto, Qro. con motivo del XXXV Aniversario Sacerdotal del Rev. P. Bernardo González Sobrevilla, el 28 de Octubre de 2017,  recibió la visita de Mons. Faustino Armendáriz Jiménez, Obispo de Querétaro, quien presidió la Sagrada Eucaristía de Acción de Gracias, concelebraron los Pbros. Cesar Rodrigues Pérez, Vicario parroquial, Pbro. Israel Arvizu Espino y Víctor Rogelio García Sánchez,  participaron un gran numero de agentes de pastoral Parroquial, amigos y familiares del Pbro. Bernardo, la celebración se realizó en el Templo parroquial de San Miguel Arcangel , en su homilía Mons. Faustino, expresó:

“Muy estimado Sr. Cura D. Bernardo González Sobrevilla, queridos hermanos sacerdotes, queridos amigos y familiares, hermanos y hermanas todos en el Señor:

Movidos por el amor a Dios que nos ha elegido en Cristo, esta tarde queremos agradecer todas las gracias y bendiciones que nos ha regalado mediante  en el don tan inestimable del sacerdocio,  confiado en las débiles manos de nuestro querido padre Bernardo, quien hace 35 años recibió la imposición de manos del obispo y fu ungido con el Espíritu Santo para ser en la Iglesia ministro de las cosas de Dios.

Lo hacemos en este día en el cual la liturgia nos invita a contemplar el ejemplo de dos grandes apóstoles: Simón el Cananeo y Judas Tadeo, testigos privilegiados del Maestro. Quienes no escatimaron en entregar su vida por anunciar el Reino. ¿Quiénes fueron estos dos grandes apóstoles? y ¿qué tienen que enseñarnos en este día? 

De Simón sabemos que Mateo y Marcos lo llaman “Cananeo”, Lucas en cambio lo define “Zelota”. En realidad, los dos calificativos son equivalentes, pues significan lo mismo “ser celoso, apasionado” y se puede aplicar tanto a Dios, en cuanto que es celoso del pueblo que eligió (cf. Ex 20, 5), como a los hombres que tienen celo ardiente por servir al Dios único con plena entrega, como Elías (cf. 1 R 19, 10). Por tanto, es muy posible que este Simón, si no pertenecía propiamente al movimiento nacionalista de los zelotas, al menos se distinguiera por un celo ardiente por la identidad judía y, consiguientemente, por Dios, por su pueblo y por la Ley divina. Si es así, Simón está en los antípodas de Mateo que, por el contrario, como publicano procedía de una actividad considerada totalmente impura. Es un signo evidente de que Jesús llama a sus discípulos y colaboradores de los más diversos estratos sociales y religiosos, sin exclusiones. A él le interesan las personas, no las categorías sociales o las etiquetas. Y es hermoso que en el grupo de sus seguidores, todos, a pesar de ser diferentes, convivían juntos, superando las imaginables dificultades: de hecho, Jesús mismo es el motivo de cohesión, en el que todos se encuentran unidos. Esto constituye claramente una lección para nosotros, que con frecuencia tendemos a poner de relieve las diferencias y quizá las contraposiciones, olvidando que en Jesucristo se nos da la fuerza para superar nuestros conflictos.

Conviene también  recordar  que  el grupo de los Doce es la prefiguración de la Iglesia, en la que deben encontrar espacio todos los  carismas,  pueblos  y razas, así como  todas  las  cualidades  humanas, que  encuentran  su armonía y su unidad en la comunión con Jesús.

Por lo que se refiere a Judas Tadeo, no se sabe a ciencia cierta de dónde viene el sobrenombre Tadeo y quiere decir “pecho” y por tanto significaría “magnánimo”, o como una abreviación de un nombre griego como “Teodoro, Teódoto”. Se sabe poco de él. Sólo san Juan señala una petición que hizo a Jesús durante la última Cena. Tadeo le dice al Señor: “Señor, ¿qué pasa para que te vayas a manifestar a nosotros y no al mundo?”. Es una cuestión de gran actualidad; también nosotros preguntamos al Señor: ¿por qué el Resucitado no se ha manifestado en toda su gloria a sus adversarios para mostrar que el vencedor es Dios? ¿Por qué sólo se manifestó a sus discípulos? La respuesta de Jesús es misteriosa y profunda. El Señor dice: “Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y pondremos nuestra morada en él” (Jn 14, 22-23). Esto quiere decir que al Resucitado hay que verlo y percibirlo también con el corazón, de manera que Dios pueda poner su morada en nosotros. El Señor no se presenta como una cosa. Él quiere entrar en nuestra vida y por eso su manifestación implica y presupone un corazón abierto. Sólo así vemos al Resucitado. A Judas Tadeo se le ha atribuido la paternidad de una de las cartas del Nuevo Testamento que se suelen llamar “católicas” por no estar dirigidas a una Iglesia local determinada, sino a un círculo mucho más amplio de destinatarios. Se dirige “a los que han sido llamados, amados de Dios Padre y guardados para Jesucristo” (v. 1). Esta carta tiene como preocupación central alertar a los cristianos ante todos los que toman como excusa la gracia de Dios para disculpar sus costumbres depravadas y para desviar a otros hermanos con enseñanzas inaceptables, introduciendo divisiones dentro de la Iglesia “alucinados en sus delirios” (v. 8), así define Judas esas doctrinas e ideas particulares. Los compara incluso con los ángeles caídos y, utilizando palabras fuertes, dice que “se han ido por el camino de Caín” (v. 11). Además, sin reticencias los tacha de “nubes sin agua zarandeadas por el viento, árboles de otoño sin frutos, dos veces muertos, arrancados de raíz; son olas salvajes del mar, que echan la espuma de su propia vergüenza, estrellas errantes a quienes está reservada la oscuridad de las tinieblas para siempre” (vv. 12-13).  

Hoy no se suele utilizar un lenguaje tan polémico, que sin embargo nos dice algo importante. En medio de todas las tentaciones, con todas las corrientes de la vida moderna, debemos conservar la identidad de nuestra fe. Ciertamente, es necesario seguir con firme constancia el camino de la indulgencia y el diálogo, que emprendió felizmente el concilio Vaticano II. Pero este camino del diálogo, tan necesario, no debe hacernos olvidar el deber de tener siempre presentes y subrayar con la misma fuerza las líneas fundamentales e irrenunciables de nuestra identidad cristiana.

Por otra parte, es preciso tener muy presente que nuestra identidad exige fuerza, claridad y valentía ante las contradicciones del mundo en que vivimos. Por eso, el texto de la carta prosigue así:  “Pero ustedes, queridos ―nos habla a todos nosotros―, edificándoos sobre vuestra santísima fe y orando en el Espíritu Santo, manténgase en la caridad de Dios, aguardando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna. A los que vacilan tratad de convencerlos…” (vv. 20-22). La carta se concluye con estas bellísimas palabras:  “Al que es capaz de guardaros inmunes de caída y de presentaros sin tacha ante su gloria con alegría, al Dios único, nuestro Salvador, por medio de Jesucristo, nuestro Señor, gloria, majestad, fuerza y poder antes de todo tiempo, ahora y por todos los siglos. Amén” (vv. 24-25).

Estimado P. Bernardo, que al celebrar este feliz aniversario, puedas tener un ejemplo en estos dos grandes pilares de a Iglesia. De tal manera que con fuerza y con celo pastoral, la fe cristiana pueda ser anunciada a los hombres de nuestro tiempo. Hoy, es necesario ser testigos celosos con caridad pastoral inigualable. Muchas felicidades y que el Señor te siga conservando en su santo servicio. Amén.

Al término de la celebración Mons. Faustino felicitó al padre Bernardo, y  le hizo  entrega de una  bendición Apostólica para el y otra para la Comunidad parroquial , así como un Ramillete Espiritual de parte de todos los fieles,  junto con todos los presentes le brindaron un fuerte aplauso al Sr. Cura y  posteriormente se dispusieron a disfrutar de una convivencia fraterna en honor al Padre Bernardo.