CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA CON MOTIVO DE LA XXI EDICIÓN DEL PREMIO INTERNACIONAL BACHILLERATO ANAHUAC (PIBA)  

 

Polideportivo Universidad Anáhuac Querétaro, Calle Universidades I, Kilómetro 7, Fracción 2, El Marqués, Querétaro, 02 de mayo de 2017.

La tarde del martes 02 de mayo de 2017, en las instalaciones de la Universidad Anáhuac campus Querétaro, Mons. Faustino Armendáriz Jiménez, presidió la Celebración Eucarística, con motivo del inicio del «XXI Premio internacional bachillerato Anáhuac, PIBA 2017 y la 9a liga de robótica de la red de Colegios Samper Altus»; Concelebro el Pbro. Juan Pablo Ledesma L.C y más de 50 Sacerdotes, quienes asistieron a este magno evento. Mons. Faustino, saludó con afecto y cordialidad, a los Profesores, alumnos y a todos los asistentes que participaron en esta Santa Misa.

En su mensaje, Mons. Faustino, dijo a los jóvenes, que le daba mucho gusto ver la alegría de tantos jóvenes en un encuentro de ciencia y tecnología, y  les recordó que:

 “La verdadera sabiduría de Dios, es aquella que baja del cielo y da la vida al mundo en su hijo Jesucristo.  Solo esta Sabiduría podrá entonces ayudarnos a innovar, construir, impulsar, fortalecer, transformar, por el contrario, continuaremos  haciendo castillos en el aire que si bien pretenden ser en pro del hombre de la cultura y de la ciencia, continuarán hundiendo al ser humano en un pantanoso sinsentido de la vida, en una maquinaria que poco a poco nos instrumentaliza, destruyendo la casa común que Dios nos ha dado para vivir. Quiero invitarles para que desde su inteligencia, se dejen tocar por la sabiduría de Dios y en su corazón le digan al Señor: “Señor danos de ese pan”, “danos de ese pan” para que seas tú quien nos ilumine y así sepamos por dónde debemos caminar en la investigación, la ciencia y la tecnología”.

  A continuación, les compartimos el texto completo de la homilía:

“Estimados Sacerdotes capellanes, estimados profesores, queridos jóvenes que participan en este concurso académico “Premio Internacional Bachillerato Anáhuac:

Con alegría me complace poder saludarles a todos ustedes, en esta tarde en la cual nos reunimos para celebrar esta santa Misa y poder así encomendar a Dios todos los trabajos y las actividades de esta XXI Competencia Académica Premio Internacional Bachilleratos Anáhuac, que recibe a más de 2,500 alumnos de 60 bachilleratos de la red de colegios “Semper Altius”. Lo hacemos de esta manera, porque somos conscientes que la sabiduría y la inteligencia son dones que proceden de Dios y que necesitamos continuamente estar invocando de manera que  correspondiendo a su llamada  hagamos de este mundo un mundo conforme a su querer y a su pensar. Nunca la sabiduría y la inteligencia pueden ser consideradas dos cualidades netamente humanas pues llevarían al ser humano a la cerrazón, a la soberbia y al egoísmo. La sabiduría y la inteligencia han sido dadas al ser humano con la finalidad de “«labrar y cuidar» el jardín del mundo” (cf. LS, 63).

 La modernidad ha llevado a la ciencia a situaciones que en otro tiempo eran impensables, difíciles de alcanzar. Pensemos por ejemplo en la tecnología, la medicina, la robótica y la cibernética, las cuales han logrado descubrimientos extraordinarios que nos han permitido salvaguardar la integridad física de las personas, su salud, su bienestar. “La modificación de la naturaleza con fines útiles es una característica de la humanidad desde sus inicios, y así la técnica «expresa la tensión del ánimo humano hacia la superación gradual de ciertos condicionamientos materiales». La tecnología ha remediado innumerables males que dañaban y limitaban al ser humano. No podemos dejar de valorar y de agradecer el progreso técnico, especialmente en la medicina, la ingeniería y las comunicaciones” (LS, 102). “La tecnociencia bien orientada no sólo puede producir cosas realmente valiosas para mejorar la calidad de vida del ser humano, desde objetos domésticos útiles hasta grandes medios de transporte, puentes, edificios, lugares públicos. También es capaz de producir lo bello y de hacer « saltar » al ser humano inmerso en el mundo material al ámbito de la belleza” (LS, 103)0. Sin embargo, desafortunadamente, nos damos cuenta que el hombre moderno en algunos aspectos, avances y situaciones tecnológicas “no está preparado para utilizar el poder con acierto» porque el inmenso crecimiento tecnológico no estuvo acompañado de un desarrollo del ser humano en responsabilidad, valores, conciencia” (LS, 105). Pues existen situaciones, avances científicos y tecnológicos, que poco a poco han ido orillado  al ser humano, a ser utilizado como un objeto moldeable y manipulable; la casa común, cada vez más gime por el cambio climático que trasforma la biosfera, los ecosistemas y el ambiente natural. lo que interesa es extraer todo lo posible de las cosas por la imposición de la mano humana, que tiende a ignorar u olvidar la realidad misma de lo que tiene delante. Por eso, el ser humano y las cosas han dejado de tenderse amigablemente la mano para pasar a estar enfrentados. De aquí se pasa fácilmente a la idea de un crecimiento infinito o ilimitado, que ha entusiasmado tanto a economistas, financistas y tecnólogos (cf. LS, 106).

 Ante esta situación quisiera que tengamos presente  la enseñanza  tan clara y convincente que el Papa Francisco nos ha enviado al regalarnos la encíclica “Laudato Sií”, donde enseña: “El desafío urgente de proteger nuestra casa común incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral, pues sabemos que las cosas pueden cambiar. El Creador no nos abandona, nunca hizo marcha atrás en su proyecto de amor, no se arrepiente de habernos creado. La humanidad aún posee la capacidad de colaborar para construir nuestra casa común. Deseo reconocer, alentar y dar las gracias a todos los que, en los más variados sectores de la actividad humana, están trabajando para garantizar la protección de la casa que compartimos. Merecen una gratitud especial quienes luchan con vigor para resolver las consecuencias dramáticas de la degradación ambiental en las vidas de los más pobres del mundo. Los jóvenes nos reclaman un cambio. Ellos se preguntan cómo es posible que se pretenda construir un futuro mejor sin pensar en la crisis del ambiente y en los sufrimientos de los excluidos” (LS, 13). En este sentido es de valorarse y reconocerse este esfuerzo que la esta universidad promueve, pues los talentos y las cualidades de muchos de ustedes, incluso en un grado extraordinario, necesitan promoverse, impulsarse, pero sobre todo acompañarse, de manera que no se desvirtúen y se corrompan con el veneno silencioso de la soberbia, el orgullo. “Si de verdad queremos construir una ecología que nos permita sanar todo lo que hemos destruido, entonces ninguna rama de las ciencias y ninguna forma de sabiduría puede ser dejada de lado, tampoco la religiosa con su propio lenguaje” (LS, 63).

 La palabra de Dios que acabamos de escuchar en el evangelio (6 Jn, 30-35) nos da una gran lección. Jesús se presenta como el “verdadero pan del cielo”, es decir, se presenta como el alimento esencial en la vida del hombre; no será la sabiduría humana la que sacie nuestra sed de eternidad, de gloria y de triunfo. Sólo el Señor puede saciar de verdad los deseos y las inquietudes más hondas del corazón humano. Hoy, pudiéramos decir que así como no fue Moisés quien dio el pan del cielo al pueblo peregrino por el desierto, de la misma manera no son la ciencia y la técnica las que nos la eternidad a los hombres y mujeres de nuestro tiempo. En algunos círculos se sostiene que la economía actual y la tecnología resolverán todos los problemas ambientales, del mismo modo que se afirma, con lenguajes no académicos, que los problemas del hambre y la miseria en el mundo simplemente se resolverán con el crecimiento del mercado. No es una cuestión de teorías económicas, que quizás nadie se atreve hoy a defender, sino de su instalación en el desarrollo fáctico de la economía. Quienes no lo afirman con palabras lo sostienen con los hechos, cuando no parece preocuparles una justa dimensión de la producción, una mejor distribución de la riqueza, un cuidado responsable del ambiente o los derechos de las generaciones futuras. Con sus comportamientos expresan que el objetivo de maximizar los beneficios es suficiente. Pero el mercado por sí mismo no garantiza el desarrollo humano integral y la inclusión social (cf. LS, 109).

 Es posible volver a ampliar la mirada, y la libertad humana es capaz de limitar la técnica, orientarla y colocarla al servicio de otro tipo de progreso más sano, más humano, más social, más integral. Lo que está ocurriendo nos pone ante la urgencia de avanzar en una valiente revolución cultural. La ciencia y la tecnología no son neutrales, sino que pueden implicar desde el comienzo hasta el final de un proceso diversas intenciones o posibilidades, y pueden configurarse de distintas maneras. Nadie pretende volver a la época de las cavernas, pero sí es indispensable aminorar la marcha para mirar la realidad de otra manera, recoger los avances positivos y sostenibles, y a la vez recuperar los valores y los grandes fines arrasados por un desenfreno megalómano.

 Queridos jóvenes, la propuesta del evangelio es muy clara. La verdadera sabiduría de Dios, es aquella que baja del cielo y da la vida al mundo en su hijo Jesucristo.  Solo esta Sabiduría podrá entonces ayudarnos a innovar, construir, impulsar, fortalecer, transformar, por el contrario, continuaremos  haciendo castillos en el aire que si bien pretenden ser en pro del hombre de la cultura y de la ciencia, continuarán hundiendo al ser humano en un pantanoso sinsentido de la vida, en una maquinaria que poco a poco nos instrumentaliza, destruyendo la casa común que Dios nos ha dado para vivir.  Quiero invitarles para que desde su inteligencia, se dejen tocar por la sabiduría de Dios y en su corazón le digan al Señor: “Señor danos de ese pan”, “danos de ese pan” para que seas tú quien nos ilumine y así sepamos por dónde debemos caminar en la investigación, la ciencia y la tecnología.

 Éxito a todos los competidores. Que gane aquel que haya acogido y discernido su investigación, desde los valores humanos y cristianos. Que gane aquel que tenga puesta la mirada en la sabiduría de dios que se nos da en su Hijo pan del cielo. Que gane aquel que pueda colaborar para que la creación vuelva a Cristo como el Señor. 

 Pidamos a Dios con confianza la sabiduría del corazón por intercesión de Aquella que acogió en su seno y engendró a la Sabiduría encarnada, Jesucristo, nuestro Señor. ¡María, Sede de la Sabiduría, ruega por nosotros!”

 Al término de la celebración Eucarística, Mons. Faustino, impartió la bendición a todos los asistentes, y fue despedido en medio de aplausos por los congregados.