Alocución en la presentación de la obra literaria «Cristianos Ejemplares»

Seminario Conciliar, Santiago de Querétaro, Qro., 30 de octubre 2014
 


Como la luz del sol, que imperceptible pero potente baña la tierra, dándole claridad, realidad y belleza; así la luz del Evangelio llegó a tierras mexicanas, potente pero firme, suave y sonora, resplandeciente y clara.

Estas tierras sonreían al Evangelio que por boca de humildes misioneros  transformaban el corazón agreste pero bien intencionado de pueblos y pueblos crecidos y esparcidos por montañas y valles en estas fértiles tierras; de mar a mar el Evangelio de la gracia de Jesús llegó, fuerte como el volcán, implacable como un ejército en batalla conquistaba las culturas, derribaba los ídolos, dando un nuevo orden, atrayendo a luz de la fe a comunidades nuevas haciendo civilizaciones cristianas. La cruz poco a poco se levantaba triunfante desde los alto de las montañas, hasta lo bajo de las colinas. Cruz triunfante, signo de gloria,  de un nuevo amanecer cristiano. Signo de la conquista espiritual es cuando esta cruz pendía del cuello desde el tierno niño de pecho hasta el anciano preñado de sabiduría y colmado de felices años, la cruz era el sueño y la realidad, el dolor y el triunfo, lo antiguo y lo nuevo.

Como olvidar el modo de vida sencillo y humilde, de aquellos santos misioneros, que labraban pacientes a golpe de palabras santas el surco de una nueva sociedad. La sencillez del sayal unida a una vida frugal, fue haciendo que el Evangelio predicado tuviera un fuertísimo respaldo, de modo que las palabras convencieron la lucidez de la mente pero el ejemplo de la vida, el estilo de una vida moral, sedujo el corazón, tocó el corazón desde lo interior y lo hizo Evangelio vivo, suave perfume que atrae, corazón valiente que encanta. Así, el Evangelio escrito como Palabra Santa, se hacía predicación transformante, misiones arriesgadas, vidas consumidas, sangre esparcida. Su signo inconfundible, la cruz, con un vértice al cielo indicando la vocación excelsa y su travesaño horizontal abrazando lo más ancho de la tierra, unidos a la sencillez de la vida. Así es como nace el nuevo pueblo mestizo, la nueva fe llamada cristiana, el nuevo estilo de vida que hasta el día de llamamos, cristianismo.

Las tierras queretanas, después de ser conquistadas por la predicación de la sabiduría de la cruz, pronto les llegaría aquel nuevo viento, aquel nuevo pentecostés, aquella fuerza venida de lo alto que le daba unidad, identidad, y la proyectaba como un pueblo verdaderamente cristiano, que hoy con orgullo santo, por la ágil pluma del Romano Pontífice Pío IX, llamamos la Bula Deo Optimo Maximo, es decir, Al Dios buenísimo y grandísimo. Títulos divinos que enseñan la esencia íntima de Dios, bondad y grandiosidad en grado superlativo, pero al mismo tiempo su misión y revelación de cara al hombre. De este modo, aquel pueblo Queretano conquistado desde su corazón, unido por la fe en el crucificado, ahora iniciaba el 7 de Febrero de 1864 su caminar diocesano, su identidad como pueblo cristiano era clara, bien identificada, reconocida por el Vicario de Cristo. Así comenzaba nuestro camino hacia la Casa del Padre, el rumbo hacia el infinito cielo está trazado, es decir, hay que ir a Dios por el camino de la Iglesia. Por tanto, la vocación peregrina de esta Diócesis se fortalecía.

Muy pronto este pueblo cristiano de  Querétaro desde los más hondo de sus raíces humanas y culturales,  fue dando signos preclaros de su madurez, de su vida cristiana hecha cultura, de sus aspiraciones nobles; fue plasmando sobre piedras su fe, las telas  santas lucieron como pedazos de cielo, la persistente predicación del Evangelio y  la locura de la cruz vivida día a día produjeron frutos exquisitos, es decir, vidas ejemplares.

Al contemplar las miríadas de hombres y mujeres que fueron caminando nuestros senderos naturales y de fe, al mirar sus acciones de cristianismo heroico, al leer sus palabras, al conocer sus motivaciones y pensamientos,  nos damos cuenta de la realidad de este pueblo, de esta Iglesia Local, Diócesis de Querétaro, de la alegría de su fe.

Hay dos elementos que le dan a la Iglesia de Querétaro, identidad cristiana, cimientos inconmovibles, cristianismo perenne. Por un lado, la predicación misionera que desde sus tiernos inicios ha sido una realidad por la boca de sus misioneros y lo incansable de sus pies. Pero también surge otra realidad, que no podemos ignorar, hablo de aquel testimonio vivido hasta derramar la sangre, es decir, el martirio, don eximio del Padre hacia su Iglesia,  pues aquel pensamiento del insigne Tertuliano, en los albores del cristianismo, aquí en Querétaro se hacían una realidad, “La sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos”. A 150 años de vida  de vida eclesial diocesana, la predicación misionera y el testimonio de la sangre, son los cimientos de esta Iglesia, así nos lo enseña la historia de nuestra salvación.

 

Cristianos ejemplares

Impulsados por el aniversario 150 de nuestra Diócesis,  por sugerencia de tanto de presbíteros como de los laicos, hemos diseñado un programa amplio para contemplar nuestro pasado evangelizador, disfrutándolo y viviéndolo en el presente para impulsar con esperanza nuestro futuro. Dentro de este ambiente festivo nació aquella bendita idea de lanzar nuestros ojos para describir aquellos hombres y mujeres que han vivido su fe cristiana de modo apasionado. Hemos descubierto en este esfuerzo cosas admirables, tras consultar al cuerpo de Decanos, órganos pastoral de gobierno de nuestras Iglesia, después que ellos escucharon los consejos y sugerencias de los fieles, hemos recopilado un grupo de hombres y mujeres que hemos llamado  “Cristianos Ejemplares”.

Hoy ante nuestro Pastor diocesano y de frente a la Iglesia, presentamos un primer grupo de diez Cristianos Ejemplares. Diez,  como las diez Palabras con las cuales Dios creó el mundo; diez, como los mandamientos con los cuales Dios gobierna a su pueblo y lo salva; diez, como las Parábolas Mateanas de Jesús con las cuales enseñaba compasivo a su pueblo.

Desde nuestro contexto de Iglesia Local, lo podemos expresar así, son diez cristianos, diez rostros concretos de Iglesia Queretana, diez expresiones maduras de fe, diez cristianos llenos de amor a Dios y a la Iglesia.

 

Cuánto nos halaga ver a estos cristianos, hermanos nuestros:

Evangelizadores, que lanzados en una saga santa recorrieron montañas, valles, trazaron rutas evangelizadoras, desafiaron peligros por tierra, entre pueblos y culturas con el fin de llevar el conocimiento  de Jesús y su acción salvadora, así podemos ver un Fray Margil de Jesús, misionero santo e incansable evangelizador. Todavía hoy conocemos y recorremos sus rutas evangelizadoras.

Mártires, que  derramaron sin demora su sangre, testimoniando con ella la fuerza de su fe en Jesús. Como la sangre de Cristo tiñó la tierra dándole salvación, así la sangre de nuestros mártires nos da ejemplo generosidad y entrega, fortaleza ante las dificultades y nos anima a un testimonio creíble y valiente de nuestra fe. Entre ellos podemos hoy destacar a tres laicos,  varones de dolores, como representantes de toda la sangre inocente derramada por amor, así fue el martirio de Norberto García de la Vega, J. Inés Sotero Nieves, Manuel Campos Loyola. En estos 150 años de vida Diocesana, su sangre clama al cielo, su generosidad de vida ha fecundado nuestra Iglesia.

La madurez de un pueblo cristiano se demuestra, cuando surgen las vocaciones a la vida consagrada. Hoy contemplamos la vida de dos mujeres grandes que abrieron el corazón y la mente a la voz interior que sólo el Espíritu Santo hace sentir con suavidad y fuerza irresistible para vitalizar la vida espiritual y pastoral de la Iglesia. Ellas pusieron el oído en el corazón de Dios y con sus manos pulsaron la realidad, de modo que su respuesta fue pronta y sin condiciones. Hablo de la Reverenda Madre Clemencia Borja Taboada, fundadora de las Misioneras Marianas, contempló que el futuro de la Iglesia en fidelidad al mandato de Jesús, “vayan por todos el mundo y predique el Evangelio” (Mt 28,19), que sólo en una Iglesia misionera era posible la frescura y la primavera de la Iglesia. Pero es imposible no mirar la vida y obra de la Reverenda Madre Eugenia González Lafón, fundadora de las catequistas de María Santísima, quien inspirada en el ejemplo de la Virgen María, sintió la urgencia de hacer verdaderos discípulos del Resucitado a todo aquel que había sido evangelizado mediante la misión, de aquí la vocación específica para ser catequista. Es la vida femenina consagrada quien acepta el reto de la misión, es la presencia de la mujer quien colabora de manera decidida y franca en el anuncio del Evangelio. Después de la vida en esta tierra de estas dos mujeres consagradas, sus pasos misioneros todavía se escuchan hoy en todas las religiosas que han seguido su ejemplo de vida, de consagración y de misión. Pues sus labores evangelizadoras han formado y fortalecido la Iglesia de Querétaro.

Otro aspecto de la vida cristiana, es el servicio ordinario y  de caridad sin fronteras, como aquel que propicio el Pbro. Juan Caballero y Osio, benefactor de Querétaro, conocido por su generosidad y preocupación por construir una sociedad cristiana, generosa y en paz. Del mismo modo, el ejemplo del Pbro. Florencio Rosas, Padre de Querétaro, quién no dejó esfuerzo alguno por la formación sacerdotal en la caridad y en formar grupos laicales de promoción del pobre y necesitado. Vida cristiana vivida desde lo ordinario para hacerlo extraordinario.

Gloria Nacional  es la vida de aquel sacerdote artista,  J. Guadalupe Velázquez, que en la música, la poesía y el canto encontró el modo concreto para elevar el alma al Creador, dejándonos verdaderos tesoros de inapreciable valor, un camino para el ir hasta Dios. Pues el arte religioso es inspiración  divina y ruta segura de santificación humana y glorificación de Dios. Es ejemplo de búsqueda apasionada de Dios.

Y finalmente, recordar la vida de un grande Obispo, Manuel Rivera, como todos nuestros Pastores Diocesanos hasta el día hoy. El hizo de su gobierno servicio y de la cura pastoral su vida. Ejemplo preclaro de entrega generosa y amor.

Estos Cristianos Ejemplares, son el resplandor de la Iglesia de Querétaro, son cristianos que representan a los diversos sectores de una comunidad eclesial, Obispos, sacerdotes, laicos, hombres y mujeres, gente muy ilustre así como personas muy sencillas.

La ofrenda que presentamos a Dios por su amor a la largo de 150 de vida diocesana, la presentamos en estos diez hermanos nuestros, como representantes de todos esos cristianos anónimos que junto a ellos han forjado la historia eclesial, historia de salvación.

Hoy los llamamos Cristianos Ejemplares, porque son un modelo a seguir para continuar fortaleciendo nuestra fe y seguir construyendo el Reino de Dios, sobre los cimientos que ellos han colocado.

Que nuestra Patrona Diocesana, la Virgen Dolorosa, nos siga acompañando en este proceso de formación de discípulos misioneros. Y que el ejemplo vivo de estos Cristianos Ejemplares, nos impulse a entregar la vida personal desde nuestro modo concreto de vivir el Evangelio.

Para la gloria de Dios, la santificación de los hombres y el fortalecimiento de la misión permanente concretizada en nuestro plan diocesano de pastoral.

Muchas gracias a todos y que Dios los sigan bendiciendo como hasta el día de hoy.

 

Mons. José Martín Lara Becerril
Vicario General